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«Creo en mi escritura y en eso no le pido permiso a nadie”

 

Fotografía: Maritza Palma
Fotografía: Maritza Palma

 

Jhonwi Hurtado

Entrevista con el ganador del Premio nacional a mejor novela, entregado por la Universidad de Antioquia.

 

El nombre de Rigoberto Gil Montoya suena mucho por estos días en la ciudad de Pereira y en los sitios del país donde se hable de literatura. No es para menos, el escritor y docente que desde los 12 años vive en Pereira, en días pasados fue ganador del Premio a mejor novela que otorga la Universidad de Antioquia con su obra Mi unicornio azul. En el marco de la edición 46 de los Premios nacionales de cultura, ocupó también el segundo lugar en el Concurso nacional de novela corta realizado por la Universidad Pontificia Javeriana con la novela El museo de la calle Donceles. Las dos obras serán publicadas en los próximos meses.

“El que escribe o se mete a escribir pensando que va a ser famoso, que va a tener muchos lectores, que va a ser muy reconocido me parece que se equivocó de reality”, asegura Rigoberto con el tono de quien sabe que la escritura es un oficio que implica construir mucho.

Disfruta la soledad. Su infancia la pasó en pueblos de Risaralda: Quinchia, La Virginia y La Celia. De este último él y su familia tuvieron que salir por problemas políticos en una época de asesinatos bipartidistas. Pero serían estas mismas situaciones las que lo llevarían a trabajar desde muy joven, llegando a laborar con el dueño de una biblioteca en el año 1982, casualmente año en el que Gabriel García Márquez recibe el Premio Nobel de Literatura. “Aunque leía otros escritores, con Gabo es con quien yo empiezo a sentir que vale la pena escribir”.

 

Gabo decía que Colombia es un país de escritores cansados.

Es un hecho, porque pensar ser escritor profesional en Colombia, es muy difícil. Eso implicaría tener una editorial, derechos de autor, cosa que han logrado muy pocos escritores en Colombia. Normalmente un escritor o trabaja en el periodismo o trabaja en la docencia. Pero yo insisto en que si lo que uno hace lo vincula con el mundo de las letras no es tan complicado. Por ejemplo, yo  soy profesor de Literatura, hablo todo el tiempo de libros, evalúo libros, no hablo sino de literatura. Yo no riño con mis oficios.

¿Un escritor debe escribir pensando en los premios?

Eso es delicado. El premio o el reconocimiento que implica un premio es algo ajeno al hecho mismo de la escritura. Si se escribe para ganar premios algo está pasando en la labor o en lo que quiere desempeñar el escritor. Si la obra se construye y hay esa conciencia de que se hizo algo bien, se envía a un concurso y el concurso es favorable, tengo que estar contento, pero si no pasa nada con la obra, la mando a concursos, no gana y eso me desmotiva, entonces algo está pasando. Yo me gané un premio, he sido muy visible en quince días, pero sé que en otros quince voy a volver a ser un completo desconocido. Mi compromiso es con la escritura. Independiente de lo que pase afuera con el premio, continuaré trabajando.

¿Cómo nace la idea de participar en esos dos concursos?

Las dos obras fueron escritas hace un tiempo. La novela Mi unicornio Azul está escrita hace tres años, le he organizado cosas porque los textos hay que acariciarlos. El museo de la calle donceles es una novela de hace año y medio, producto de una experiencia que tuve como profesor en la maestría en estética y creación. Las obras están ahí, he tocado puertas de editoriales, me han dicho que no, por alguna razón la cosa se queda quieta. Por ejemplo tengo una novela que en el 2011 obtuvo el segundo puesto en un premio del ministerio de Cultura, que es quizá el más importante del país. He llevado esa novela a dos editoriales y no ha pasado nada. Pero, digo yo, esa obra en algún momento va a tener su oportunidad.

¿Con qué se encuentra el lector en Mi unicornio Azul?

Espero que se encuentre con un divertimento, que se muera de la risa o se muera de la rabia. Que se meta en la historia y disfrute lo que pasa ahí. Y si no lo disfruta y se molesta, creo que también en ese momento se logra algo con la obra. Ahora, El museo de la calle donceles, creería yo, es un homenaje a la literatura. Hay cierto misterio, y hay un personaje que se mueve mucho por señales que la literatura le da, es un personaje algo paranoico.

Borges decía: “Que otros se jacten de  lo que han escrito, yo me jacto de lo que he leído”. ¿De qué se jacta Rigoberto Gil?

Estoy de acuerdo con Borges, yo suelo decir, y quizá a la sombra de Borges aunque él lo diga mucho mejor, yo suelo decir: he leído poco, pero lo poco que he leído lo he leído muy bien. Entonces digamos que me jacto de eso. Yo creo en mi escritura y en eso no le pido permiso a nadie, independientemente de si gusta o no lo que hago. Soy un convencido de que hago las cosas muy bien. Puede alguien decirme: “A su literatura le falta, usted podría hacer las cosas mejor”. Yo simplemente digo: “Esa es mi educación, no puedo dar más, y envidio la formación de otros autores en el buen sentido. Siempre trato de dar lo mejor de mí”.

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