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‘El poeta es la voz de los oprimidos’

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Manuela Saldarriaga 

Durante la Guerra de Independencia de Argelia, en 1956, nació el poeta Amin Khan. Aunque creció en la capital del país africano y fue allí donde publicó su primer libro (Colporteur, 1980), es reconocido como autor de expresión francesa.

Él, siendo uno de los invitados al 24º Festival Internacional de Poesía de Medellín, suscita en esta entrevista la necesidad de reivindicar el propósito de quien escribe y para qué o por quiénes lo hace, según sea su lugar de origen.

Arabian Blues, una de sus más recientes obras (2012), obtuvo el premio Méditerranée Nikos Gatsos y el François Coppée de la Academia Francesa. Ha sido incluido en diferentes antologías de poesía y también ha ocupado su tiempo en cargos diplomáticos y de relaciones internacionales en Naciones Unidas (Nueva York), el Banco Mundial (Washington D.C.) y la Unesco en París.

Su poesía guarda “piedad por el hombre desnudo / abandonado centinela” y al mismo tiempo —para algunos a destiempo—, piedad por sus recuerdos.

¿Podría ser entendida la poesía como un discurso pacífico?

La poesía es la expresión más grande como fundamento de humanidad en los hombres. La escriben porque los une y los pone frente a las verdades más esenciales de la vida: la justicia y la libertad. En la historia hay una contradicción entre estos valores por los intereses de quienes tienen el poder, ya que los emplean para tener dominio sobre los otros. Así, hacen que se privilegien los actos de violencia porque los necesitan para reafirmar sus puntos de vista y opiniones. Hay un segundo grupo y es el de quienes se resisten a estos actos, pero tienen menos posibilidades de expresarse en los medios de comunicación, porque ya están ocupados por el primer grupo. Esto implica una lucha política por las ideas y, en ese sentido, el poeta es la voz de quienes no la tienen, es la voz de los oprimidos.

¿Cuánto se escucha esta voz en Argelia?

Primero me gustaría decir que en Colombia es una manifestación grandiosa la de la poesía, ya que expresa posiciones históricas y morales. No conozco muy bien la historia de este país, pero, a pesar de su violencia, lo esencial se ha conservado. Las élites intelectuales colombianas están en una muy buena condición para avanzar en la causa y la posición relativa de sus poetas es favorable. En Argelia hay una situación que podría ser comparable. La Independencia es mucho más reciente (1962) y las condiciones de esa guerra fueron muy duras porque durante 130 años habíamos estado colonizados. Luego vino la fase de guerras civiles, aunque no sé si sea un buen nombre para darle porque el paroxismo que lleva es tanto que cualquier idea política se rompe o fractura.

Durante ese siglo de colonización todo cuanto se producía a nivel cultural, político o literario se vio perjudicado por la ocupación. Ahora, la posición de la poesía, que ha sido tradicionalmente marginal en Argelia, sobre todo por estas circunstancias, se vio empeorada en los años 90, cuando empezaron a asesinar a poetas e intelectuales, como Tahar Djaout o Youcef Sebti.

Luego de una guerra, o cuando hay grandes grupos terroristas que son derrotados, aumenta la criminalidad. Creo que también le ha sucedido a Colombia. Sin embargo, en Argelia lo que se produce en arte parece más bien ruinas, no algo vivo, pero la capacidad de resistencia de la gente y su intención por mejorar sus condiciones vitales hacen que la palabra tome fuerza, y más la palabra libre de la poesía, incluyendo la música y la pintura.

¿Qué posición tiene el Gobierno de su país frente al arte?

El Gobierno no ayuda a dar ningún paso pacífico por la democracia y hacia la libertad. La crisis aumenta, las condiciones se agravan y el riesgo de que se siga haciendo todo por medio de la violencia es latente, sobre todo cuando hay una alta corrupción y un desinterés grande de la gente. El Gobierno sólo quiere calmar la ira momentánea. Los poetas y los artistas están en un momento en el que surgen o son tenidos en cuenta, pero de una manera individual; no representan un movimiento histórico ni político, como sí sucedió en otro momento. El poeta en Argelia hace una reconstrucción que tiene pretensiones de futuro. En mi país nunca tiene el impacto que puede tener acá, como lo vi en el Teatro Carlos Vieco, en la inauguración del Festival Internacional de Poesía de Medellín, con más de 3.000 personas. Yo entiendo que los poetas e intelectuales tienen que ser personas libres, que piensen en los otros, pero sin la necesidad de llevarlos y arrastrarlos por un camino.

Cuando uno compara su situación con la de otro se da cuenta muchas veces de que no está solo, que no es el único y, contrario a lo que se piensa, Colombia tiene mucho para seguir guardando esperanza porque a su gente le interesa el arte.

Finalmente, una parte persuade, la otra quiere sugerir. ¿No le parece?

Estoy de acuerdo. Por supuesto el poeta tiene que proponer y lo hace con sus propios principios, con su visión del mundo y con su sentido estético al percibirlo. Lo que para mí es importante en la poesía es que se convierte en un ejemplo de libertad y se asume como responsabilidad, tanto así que en ocasiones se paga con la vida. El sentido de la poesía es la afirmación de los valores de quien la escribe, es una afirmación de lo que piensa.

Sentí un tono de añoranza en la suya. En caso de ser cierto, ¿qué es lo que tanto añora?

Sí, lo que usted dice no es falso, no es una mentira. Es muy perceptiva por haberlo notado. La historia de mi país es bastante particular, muy única, sin la intención de ser chovinista. Aunque estamos en una región compartida en cuanto a religión e historia, podría ser un solo pueblo. Argelia se ha distinguido desde el siglo XIX por la naturaleza de su revolución, por la lucha de hombres y mujeres peleando por un ideal. Mi poesía no es nostálgica, sí añora, pero no es nostálgica, porque diría que está en ella el intento por restituir lo que borraron la represión, la historia oficial, la dominación y todos los movimientos que quisieron negar la realidad de un país. Los argelinos pudimos haber sido los nuevos indígenas de América, así como Palestina en este momento con la desigualdad de poder que sufre. Mi intención es reanudar la historia de valor que se suprimió para que la gente que vive hoy sea libre y tenga dignidad. El trabajo de memoria histórica en mi país intenta proponer un nuevo mundo mejor, pero no uno con ilusiones, porque tengo clara la diferencia entre una ilusión y un sueño, por el que hay que trabajar. Seguramente usted leyó unos poemas precisos para dar con lo que quiero decir, pero tengo muchos más que son diferentes, aunque no abandonan un viaje de retorno por la recordación y la imaginación, fundadas hacia lo que vendrá. ¡Ah!, y es un honor que me entrevisten del periódico en el que escribió Gabriel García Márquez, uno de los escritores colombianos que más he admirado.

Fotografía: Amin Khan nació en Argelia en 1956 y durante su niñez fue testigo del proceso de Independencia y las guerras en su país. / Cortesía – Festival de Poesía

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