El Magazín

Publicado el elmagazin

De repente uno se levanta y todo está mal

derrotado

Nicolás Peña

De repente uno se levanta y todo está mal:

como si hubiéramos matado a alguien

o alguien nos hubiera matado.

 

Y el sabor del viento se vuelve insípido,

los árboles suspiran y se esconden

bajo sus largas ojeras cuando pasamos,

y las calles se vuelven un monólogo de nuestros pasos

porque nadie quiere compartir nuestro caminar.

 

De repente uno se levanta

y es como si la vida nos diera patadas o piedrazos en los testículos.

 

Una culpa nos hace andar lentos y jorobados

mirando el polvo que nos va cubriendo,

y no estamos seguros de qué hemos hecho;

 

pero el perro algo sabe y nos ladra, y nos muerde,

y nos llena de babas los pantalones y el almuerzo,

y en el bus todos nos miran de reojo, con sospecha,

como si fuéramos a vender un mal poema o a robar,

y los pájaros, enfurecidos, empiezan a cagar en nuestro dolor.

 

Esos son los días en que la tristeza nos columpia en el parque

y nos lanzan tomates por la calle porque hemos fracasado.

 

Días en que definitivamente nos tapamos el rostro con las manos,

y aunque queramos pasar desapercibidos,

los carros nos salpican con malicia,

los charcos se entrometen en nuestros pasos olvidados

y hasta los burdeles nos cierran la puerta

porque no quieren compartir nuestra dolorosa soledad.

 

De repente uno se levanta y todo está mal:

no hay suficiente espacio para la esperanza y el hombre.

 

Tratamos de acercarnos a Dios

pero ya es muy tarde y nos da la espalda,

a veces una cachetada, un puntillazo en la cabeza,

un retorcijón de estómago o corazón;

otras veces la dirección de un manicomio, un sobandero,

un cementerio para que nos enterremos en soledad.

 

De repente llega ese momento de acostarse  para ver si todo mejora,

pero la almohada se vuelve una piedra filuda para la cabeza,

los pensamientos, los sueños que también tratan de huir,

y el techo se encoje y casi no podemos respirar,

y en el noticiero sólo hablan de las veces que hemos tropezado,

de lo idiotas que nos veíamos sentados solos en el parque

mirando los zapatos, las manos, los botones, el celular

y el frío comienza a amenazar la vida, el tacto, el cuerpo escatológico

que poco a poco se va desmoronando de dolor

hasta que nos convertimos en grano, migaja, polvo de tristeza,

y no podemos volver a levantarnos.

 

 

 

 

Categorias
1 voto2 votos3 votos4 votos5 votos
Loading...

Comentarios