El Magazín

Publicado el elmagazin

La vulgaridad de los soplos cardíacos

Murder, Flickr, Shermeee
Murder, Flickr, Shermeee

 Miguel Tejada*

Dollaz yace boca arriba. Las extremidades vibrando, como las de un cucarrón agonizante (¿O que finge agonizar, sólo para salvarse?). Olores insoportables volando sobre él; una espiral verdosa, una tormenta de fetidez ¿Qué le ocurrió a Dollaz? Mal de amor, dice la gente que lo conoce. Y no pueden evitar reírse de él, claro. Pero vamos a los datos científicos: Dollaz sufre de cuoritis, una inflamación bacteriana que se come los tejidos sanos del corazón. Las causas: el contacto del individuo con agentes cursis. Algo casi inevitable. Como respirar.
Allá va : parece un punto negro que desde lejos podrán confundir con algún residuo de cualquier cosa. A Dollaz nadie le dijo adiós. Salió por la escalera de incendios, sin pena ni gloria. Pero nos fue útil; referente literario y contrajemplo en el mundo de los negocios.

Mañana primero de enero será otro día sin Dollaz. Un día cualquiera, el amanecer de Hiroshima en agosto del 45 o el amanecer de occidente sin el Rey del pop. 

Hot air baloon, Flickr, ronnie44052
Hot air baloon, Flickr, ronnie44052

Breve fragmento de la Bitácora de los sobrevuelos

Otro dato sobre este globo verde en el que nos desplazamos: la burbuja de fibra de carbón tiene un recubrimiento de espuma de poliuretano, el mejor aislante térmico. Entrenados para estas velocidades pero nunca para semejante temperatura. Por más rápido que volemos, nunca.

A las 22 horas giramos 360 grados en el eje horizontal y quedamos de frente al inicio de la ciudad donde usted creció; la brújula señala el norte, con algunos grados de inclinación hacia el oeste. Harry,  el piloto mudo, otrora paciente de mi ex-esposa Jazmín*, lleva los motores a su máxima capacidad. Usted y los suyos estarán escuchando un zumbido metálico en el cielo. Tranquilo. A medida que avanzamos por este aire congelado dejamos atrás las casitas de aluminio, luego los primeros cementerios, esos grandes refrigeradores donde reposan los restos de toda la gente que resistió, la gente que salió viva del incendio**. Y aquí está la escuela donde usted se educó, pionera en la recuperación de cerebros. Ya ve porqué después de muertos muchos de los suyos seguían hablando. 

22 horas y seis minutos: llegamos al extremo opuesto de la ciudad, como de costumbre. Harry bosteza y se acomoda el visor nocturno. Hoy usted se nos hace el difícil una vez más, pero su piel tiene marcas fluorescentes, su torso podría ser una analogía monstruosa, algo así  como un hombre luciérnaga.

Descendemos, mientras una voz computarizada hace el conteo regresivo de los segundos que nos separan de usted. Y usted, buen hombre, no podrá recordar nada; apenas tiene cinco minutos antes de que lo que sea que se inyecta en el cuello le haga efecto. Se quedará inmóvil, con las manos en los bolsillos, la mirada trazando una vertical hacia el suelo. Pero luego de un par de minutos empieza su huída, esquivando ruinas y saltando cercas que ya no protegen ningún terreno. Usted corre y nosotros lo perseguimos. Así, cada dos o tres horas. Nuestro guía también nos tiene acostumbrados a unas gotas dulzonas que nos pone debajo de la lengua. Parece una madre que solo necesita un poco de paz.

———————————————————————————————

*Nos divorciamos luego de once años de matrimonio. Jazmín se doctoró en psiquiatría y cibernética, algo inusual para la época. Vivimos un par de años en la Patagonia pero el silencio nos acabó. Yo no dejaba de leer los periódicos, preocupado, sintiéndome siempre como un traidor. Jazmín me decía en el desayuno que estaba a punto de resolver un problema matemático que solo pueden resolver los sordos. Si son pacientes mentales, mejor, decía. Yo tragaba.

** Esto fue lo que me obligó a regresar. Lo vi en mis sueños. Por eso cuando leí la noticia en el periódico sentí un dolor en el pecho. Le dije a Jazmín que le enviaría mi nueva dirección, y algo de dinero para los gastos del alquiler. Salí, sin estar seguro de que me hubiera escuchado.

(*) Colaborador. Cali. 1982. Periodista de la Universidad del Valle y especialista en Creación Multimedia de la Universidad de Los Andes.

Comentarios