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A los que intentan derrumbarme

BARCO EN TORMENTA

Alonso Rodríguez Pachón
@Alonrop

Tolerante de los diversos pensamientos y actitudes, me estoy construyendo en una sociedad que acepta la desigualdad, que en una mirada de indiferencia latente refleja toda costumbre retrógrada, mimetizada en un baúl del pasado.

Como un desvalido, procuro caminar por un sendero de puntillas que intentan lacerar mi pensamiento, el patrimonio más auténtico que haya heredado de la naturaleza. Pero intentan, sobre todo, impactar con munición de metrallas las paredes indelebles de mi intimidad, lo más preciado que puede tener un ser humano. Todo ser soporta hasta donde el sentido común le atiende. Pero no todas las veces hasta donde su sentido más perverso le incita.

Como una propuesta maliciosa de aceptar dañar al otro, de calcinar en vida las entrañas más delicadas de la libertad y el secreto personal. ¡Animales indelicados es lo que somos! Bestias prefabricadas constituidas por una masa de cera frágil y barata, capaces de exterminar la más mínima molécula, donde el principal objetivo es no dejar el más efímero rastro de existencia. Especie rara e incomprendida refugiada en diques de falsedades, de máscaras débiles carentes de todo pudor que al ritmo de engendros descarriados pierden la razón en el acto más mínimo de su torpeza.

Si se quiere asesinar a una persona no es necesario hacerlo en vida, pues la razón en su estado de locura es capaz de ir fuera de los límites y llegar hasta donde el infinito no ha podido llegar. A ese letargo impalpable y vivo del alma. Y no hago alusión al espíritu. Hablo de aquel ser puro e irremplazable que constituye a la persona como tal: el ser respetuoso y honesto consigo mismo y con los demás.

Lo único que parece cambiar en un ser humano es el alma. Y no por su inmadurez, sino por su fragilidad, porque queda a expensas del atentado de la acción más irresponsable que pulula como el epicentro más feroz del odio.

Impactos de hierro que hieren en las densas capas del aire, de los respiros de vida que nos brinda el destino.

Amparado en el vástago más fuerte y resistente ante las adversidades, aquí me sostengo, aquí sobrevivo. Como el mármol más compacto en coraza de diamantes resisto los impactos más contundentes. Como buen barco en alta mar, aquí me anclo a esta corriente de adversidades. ¡Ven hasta aquí! Cobarde y solapada indiferencia. ¡Acércate! Aquí me hallo, esperando tu última estocada, para que compruebes que mi más grande fortaleza son mis debilidades.

 

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