El Magazín

Publicado el elmagazin

A-mar-ta

MG

Por: Mariana Álvarez López

@alvarezlopezmar

 

“Tu voz es una vela, una vela encendida por el sol” – Marta Gómez 

Y yo pienso que es como si se describiera a sí misma; cuando se va la luz y ella canta.

 

La había visto ya en pantalla y en mis sueños. También la había cantado, cerraba los ojos y me la había imaginado. Ya la había incluso abrazado; cuando le admiraba, cuando se me quedaba en la memoria esa musiquita que es pegajosa, porque suena a Colombia, retumba en Latinoamérica y, por sobre todas las cosas, sabe a libertad.Llegado el día de respirar su mismo aire, ella con el negro en su busto y la fiesta en sus piernas, sonreía – como es costumbre verla –, y comenzaba a extender sus labios, para darle paso a sus blancos dientes, para que ahí, por la boca hecha cuevita, salieran esos tonos que siempre disfruto.

Yo estaba respirando su mismo aire y flotando a la vez. Y Marta, ahí, cantando, contando el país y la guerra de manera agridulce.

Marta es madre. Marta es colombiana. Marta es cantautora. Se le ve en los ojos que es madre, y cuando habla también se le siente, por su ternura, es como si lo mimara a uno cada vez que canta. Se distingue que es colombiana por como habla de su país, con tristeza y esperanza a la vez, porque habla de paz y cree en ella. Se le reconoce como cantautora por lo que cuenta, como escribe y transmite.

Lo que más me saca la sonrisa es que ella logra hablar de muchas cosas a la vez y ninguna de ellas deja de ser historia, poesía, un sueño ahí atrapado en la música que no se escapa; es más, cuando cree uno que el mensaje está despegando en el tiempo se estancan en las mentes esas musiquitas que – con o sin permiso – se hospedan y no se olvidan más.

Lo que más me gusta es que Marta separa las palabras en sílabas para disfrutar como se pronuncian; y es maravilloso cuando consonantes y vocales se unen para no decir mucho y aún así sonar bonito; eso ya es un acto poético, de creación de miles de lugares e imágenes que hacen feliz el rostro y el órgano rojo palpitante, de música que se hace con la voz, como si se hubiese tragado el instrumento y se presionara el viento desde el alma.

Escucharle es todo un ritual, como los ritualitos que crea y canta ella para vivir. Escucharle es arrullarse con canciones que piden dormir, que dejan aliento a ternura. Escucharle es ponerse a bailar, para todo lo malo dejarlo ir y así cosas bonitas; escucharle es palpar la tierra; es recordar a Federico García Lorca; es identificar las manos de mujeres que luchan y tejen; es acordarse de la abuela como otra almita; es carnavalear por la vida; es cantarle a la esperanza y en una voz fuerte gritar ¡Para la guerra nada!

 

 

Comentarios