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Vuela Cerati y gracias por venir

Ángela Martin Laiton

He creído siempre que la música es un punto de encuentro universal que nos conecta con un sentir humano capaz de transportarnos a emociones ajenas y hacerlas propias, desde esa perspectiva es entonces la música esa conexión simbólica que nos brinda al otro como un igual.  No fui educada en el gusto por la alta cultura, nunca he creído comprenderla pero en mi defensa digo que mi primer encuentro con las artes me lo vienen a regalar la música y la literatura, compañeras eternas que nunca abandoné y de las que creo que tanto a mí como a muchos chicos que crecimos en los barrios marginales de esta América del Sur,  terminaron salvándonos la vida ante el tedio de la pobreza y los contextos políticos de estos países.

El rock ha sido entonces mi género musical favorito por encontrar en él toda la diversidad que ha ido acompañando mi camino por la vida. Encontré un refugio inmenso en la música mientras buscaba herramientas que me ayudaran a comprender, aprender y desaprender el mundo. Entendí que la literatura se puede hacer canción, acorde y ritmo. Desde esto, con asombro y magia, me enamoré de muchos grupos de rock. Este camino por el que opté ha sido el de muchos que después de soñar con las guitarras y el talento de grupos estadounidenses o europeos,  en los años 80 volcaron su mirada a las bandas emergentes del sur en las que se proclamaba un rock cantado en español que estuviera acompañado de la realidad latinoamericana.

Este sueño de grandeza con la música ha sido el de bandas de la talla de Sui Generis, Los prisioneros, Café Tacuba, Caifanes, el mismo Fito Páez y por supuesto Soda Estéreo, dejando fuera de la lista innumerables bandas que adoro y que me acompañan cotidianamente.  Se creó una ola imparable de  verdaderas proezas literarias, mezcladas con los acordes de guitarra y los golpes de batería que a kilómetros de distancia le dirían que es una canción de rock la que suena en algún lugar. Se inmortalizaron personajes que soñaron con una escena fuerte de rock que se pariera desde las entrañas mismas de los suramericanos.

Gustavo Adrián Cerati era por entonces un estudiante de publicidad que en 1982  se reencuentra con Héctor Zeta Bosio y gracias a las deidades conciertan el proyecto musical  con el que cambiarían la historia del rock argentino para siempre.  En medio de la búsqueda de baterista aparece Charly Alberti y con el equipo completo empiezan a ensayar. En 1983 y bajo el nombre de Soda Estéreo dan sus primeros conciertos para en 1984 entregarnos su primer disco.

Dado el panorama a grandes rasgos del surgimiento de la banda,  queridos dolientes y lectores, reproduzcan ustedes en sus casas “Un misil en mi placard”.  Finalmente, el mejor homenaje para un artista es pasarlo por el corazón con su legado, con esta canción de fondo vamos a decir salud con Cerati por poner a brillar nuestro rock en toda América y parte de Europa. En el proceso de crecimiento de Soda fueron mutando sus sonidos a un rock más psicodélico, fuerte y crudo que si me lo permiten, diría yo, va más acorde con nuestra realidad. Para dar cuenta de lo anterior salte a alguna de las canciones de “Fuerza Natural”; para muchos, sus últimos discos fueron más serios y propios: todos dan muestra del crecimiento que tienen los grandes.

Ahora por favor deje con tranquilidad que la inmensa tristeza y la nostalgia le acompañen, ponga a sonar su canción favorita o haga mejor una lista de sus canciones favoritas, en caso de que como a mí le ocurra que no ha podido escoger una, cierre los ojos y entréguese a los detalles, a la música y la perfección que es el arte en sí mismo.  Viva la poesía que viene de labios del maestro Cerati y guárdela profundo en donde guarda usted las cosas queridas.

Ahora, y después de cuatro años en los que el mundo esperaba que Cerati le abriera de nuevo los ojos al mundo, deje volar la vida suya y la de este grande, prométase y prométale reencuentros fortuitos cuando escuche música en su casa o cuando salga por ahí a beber algo y a gritar con sentimiento en un bar el trabajo musical de la banda.  Dígale a Gustavo Cerati que entendió lo que decía cuando mencionaba: “decir adiós es crecer” porque aunque por estos días ajetreados por la inmediatez de las redes sociales suene a cliché, es una de las muestras de amor más reales que usted le puede dar a alguien, y ahora es el turno de dársela la persona que se lo dijo a usted.

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