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En busca del número 1

Proust.
Proust.

Termina Roland Garros, el segundo ‘Grand Slam’ de la temporada del tenis profesional y en la arena parisina se define si Nadal sigue reinando, si Djokovic lo destrona o si Federer se ratifica como el mejor de la historia. Alegoría a Proust.

Nelson Fredy Padilla (*) 

Imposible hablar de Roland Garros sin evocar los aires del bosque de Bolonia, inmortalizados por los bucólicos paseos recreados por Marcel Proust en ‘En busca del tiempo perdido’, un verdadero ‘Grand Slam’ si de largo aliento literario hablamos. Obligatorio hablar de “Le Bois de Boulogne”, los pulmones de París, porque en Francia es intenso el debate sobre cuánto afectará a este bosque de robles la inminente ampliación del tradicional complejo tenístico o si amerita su trasteo después de 2015.

En la ficción un mal viento le desató allí el asma a ‘Marcel’, en la vida real a quien mejor parece sentarle este hábitat de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) es a Rafael Nadal, cinco veces campeón, “el rey de París”, aunque este año fue cuatro veces vencido en finales por Novak Djokovic. Lo importante, de cara a este Abierto de Francia, es que dos de ellas fueron en arena, la superficie que nos ha trasnochado durante dos semanas hasta saber si el español defiende su título del año pasado, si el serbio lo destrona como número 1 del tenis mundial o si el suizo Roger Federer gana su decimoséptimo ‘Grand Slam’.

Recuerdos inolvidables: la primera gran victoria en tierra batida de la temporada récord de Djokovic (43-0) ocurrió en la Caja Mágica de Madrid, un torneo hecho a la medida de Nadal, este año incluso con un trofeo nuevo que simboliza el bastón del rey del tenis y que no terminó en manos de ‘Rafa’ sino de ‘Nole’, quien la semana pasada ratificó su superioridad al derrotarlo en la final de Roma en una arcilla más lenta, en teoría ideal para el estilo de juego del español.

Los expertos, y Nadal y Federer, coinciden en que Djokovic es el favorito por cómo ha crecido a nivel técnico y mental durante el último año. El español advierte una vez más que no se debe menospreciar al suizo a quien dieron por acabado cuando él lo bajó del número 1 en 2008 y revivió para derrotar a ‘Rafa’ en Madrid en 2009, obtener luego su primer Roland Garros y convertirse en “el mejor de la historia”. “No cometan de nuevo el mismo error”, insistió Nadal, respaldado en la apreciación por Djokovic.

Añoranza sentimental: allí en Madrid, hace dos años, tuve el privilegio de ver a ese Federer obsesionado con recuperar el número 1, entrenando más que casi todos, ejercitando esa elasticidad natural que lo hace el tenista más técnico de todos los tiempos sin llevar su físico al extremo; ver a un Nadal obsesionado con mantener el número 1, entrenando más que casi todos, llevando su fogosidad técnica hasta el límite de sus frágiles rodillas; ver a un Djokovic con el deseo creciente de ser el número 1, “como lo he soñado desde que tengo seis años”, entrenando más que casi todos, puliendo tal vez la fusión ideal de talento, fuerza y destreza física, viendo entrenar al suizo y al español en busca de los puntos débiles ajenos y los propios.

“A ‘Nole’ todavía le falta, le falta”, se oía decir en la sala de prensa a los periodistas que lo siguen a través del mundo. Dos años después, todos parecen coincidir en que el serbio ha cumplido el proceso requerido para ser el mejor y que está listo. Roland Garros otorga 2.000 puntos en el escalafón ATP y sólo con llegar a la final Djokovic será el número 1. Mejoró el servicio, abre más la cancha, se arriesga más y mejor cuando va a la red, sus paralelas son más profundas y certeras, el revés ahora es de los mejores; la capacidad de concentración es el punto en el que más ha mejorado, ya no se desespera hasta romper raquetas; como en Roma, lucha contra la adversidad y levanta games y sets casi perdidos. A todo esto le suma ahora la confianza del ganador, de quien se sabe capaz de someter una y otra vez a dos de los mejores de la historia.

Como Djokovic es famoso no sólo por su tenis sino por su sentido del humor para remedar  a la perfección a todos los tenistas, desde Sharapova hasta Nadal y Federer, algunos quieren restarle trascendencia endosándole la imagen de payaso del circuito, pero quienes lo conocen de cerca como el norteamericano Andy Roddick, aseguran que se trata de un “deportista único”, “un muchacho que lee libros serios y hasta le gusta la ópera”. Sí. ‘Nole’ sabe que el número 1 del mundo también debe ser el más fuerte a nivel mental y cultiva su pensamiento no sólo a nivel competitivo -porque un ‘Grand Slam’ se puede definir en una bola, en un pestañeo- sino a nivel cultural. Para citar un ejemplo, es profundo conocedor de la historia de los Balcanes. A los 9 años de edad fue testigo de los bombardeos en Serbia y vio cómo se independizaba Kosovo, la tierra de sus abuelos.

Federer, Nadal y Djokovic representan al tenista profesional al máximo nivel posible, pero también saben que mantenerse en la cima es lo más difícil. Al suizo le falta una semana como número 1 para empatar el récord de 286 en poder de Sampras. El español apenas va a llegar a las 100. El serbio aspira a entrar en el juego del sube y baja, a ver cuánto aguanta. Los entendidos pronostican que Djokovic tiene un prototipo físico y mental que lo puede convertir “en un grande”, pero depende de cuánto tanque le quede a Federer, que ya habló de 2012 como primer año de su posible retiro tras los Juegos Olímpicos de Londres,  y a Nadal, que depende, como Tiger Woods en el golf, de cuánto más resistan los ligamentos de sus rodillas.

Más presionados están Nadal, obligado a ganar para no perder el número 1 y llegar al récord de seis trofeos, las seis ensaladeras de Roland Garrós de Borg, y Djokovic que no se sabe cuándo volvería a tener la posibilidad de hacer realidad su sueño de ser declarado el mejor. A la expectativa, Federer les advirtió desde que llegó a París que tiene “menos presión que nunca” y está dispuesto a capitalizar cualquier desconcentración de los dos, un viento a favor.

Djokovic y Federer se verán las caras en una de las semifinales. Y, seguramente, el que gane de los dos se medirá con Nadal en la final. Una vez más París marcará la historia del tenis. Siempre los aires de Bolonia resultan buenos para unos y malos para otros, marcan la senda de la victoria o de la derrota como si se tratara del inefable destino, sea porque a uno le corresponde el camino de Swann o el de Guermantes para evocar de nuevo a ‘En busca del tiempo perdido’. Proust sigue siendo un número 1.

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(*) Editor dominical de El Espectador.

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