Ventiundedos

Publicado el Andrey Porras Montejo

Los Otros Saiyajines del Bronx

Las atrocidades registradas durante estas semanas sobre la calle más drogadicta y perversa de la ciudad de Bogotá, abren un debate interesante sobre las implicaciones que esos tentáculos tienen: el rostro posee fotografía de indigente o drogadicto, pero el cerebro anda vestido de corbata, le prende velas a la doble moral y su oculto semblante sonríe tras el bienestar de las buenas costumbres, a ellos los llamamos “Los Otros Saiyajines del Bronx”.

Porque una sociedad se mide, según el adagio de Fiódor Dostoyevski, a partir de las acciones y los conceptos alrededor de sus desechos, de sus partes indeseables; el adagio reza “El grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos”. Por lo tanto, esas acciones son el espejo de lo que duerme en el inconsciente de la sociedad, y es muy fácil caer en el error de darle todo el escándalo a la escoria, cuando ello afirma la podredumbre puritana de lo que “aparentemente” está prefecto, es decir, el escándalo de las atrocidades debe llegar al territorio de la manera como construimos la realidad los colombianos.

Algunos acontecimientos de las anteriores semanas refuerzan esa ideología que hemos dado a llamar “Los otros Saiyajines del Bronx”, es tan solo un recuento de la escoria protegida por el deber y la moral.

El exviceministro, Luis Enrique García, tiene una investigación abierta en la Procuraduría por las irregularidades en la contratación del plan de alimentación para los niños del Atlántico… flamante asesino indirecto de neuronas, contaminador de las oportunidades para salir de la ignorancia, otro Saiyajin del Bronx a escala de hambre diciendo: ¡robamos el pan de nuestros niños!

Nuestro alcalde de Bogotá, Enrique Peñaloza, festeja la falsedad de los títulos de su hoja de vida con la frase “nunca he necesitado de un título para ejercer un cargo público”, y además, es el telón de fondo de un polémico concepto jurídico, mediante el cual, toda mujer violada tiene gran culpa en su perjuicio, por mostrase seductora frente a su agresor… farsante evocado por el pueblo, culebrero de tres pesos, sin circo ni payaso, otro Saiyajin del Bronx encerrado en el Palacio de Liévano y que, por liviano, predica: “falsificamos títulos para conseguir poder, además, la mujer es un objeto de deseo, un prototipo de prostitución”.

Y por último, frente al derecho a la libertad de expresión, una famosa periodista, Vicky Dávila, revela en su nuevo libro, “En Honor a la Verdad”, el refinamiento intelectual urdido tras su salida de RCN, donde su jefe inmediato cambia favores políticos y económicos por desviar la atención de la opinión pública y así confundir el desmantelamiento de una red de corrupción… traidor de visiones que se enfrentan con la realidad, sobornador de contubernios y de enfermos ciclos económicos, otro Saiyajin del Bronx, títere del oculto establecimiento, cantando: “la verdad es una magnífica oportunidad para quedar en tablas y emitir renuncias o despidos que no permiten continuar con las investigaciones”.

Tres hechos aparentemente aislados pero que sirven como termómetro de la nociva imagen de mundo arraigada en nuestra sociedad, posicionada en una moral pacata, inmunda, que prevalece sobre cadáveres de gente igualmente podrida por dentro y por fuera.

El país hiede falsedad y locura… el Bronx es Colombia.

* A los esbirros del Bronx les llamaban Saiyajines. Esta palabra, inventada por la serie de caricaturas, Dragon Ball Z, es utilizada para nombrar a un guerrero superior.

Niños en la destrucción

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