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El accidente que le salvó la vida

Paola Espectador

Por: Lina María Álvarez

Entrevista. «Mi padre y otros accidentes» es el título de la primera novela de la periodista bogotana Paola Guevara. Una historia narrada en primera persona, en la que cuenta cómo un mensaje de texto cambió el rumbo de su vida.

La vida de Paola Guevara parece sacada de un libro. El mismo que afortunadamente escribió para compartir su increíble historia. La periodista bogotana encontró en Cali no solo su destino, sino una  poderosa narración literaria en la que ella es la protagonista. Una verdad escondida durante más de treinta años revelada a través de un mensaje de texto es la trama central. Una tragedia detrás de un nombre, un apellido y diez dígitos de un número telefónico.

¿Qué haría usted si a los treinta y cuatro años su madre le dice que su padre, no es su padre? Que el verdadero vive a seis cuadras de su casa y que lo quiere conocer ¿Dónde sepultar el recuerdo de aquel hombre al que usted siempre creyó su héroe, aunque nunca lo haya visto? O peor aún, ¿en qué rincón de la memoria va a incrustar a este nuevo e hipotético papá que llega de la nada? Un piloto de la Fuerza Aérea con el cual debe contrastar su sangre a través de una prueba de ADN ¿Qué hacer? Quedarse sentado y ver pasar la vida en la comodidad de su casa frente al río; o por el contrario, sucumbir ante la hecatombe e ir tras la verdad. No importa cuánto cueste.

Dicen que entre cielo y tierra no hay nada oculto. Quizás sea cierto, pero solo aplica para aquellos valientes que saben volar.

¿Qué tan difícil y necesario resulta hurgar en aquellas heridas que se encuentran tan hondas después de los años?

Para mí fue necesario, tenía que hacerlo. Si me hubiera quedado con todo esto adentro no sé qué hubiera pasado con mi salud física y mental. Tenía que trabajar las emociones a través de la herramienta que yo utilizo: la palabra. Yo vivo de la palabra, me gano la vida con ella. La palabra es mi mejor amiga, mi herramienta de trabajo, la que trae el pan a mi mesa. Ella es mi don, mi maestra, mi talento y a su vez mi verdugo, mi todo. Habrá personas que elaboran sus dramas a través de otras herramientas, pues hay muchas para trabajar las emociones. La mía es la palabra y por eso mi ruta fue escribir esta novela.

¿Cómo fue ese proceso de sanación y perdón a través de la escritura de este libro?

Uno siempre cree que es un cliché porque se volvió una frase de cajón, pero yo lo comprobé.  Durante la escritura de los tres primeros capítulos me sentaba con el teclado en los dedos y sentía que se me subía la presión, me ponía a llorar, me daba un dolor en el fondo del alma desgarrador y tenía que parar a respirar. No podía volver a tocarlo en tres meses. Al tiempo lo intentaba y podía escribir uno o dos párrafos más.

No fue un proceso donde domestiqué las palabras sino que logré domesticar mis dolores, porque como digo en la novela, esas emociones estaban allí como una pulsión. Hoy en día a veces leo esos capítulos y me da risa, le encuentro rasgos humorísticos a un personaje que para mí era supremamente cruel o les encuentro belleza a personajes que son aparentemente malvados. Veo otros ángulos: imaginación, creatividad, astucia, belleza, sagacidad, inteligencia, ya no solo maldad.

Al obligarme a ver a estos seres como personajes mi cerebro se obligó a girarlos 360° como si fueran un cubo de rubik y en ese ejercicio se amplió mi espectro de comprensión; pude dejar mis temores y narrarlos. Ya no desde la ira, el odio o el rencor, sino como elementos literarios. La novela obró una sanación milagrosa en mí.

¿Hay un antes y un después en Paola Guevara con ‘Mi padre y otros accidentes’?

Es algo que me he preguntado mucho y sí, siento que soy una persona totalmente distinta. Hoy en día miro hacia atrás y veo a Paola antes de que ocurriera la aparición de este hipotético nuevo padre y mi vida era distinta. A mí sí me faltaban piezas. Me esforzaba mucho con todas mis fuerzas porque los pedazos no se me regaran en el camino; había mucho desorden en mi psiquis y no era consciente de ello. Ahora me siento una persona mucho más firme, me siento completa. Todo este proceso me ha hecho sentir empoderada porque puse palabras donde otros pusieron silencios. Tomé mi historia, la conté a mi manera y estoy consciente incluso de mi fragilidad, de mi forma oscura, mis errores y defectos.

‘Alma’, el personaje que representa su madre, es también el anagrama de mala, ¿tiene algo que ver más allá de una casualidad?

El personaje de Alma es un eje central de la novela. Tiene una manera extraña de ver la vida y usa sus talentos a su favor. Sabe ser encantadora, carismática, bella, elegante, sofisticada; pero todas estas virtudes son tan grandes que no sabe cómo administrar  todos sus recursos y siempre terminan jugando en su contra, saboteando sus decisiones y su vida.

Me parece un personaje importante porque creé una madre humanizada. Siempre nos han vendido un modelo muy pesado de llevar sobre los hombros y es la imagen de la madre sacramental. Creo que todos en la cultura occidental, seamos católicos, cristianos, o no, sí cargamos en el fondo de nuestra psiquis con ese ideal de madre pura e intocable.

Alma me permitió describir a la antimadre que rompe todos los moldes, los patrones, y transgrede los límites. No se deja encasillar sino que ella es un ser despiadado y bello. Inclusive llegué a encontrar en ella cosas que admiro mucho, que yo no tengo y me gustaría tener. Equivocada o no, es el único personaje que vivió su vida al límite, sin rendirle cuentas a nadie, siempre hizo lo que quiso, fue libre y no se dejó gobernar.

¿Cuál fue la reacción de sus familiares al darse cuenta de que a través del libro contaría una historia tan íntima?

Yo no escribí este libro para cinco familiares, yo escribí una novela con las herramientas de la literatura para el mundo. Más allá de los personajes, de las dualidades, de cómo reaccionen, a mí lo que me interesa es dejar aquí figuras universales. Y creo que Alma es una madre universal. Le puse nombre a un arquetipo que hacía falta describir.

Es una madre vista por una mujer que también es madre, porque hasta ahora son los hombres los que nos han contado a través de la literatura. Más allá de en quiénes están inspirados estos personajes, lo que yo pretendo hacer es usar los recursos que me da la licencia literaria y poética para construir imágenes con las que cualquier persona se pueda sentir identificada.

En el libro, cuando conoce a este supuesto padre comienzan a tener reuniones semanales en diferentes restaurantes en las cuales cada uno cuenta una historia y la titula, ¿sucedió realmente o  fue un recurso literario? 

Tengo muchos amigos periodistas, así que siempre que nos reunimos cada quien da un titular y cuenta su historia, para mí hacerlo con Fernando, fue clonar ese modelo y aplicarlo a un supuesto padre recién aparecido en mi vida.

Le poníamos nombre a nuestras historias y cada quien contaba una. Fue muy interesante ver cómo iba encontrando puntos donde todo coincidía sin saber si era mi padre o no. La novela refleja lo que pasó en realidad y es que teníamos muchas cenas semanales donde cada uno narraba lo que quería y así fuimos tejiendo una red de historias. Usualmente los hijos están cansados de oír las historias de los papás, algunos dicen “ay otra vez con eso, qué pereza”, mientras que para mí era emocionante. Fui una niña de tres años con treinta y cuatro, pidiéndole que le cuenten la historia otra vez.

La entrega de la prueba de paternidad es un punto de tensión muy fuerte en la novela, ¿cómo fue en la vida real? 

Muchos lectores me dicen que han sentido mucha angustia, así que creo que logré plasmarla. En ese momento estaba en juego mi vida: era todo o nada.

¿Y qué pasa si este hombre, del que yo estaba absolutamente enamorada como hija, resulta no ser mi padre? ¡Qué tragedia! Aquí todo lo era. Si no hacemos la prueba es la tragedia de no saber, si la hacemos y sale positiva es una tragedia porque tendré que enfrentarme a que viví engañada toda la vida y si resulta negativa, otra vez me volví a quedar sin padre. Había qué elegir entre la mejor ¿Cuál era la mejor respuesta? La verdad. En esta novela no hay nada fácil. Lo único fácil es leerla.

En una entrevista usted dijo que el proceso de paz más importante se firma al interior de las familias…

Estamos hablando de paz en el país, pero para mí el proceso más difícil es el que ocurre en nuestras familias. Hay heridas muy profundas que cargamos con nosotros. La paz no solo está hacia afuera sino que cada uno debe firmar su propio proceso a nivel interior. Cada uno debe empoderarse de su historia y creo que eso nos hace falta.

En este país suceden cosas terribles, hay unos dolores muy profundos donde hay gente que todavía no sabe qué pasó, dónde está su familiar, dónde está su cuerpo, por qué no volvió su hijo… Colombia está llena de historias que no nos pertenecen sino que le pertenecen a los que guardan silencio. Pienso que el día que cada colombiano esté empoderado de lo que le pasó a él mismo y a los suyos, vamos a ser un país realmente sano.

A través de ‘Mi padre y otros accidentes’ usted trata de reivindicar la figura paterna, ¿qué sucede con esta en una sociedad como la colombiana?

Desde niños nos han dicho unas frases muy negativas de las cuales ojalá nos desprendiéramos, entre ellas: “madre solo hay una y padre es cualquiera”. Me parece que es tan violenta que les estamos enseñando a nuestros hijos varones que son suprimibles de la vida de sus hijos y luego nos quejamos de por qué los hombres no asumen su responsabilidad.

“Todos los hombres son iguales”, “todos son violentos”, “no hay hombre que sea distinto”, es un discurso social que tiene que empezar a cambiar porque el lenguaje es transformador y si a los hombres les seguimos diciendo desde la cuna que ellos son un género de maldad, pues ¿qué resultado vamos a tener? Vamos a tener hombres que simplemente cumplen ese patrón. En mi vida los hombres han sido mentores, amigos, seres maravillosos. Me considero una mujer autónoma que está reconciliada con la esencia masculina. Para mí esta novela es una reconciliación con el padre que también nos hace mucha falta. Ojalá cada mujer le diera a su hijo un padre que pueda llamar héroe.

¿La verdad libera?

Dicen que no, que hay verdades que uno no debería saber. Yo sí creo que la verdad libera. Yo quería la verdad y todo periodista que conozco va por ella. Lo curioso es que esta historia no le ocurrió a alguien de otra profesión que de pronto hubiera dicho “para qué nos vamos a meter en esto”.

El primer día de embarazo de su segundo hijo coincidió con el primer día de escritura de su novela…

Así es. Yo pedí una licencia de tres meses y en total la escritura duró tres años. El día que volví de mis vacaciones de diciembre y me senté a escribir, tuve mi primer síntoma y me di cuenta que estaba embarazada. Me pasó una cosa lo más de exótica y es que fueron simultáneos el embarazo de mi hijo y la gestación de una novela.

Mucha gente me dice: “Ay, tu novela fue tu otro hijo”, y yo les explico que no. No hay nada que se compare con la vida humana. Ni las palabras, ni un papel, ni la edición impresa de un libro se comparan con la magia de dar vida. Escribir una novela es un movimiento egocéntrico, gira en torno a ti, mientras que tener un hijo es exocéntrico, se trata de dar, entregarte… No puede haber nada más opuesto para mí.

Con tres semanas a la venta su novela registró como una de las más vendidas en Cali, ¿cómo se siente al respecto?

Ha tenido gran acogida lo cual me hace muy feliz, pero lo que más me ha impactado es que la gente ha compartido su reflexión conmigo. Me escribió una mujer de Nueva York cuando todavía la novela no se conseguía en internet y me dijo: “yo busqué a mi padre durante veintitrés años y lo encontré muerto. Quiero comprar la novela y cuando la lea quiero imaginar que soy tú y que a mí me pasó lo mismo. Quiero vivir a través de ti”. Para mí ha sido conmovedor porque alguien más en el mundo resonó con mi historia y quiso  ser yo. No puede haber nada más poderoso que la literatura en ese sentido porque cuando se conectan líneas, hay vidas que también lo hacen.

Foto:  Bernardo Peña.

Caratula

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