María Eloísa Cardona
Parte I
Se ha convertido esta carga pesada y adherida a la espalda, ocultando el rostro con sonrisas y mirando al mundo con facciones de alegría. Internamente el alma se degrada, las cargas aumentan y aunque nadie pueda entenderlas mi corazón sigue esperanzado en YHWH (Dios, en hebreo). Si, muchas veces lloro como una niña: exhausta y abatida del camino que he llevado. Y es triste pensar muchas veces que dependo de alguien para quererme. Es tan estúpido. Nadie lo va a hacer. Es una esperanza banal, una utopía que se convierte a diario en lágrimas. Siempre termino en decepción.
La infelicidad estigmatizada por aquellos detalles (las personas les llaman «felicidad») que intentan llenar el alma se convierten en irrelevantes; para mí son un completo estorbo. Soy una persona arraigada al cariño placentero y a la compañía pasajera.
Aprovecho un momento en la noche para empezar diciendo que en realidad a nadie le importa cómo me encuentre, cómo me sienta o, en su defecto, qué me pase. Porque cada quien arma su laberinto y en él se encuentran con muchas puertas: algunas se abren, otras simplemente nunca abrirán.
Y me cubro con una manta para llorar toda esta lúgubre noche, sólo falta llover para entender que mi soledad se condensa más este día. De suspiros brota el dolor incrustado en el alma. Ahonda un vacío que la va consumiendo, no de manera letal, pero sí se desintegra en partículas moleculares donde sale dolor, recuerdos del pasado; que ella quiere rechazar y quiere barrer con la basura del sufrimiento hasta encontrar un camino de luz para apartarse de la oscuridad.
El amor de los hombres no es más que superficial, un momento compartido y una sonrisa pasajera son actos de absoluta nobleza, pero nadie te cuestiona, ¿Cómo está el espíritu, se encuentra afligido? O está consumido de felicidad? Y de quien más esperas es de quien recibes completa decepción, porque la compañía ha de sobrarme en momentos placenteros, pero la verdaderas compañías que necesito son las que no se olvidan de guiarte por el buen camino. Aquellos brindando aliento y una gota de sus fuerzas para no olvidarnos de que no estamos solos. Y sin embargo yo me siento sola… no porque no haya personas preocupadas, lo que sucede es que mi alma sabe de la corrupción y se aflige de muchas reminiscencias pasadas.
Parte II
Hoy solo son pruebas. Estoy entre dos paredes ásperas, llenas de obstáculos, difícilmente puedo salir. Y a medida que corro en medio de ellas su fuerza se aplaca entre el pecho y la espalda. ¡Pobre corazón! se desgarra de dolor, se oprime en medio del desespero, ¡Quiero salir! Grito una vez más. ¡Por favor YHWH, no me dejes en la oscuridad!
Al principio no escucho ningún sonido que mane de las paredes, encuentro ecos de silencio y sólo mi llanto incesante replica ascendiendo y descendiendo. En medio de lágrimas y ahondados suspiros cae una torrencial lluvia, pero; ya no puedo alcanzar una gota de ella. Anhelo saciarme de aquella lluvia. Corren segundos, así mismo las paredes oprimen mi cuerpo. Sigo agotada por el desespero de un fuego infernal propagado en cada rincón. Por un momento me detengo a pensar que Él me ha abandonado en medio de este lugar a punto de clausurarse junto conmigo.
De lo alto una gota escurre: una; ¿Una? no, dos, y toda la lluvia infiltra en aquel lugar. Justo llega el alivio de ver las paredes húmedas y poco a poco mi cuerpo recibiendo descanso.
Posdata: Una prueba. Una prueba de la verdadera devoción. Aunque el dolor aflija, el corazón bombeará más fuerte y recobrará nuevas fuerzas para controlar sus aflicciones.