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Creo

Flickr, Umberto Rotundo
Flickr, Umberto Rotundo

Carlos Orlando Posada (*)

“CREO que esta noche me muero”…y mi memoria comienza a volver  a la niñez, al barrio, a la cuadra y la casa que aún esta allí. El portón de metal color gris con dos rombos, uno arriba y otro abajo, tejas de barro, paredes de adobe y puertas interiores de madera. El olor que a veces trae más vivencias y recuerdos que las cosas mismas que vivimos, que conocimos, que aprendimos. Ese olor de pan caliente, asado en horno de barro y calentado con leña, leña que nos tocaba entrar con mis hermanos a los camioneros que llegaban a vender.

Será que estos recuerdos son la frontera para llegar a la muerte. Termina el día de trabajo y me despido de mis compañeros con cierta nostalgia. Pienso y creo que es el ultimo día que los veré, me miran extrañamente frunciendo el entre cejo y hacen gestos como preguntándose, a este qué le pasa. Todo toma un tinte gris y un clima frio de difícil aceptación, camino con las manos entre los bolsillos, como queriendo dejar en mi memoria grabados todos estos sitios para recordar después de mi muerte. Pensé en mi amada, sus bellos paisajes, su gente que sufre, que ríe, que añora, pensé y mis ojos se llenaron de lágrimas al saber como la desangran todos esos burócratas que dicen llamarse políticos que son como sanguijuelas. Los famosos revolucionarios que matan  destruyen y desprestigian, unos en la selva otros en la ciudad, para saber y entender que son peores que los políticos. Porque todos quieren poder. Sarcófagos inmundos de burocracia sin honor destruyen a Colombia sin sentir ningún dolor y me llené de tristeza y continué con mis pensamientos  rumbo a mi casa.

Me apeo del bus, camino despacio, saludo ¡hola! El supermercado, todos hablan, ríen, saludan, pero no saben lo que sucede. Les doy gracias por haberme servido en mi necesidad, cuando me fiaban los artículos para sobrevivir con mi familia, cuando hablábamos de todo y de nada, era en esos momentos que nos sentíamos importantes, quitando y poniendo, dictando normas y leyes que se esfuman en risas y carcajadas de aceptación y sometimiento.

Todos esperanzados en que vendrán días mejores, el carnicero que era vecino y paisano a la vez hablaba de los que venían a gobernar, nos iban a mejorar las viviendas, la salud y formas de estudio; todos opinan, creen y esperan en ellos, es una pandemia de mediocridad, miseria espiritual y pobreza intelectual la que nos lleva a creer en los sueños ajenos y promesas que no se cumplirán para nosotros, si no para los que nos están labrando falsas expectativas y sublimaciones intransferibles, todos esos políticos parlanchines y culebreros de pueblo, que con sus curas mágicas nos ponen a soñar y a preñarnos de ilusiones para después parir desengaños.

Me despedí acongojado, con las bolsas de las compras hechas suspendidas en mis manos, con una sonrisa en mis labios meneando la cabeza como negando algo pero alegre. Llego a la casa y comienzo a subir las escaleras hacia mi apartamento, escalón por escalón, paso a paso, pesadamente y lento, como si el peso de mi cuerpo y mis cargas me empujaran y no me dejaran erguir mi cuerpo para seguir, para enfrentar y poner el pecho a la brisa como tantas veces, tantos años y en tantas situaciones lo había hecho para solucionar y obviar impases que la vida o uno mismo se crea. Pensé en esos años de vida desierta que no me acuerdo de casi nada, perdidos, desperdiciados, creyendo que los había vivido, disfrutado, pero fue un espacio en blanco o como dirían los abuelos “ya está recogiendo los pasos”, el umbral, el fin, el túnel y sin llegar al final.

Abro la puerta del apartamento ¡buenas noches! Saludo.

Mi esposa se acerca y me besa ¡hola! Cómo te fue hoy, ¿y esa sonrisa que traes?

No le contesto. Paso a dejar las bolsas en la cocina.

¡Hola Papi! Me saludan.

¿Cómo le fue hoy?, Preguntan al unísono.

Bien….gracias a Dios.

Charlamos, nos reímos, comienzan a colocar los cubiertos y platos con la comida en el comedor y departimos hablando, recordando cosas de cada uno, jocosas o tristes, del trabajo, del estudio, de amigos, compañeros de trabajo, jefes y hasta el pordiosero de la cuadra. Terminamos. Cada uno recoge sus platos y los echa al lava platos y los dejan ahí para que la mamá los lave mas tarde o al otro día.

Tenemos cosas que hacer.

¡Amor, empezó la novela!

¡Ya voy!

Cada uno en su cuarto. Ven televisión, hablan por teléfono, hacen tareas, con la esperanza de que mañana nos traerá nuevas razones para luchar.

Me despido de mis hijos, ellos se acostaron seguros de que amanecerían vivos para continuar con su vida. Yo me meto ente las cobijas y mi esposa hizo lo mismo, la acaricié suavemente para llevarme la ternura de su piel en mis manos, el olor de su cuerpo, su respiración y su mirada de cariño, la besé para retener el sabor de sus besos; besos que aún tienen amor, la besé con besos de novio, aquellos primeros besos que a hurtadilla nos dábamos sonrojándonos y sonriéndonos burlonamente de la gente, de la situación y de nosotros mismos.

¡Hasta mañana mi amor!

¡Que duermas!

Comienzan las luces a desaparecer, cuarto por cuarto. Emerge la oscuridad formando un túnel que nos traga a todos, sin sentirnos, sin vernos, pero sabemos que estamos ahí ¿Sera mi última noche? ¿Amaneceré vivo? Ninguno conoce mi situación… nos cobija el silencio para tranquilizarnos, solo respiraciones lánguidas, lejanas, tranquilas que van quedándose suspendidas en la penumbra del tiempo. Me duermo pensando cómo momificar los fantasmas que pululan en las penumbras de nuestros recuerdos para que nos dejen extasiar en esos recuerdos vivos de nuestras placida juventud disfrutada y añorada que aun persiste en nuestras trajinadas vidas, sin sentir el desgaste físico acompañándonos en el sopor de nuestro atardecer, casi palpable,  como nuestra realidad.

Se  oyen ruidos, carreras van y vienen, se abren las duchas y se siente el caer del agua, en la cocina los trastes caen. ¡Voy a llegar tarde! Otra carrera, ¡póngase el uniforme o va a llegar tarde al colegio! Carrera del baño a uno de los cuartos. Dicen que cuando se mueren las personas el espíritu queda rondando los sitios que habitaba y frecuentaba, oyendo y sintiendo.  Por ejemplo, si a la persona le gustaba el trago el espíritu va donde venden licor. Van a su lugar  de trabajo, eso fue lo que aprendí en las clases de metafísica, donde nos explicaban todos estos fenómenos espirituales. Y pensé también cuando pregunté que por qué tan sufrida, mi vida, si había hecho todo para enmendar muchas cosas. Y  el maestro con una tranquilidad pasmosa me explicó que seguro en la vida pasada fui muy rico y dilapidé todo. Estaba aprendiendo.

El aroma de café está en cada rincón del apartamento, el portón se abre, se cierra, y todo comienza a calmarse, no hay ruidos, el tropel terminó, silencio, calma, paz, siento que una mano macera suavemente mi pecho y oigo un murmullo lento y quedo ¡Amor¡ ¡ Amor ¡ ¡Despierte, tiene que ir al trabajo ¿No me morí? ¿Estoy vivo? Tanteo como ciego, me coge la mano ¿te traigo un tinto? Se levanta y va hacia la cocina. Abro mis ojos y todo es penumbra, una pequeña luz entra por la hendija que deja la puerta y la pared. Me levanto triste y pesadamente, voy hacia el baño, orino, abro la ducha y cae el agua sobre mi cabeza y baja por la espalda  ¡Uyyyy ¡esta fría y de verdad estoy vivo!

Y pienso en medio del silencio y la soledad del baño en la tristeza de otro fracaso ¿Esta noche de verdad sí me muero?

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(*) Colaborador.

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