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«Des/Historias», siete minicuentos

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Por: Pedro Arturo Estrada 

NADJA ATÓMICA

Homenaje a André Bretón

Cuarenta días de sombra después, Nadja sonríe desde el lecho. Revela el último secreto de su cuerpo largamente soñado, nunca como ahora tan pleno, tan inalcanzable sin embargo. Cada rincón de su carne desata en el aire una fiebre extraña, más allá de sí misma. Junto a sus pies desnudos, el deseo comienza a erguirse. Asciende por sus muslos y estalla incontenible en sus pechos, desbordándola, incendiándolo todo alrededor, obligándola a huir desnuda hacia las calles sin detenerse. —Nadie osaría impedírselo y ya no hay tiempo, además—: El día se contrae, los relojes saltan. Ni el agua de las fuentes, ni la lluvia la apagan, y ella sigue corriendo entre follajes de gritos pelados, policías en desbandada, torres que se doblan, corazones de estaño que se deslíen.

Pronto el fuego captura los cuatro flancos de la ciudad. Algunos alcanzan a huir como ratas azufradas por las alcantarillas… ¿Y los poetas? Los poetas se cortan la lengua.

 (1982)

***

AUTO DE FE

Sostenía que los sueños eran, probablemente, recuerdos de vidas pasadas, destellos de una memoria anterior. Esa noche, precisamente, soñó que lo arrastraban a la hoguera. La multitud se apiñaba vociferante. Ya en la pira, trató inútilmente de despertarse. Las llamas le rodearon implacables.

En el humo de la agonía se prometió en un futuro, abandonar tales creencias.

(1999)

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 ARCANGÉLICO

Mi arcángel favorito se esconde en el baño del bar en caso de apuro. Toma la figura del lustrabotas si es preciso. No me pierde de vista. A veces me lo encuentro por casualidad en la calle y, aunque cambie de acera, no puedo escaparme a su saludo. Me reprocha un poco andar vagabundeando por ahí, no estar temprano en casa, aplazar mis deberes. Le digo que me deje ser como soy. Que no se inmiscuya. Pero de nada le valen mis evidentes descortesías. Mi arcángel favorito es un sabio zen aunque le disgustan mis uñas comidas, mi vicio solitario, mis camisas ajadas. Parece una novia molesta. De seguro no hay otro como él.

Sin embargo, ya sabe que mi fe es débil. Que cada día le creo menos. Sabe que una mañana de estas despertaré sin verlo y, entonces, será apenas como olvidar dónde extravié la llave de la puerta o la revista vieja que leía en los parques.

(1999)

***

NEOSFERATUS

 (Pequeña fantasía nocturna)

 Abres los ojos y ya no puedes moverte: el claro de luna te envuelve como a una estatua griega, pero el camisón transparenta la forma viva, palpitante de tu cuerpo que me llama, que siempre me ha llamado y deseado en secreto. Miras fascinada a través de mí la noche de Londres, gélida y neblinosa. Sabes que desde el fondo de los siglos esperé por ti, y el momento ha llegado: Tomo posesión de tu mente, tomo posesión de tus ojos, tomo posesión de tu boca, tomo posesión de tus senos, tomo posesión de tu cuello y tu sangre que fluye lentamente entre mis labios cenicientos…

Hacia el amanecer te dejo, tendida como una rosa blanca sobre edredones negros. Y regreso a mis soledades de pequeño, rutinario oficinista diurno.

(2004)

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 ESCENA

Primero un quiebre en el aire, un súbito vuelo de palomas en el parque. Después los ojos buscando algo, como si estuvieran a punto de ver abrirse una ventana al otro lado. Gente que corre, el aliento que se tensa. Y entonces allá, la muchacha caída en el pavimento. Hermosa aún, dormida. El celoso huye por las esquinas pero todos admiran la mujer muerta, —descalza de un pie bajo el mediodía– atónitos, hechizados.  Alguien pone junto a su sangre secándose, una pequeña flor húmeda.

(2005)

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EL MAR Y LA NÍNFULA

 Para Daniela Cañaveral

Es el verano, y la muchacha lo siente. El mar y su cuerpo tienen cada tarde esa cita secreta que sólo yo advierto: La miro echarse en sus brazos pataleando de gozo; la veo entregarse a su voluptuosidad, a su ímpetu de animal milenario y él la lame, la toma, empujándola suavemente en la orilla. ¡Cómo ríe y se agita la muy pícara, cómo se curva izada sobre el cálido lomo del agua y luego, cómo se deja poseer hasta quedar exhausta, al vaivén de la ola, ninfa dorada, maliciosa, insaciable!…La veo regresar al hotel junto a los suyos, con el último arrebol prendido a su frente. Atrás el viejo fauno la esperará soplando, agitando su espuma, toda la noche oscuro, estremecido.

(2007)

***

 COHABITANTES

 Quién iba a saberlo. Pero llegaron, y como si conocieran de antes nuestro domicilio, dónde y cómo vivíamos, lograron instalarse pese a las habituales e inútiles precauciones. Tomaron nuestros más íntimos espacios y se albergaron cómodamente. Comían y dormían a nuestra costa tan tranquilos y salían a tomar el sol a nuestra espalda, inadvertidos, tan serios, tan callados siempre, tan suavemente adosados a nuestro gesto. Sólo en la noche, al despertarnos de súbito, medio ahogados y febriles, se hacía más densa su presencia, mas fuerte su ronquido, más hondo y más áspero su roce en la sábana. Sólo que no había nada qué hacer, excepto dejarnos ir también, mantener viva la propia debilidad, abrirles todo, dejarles la ropa, las fotos, la estancia y el resto de alma que por las mañanas todavía podíamos adivinar rezongando al fondo de la soledad.

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