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Peñalosa: de eminente tecnócrata a “¡qué doctor ni qué naá!”

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Ludwing Cepeda Aparicio

@CepedaLudwing

En un universo paralelo, se escucha la voz de un hombre hablando consigo mismo, como ensayando un libreto:

 … Lo digo con toda sinceridad, lo juro por los dioses de los bolardos; que me caiga una baldosa en mi bi-articulado cuerpo cemento… perdón, quise decir, si miento…

Al principio parecía no entenderse bien de qué hablaba el sujeto aquel, pero bien pronto quedó claro qué se venía pierna arriba:

… El tema de mis presuntos títulos académicos fue un invento de mis enemigos, ¡una ‘marranada’!, para después acusarme de que en verdad yo no eran tan Eminente y tan Excelso. Solo a un embustero puede ocurrírsele que para ser alcalde hay que tener doctorado, que para traer civilización a un potrero se debe posar de magíster; ¡cuál pelafustán dijo eso! ¡Pa´bolardearlo!

 —Doctor, ¿se siente bien? —se atreve a interrumpirlo un desconocido que lo escuchaba.

¡Qué doctor ni qué naá! Yo seré todo, menos doctor (ni magíster…). ¡Yo lo que soy es un berraco! Pero de una le digo; si desde un comienzo se hubiera sabido que el tema de mis posgrados parisinos era una estrategia de marketing, iniciativa de mis asesores (y no una sugerencia de mi más íntimo ego), aún así habría ganado las elecciones, pues yo no he necesitado de ninguna acreditación universitaria para estar donde estoy, aquí, liderando como a mí me gusta: ¡diciendo, haciendo… y vendiendo!

 —Quizá usted tenga algo de razón —lo interrumpe de nuevo el desconocido, con gesto de que le va a cantar la tabla—. Para manejar los destinos de la capital no es requisito enclaustrarse años y años en una biblioteca, ni haber entrado en lidia con un invencible director de tesis. En materia política parece ser diferente; uno consigue votos, seduce conciencias (como masajeando gatos en el cuello), va a los barrios humildes y comparte con las comunidades más necesitadas de un apalancador mesiánico, tipo “Yo reinaré”, “así sea lo último que haga”, como decía el colérico Gárgamel. Pero títulos, ¡quién dijo! El estudio es para los que esperan el día de mañana salir a buscar empleo. Aunque este no es su caso, doctor; usted mostró ser inteligente desde sus primeros pasos; usted parece ser una creatura práctica, adepto de la real politik, sabueso de las reflexiones de Maquiavelo, y padre fundador del urbanismo light, un aporte muy suyo: ¡cero vacas, cero potreros, cero patrimonio público, cero pico y placa para la gente ‘bien’! ¡Cero Bogotá Marrana! Y, de postre, jugosos ceros a la derecha.

 … Lamento mucho que terceros hayan mentido sobre mis posgrados, y que el mundo entero se haya formado una imagen de acreditado académico, de sumo tecnócrata, de redentor capitalino. ¡Y otras cosas que soy! Perdón, que no soy… Pero hablemos a ‘calzón quitado’: la profesión de conferencista sobre temas urbanos, ‘es la mata’. Y nadie ha dado en este país tantas conferencias como yo. ¡Ja, ja, ja! De manera que no soy tan poco versado como se ha querido insinuar. Este noble oficio, lo sabía, algún día me llevaría más cerca de las estrellas. Y así ha sido. A fin de cuentas, esta es una de las profesiones más ‘carnuditas’ del planeta; no por nada Donald Trump ha llegado a cobrar más de un millón de euros por compartir su infinita sapiencia en materia financiera y empresarial… ¡Y ahora ‘se las pela’ para Presidente!

 —Mi estimado, le acepto que las tales charlas lo han hecho llegar muy lejos, volar muy alto, con tiquetes aéreos, alojamiento, cheques y votos incluidos. No hay duda de que ser reconocido es un imán de la abundancia, usted con eso nomás tiene. Además, para ser un gran líder a veces basta solo el título de ser alguien importante, o el título que le ofrendan a uno los amigos y uno que otro desconocido, con eso de “doctor”, “ilustrísimo”. Pero, claro, a veces basta solo la denominación de origen ‘hijo de papi y mami’. O un título de Doctor, en el Jardín Infantil ‘Mes Premiers Pas’.

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