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El informe Nacional (Pena máxima V)*

 

Fernando Araújo Vélez

Lo que ganó el plantel del Atlético Nacional no se supo. Sus directivos, encabezados por su presidente Sergio Naranjo, quien ocupó el cargo desde 1987 hasta 1993 y actualmente es alcalde de Medellín, jamás fueron partidarios de dar a conocer esas cifras. Otras, sí. Antes de marcharse del club, Naranjo presentó un informe a la Asamblea General Ordinaria de socios en el cual detallaba puntualmente los logros de su gestión. Uno de sus primeros párrafos decía: “No se trata de consignar aquí un informe lleno de logros para satisfacer la vanidad de quienes tuvimos la fortuna de estar al frente de la misión. Simplemente se trata de dejar para la historia la concreción de una exitosa labor de equipo en la cual tomaron parte activa ustedes, señores accionistas, directivos, técnicos, empleados y jugadores, y que proyectada a nivel nacional e internacional jugó un papel decisivo en la consolidación del balompié del país.

No se trataba de consignar un informe lleno de logros para satisfacer la vanidad, decía Naranjo. No obstante, en el documento de 16 páginas no hay espacio para los fracasos. Sólo para el éxito. Se habla allí de que la última clasificación mundial de la FIFA ubicó a Nacional como el equipo número 23 en el mundo (el mejor colombiano) y que El País de Montevideo lo consagró como el más importante conjunto colombiano en 1993, pese a no haber disputado la Copa Libertadores de América. Hizo un recuento de los títulos obtenidos -la Libertadores de 1989, la Copa Interamericana de 1990-y de los juegos más importantes disputados por el cuadro verde. Dentro de este último rubro había un párrafo dedicado al partido que se jugó en diciembre de 1989 ante el A. C. Milán de Italia. Decía Naranjo que «la disputa de la Copa lntercontinental en Tokio ante el Milán en diciembre del 89 marcó un récord absoluto de telespectadores para un elenco colombiano. La señal (de televisión ) fue enviada hacia 98 países y se estima una audiencia cercana a las 500 millones de personas”.

Recordó, además, que, según un estudio de Napoléon franco y Cía., denominado “Intereses, opiniones y sentimientos sobre el fútbol colombiano”, Nacional es el equipo de mayores preferencias no sólo en Medellín sino en el país. También se refirió a otro estudio, de la firma Phillips, en el cual se concluía que “Nacional es en todas las plazas del país -con excepción de Medellín, por supuesto -el segundo en preferencia después del local”. Nacional, como fenómeno de fútbol de exportación. Nacional, como semillero y base de las selecciones colombianas. Nacional, como responsable de la nueva imagen del país en el exterior. Nacional, como pionero en ventas a Italia de futbolistas criollos (Faustino Asprilla fue vendido al Parma en 1992). Nacional, como estandarte de las divisiones inferiores en Colombia. Nacional, como meta comercial. Nacional, como paradigma de imagen corporativa … Nacional, como modelo administrativo y financiero.

El documento prosigue: “Siempre hubo un énfasis especial en ajustar la entidad a todos los marcos legales. Tan eficiente fue esa labor, que entre 1987 y 1993, Atlético Nacional recibió visitas por parte de la Superintendencia de Sociedades, la Oficina de Control de Cambios y la Administración de Impuestos Nacionales y siempre los informes de quienes acudieron a examinar el funcionamiento y los libros consagraron el manejo transparente y adecuado en todos los órdenes  De hecho, a lo largo del período mencionado, el Club ha conntado con el Reconocimiento Deportivo de Coldeportes, para cuya revalidación es requisito cumplir con todos los dictados de la legislación Colombiana”.

Al ex presidente de Nacional se le olvidó anotar en su informe que en enero de 1989 la Superintendencia de Control de Cambios obligó a su club a pagar la suma de 60 millones de pesos por cambio y uso ilegal de dólares (la sanción también cobijó a Millonarios). Se le olvidó al señor Naranjo aclarar que Coldeportes le ha revalidado su Reconocimiento Deportivo a todos los equipos colombianos, sin excepción, desde su creación, en 1968. Y mencionar a Coldeportes equivale a tocar otro punto crucial en esta historia negra. Decía años atrás el periodista Fabio Castillo: “Coldeportes nunca ha tomado ninguna iniciativa para purificarlos (a los diferentes deportes). Todos sus directores han preferido convivir con la mafia. O antes bien, pedirle ayuda. Cuando Julio Nieto Bernal dirigió Coldeportes, le remitió a Pablo Escobar un estudio sobre la creación de una corporación que se encargara de llevar los ciclistas colombianos al Tour de France. Su director en Antioquia, Ramiro Vélez Res trepo, le había escrito en abril de 1983 al mismo narcotraficante, para felicitarlo por el techado de canchas de fútbol y básquet en Medellín, y le ofrecía en venta, a precios cómodos, implementos deportivos”.

Hoy, el director del Instituto es Luis Alfonso Muñoz. En 1972, siendo ya dirigente, se hizo pasar por boxeador para poder asistir a los Juegos Olímpicos de Munich. No le importó dejar por fuera a un deportista que había  entrenado un año para participar en el certamen. Tampoco le interesó este antecedente a quien lo designó. Como también se le olvidó al actual alcalde de Medellín mencionar que cuando se gestionaba el traspaso de Asprilla al Parma se encontró en la cárcel de Envigado (La Catedral) una autorización firmada por Pablo Escobar. Y que esa negociación se vio seriamente comprometida por oscuros manejos en los papeles del jugador. En un capítulo titulado ‘Finanzas’, Sergio Naranjo anota:

“En 1987, la Presidencia y el Comité Ejecutivo recibieron una institución con un pasivo de 225 millones de pesos. Dicho período concluyó con un déficit de 15 millones de pesos. Pero más importante que la recuperación económica fue la recuperación de la imagen del Club, en ese entonces desvalorizada hasta límites insospechados. Se había perdido la credibilidad en el sector bancario, en el comercio,  e incluso en el ámbito del fútbol. En 1988, por primera vez en la historia del Atlético Nacional, la corporación obtuvo una utilidad de nueve millones de pesos. A partir de entonces, con algunas fluctuaciones, producto de circunstancias ajenas al fútbol, como la suspensión de nuestro estadio para la realización de partidos internacionales o la suspensión del torneo de 1990 justamente en la etapa decisiva, la Corporación se ha movido dentro de unos parámetros de equilibrio o de déficits de menor cuantía, eso sí, sin dejar de cumplir con la más mínima de sus obligaciones. Al momento del cierre del período de 1993, la Corporación obtuvo utilidades por cerca de 129 millones de pesos, producto de un manejo adecuado de los recursos, de un apoyo masivo de la hinchada y de un gran esfuerzo en el desarrollo de los programas de comercialización. La eficiencia de la gestión administrativa en el campo financiero se traduce en el hecho de que a lo largo de los siete años del período de ‘puros criollos’, los socios jamás tuvieron que aportar la más mínima cantidad de dinero para el funcionamiento del Club. Hoy, Atlético Nacional es una empresa sólida gracias a la proyección de una imagen seria y a la respetabilidad de que goza en todos los órdenes. Ello se traduce en una valorización incalculable”.

El señor Naranjo atribuye la suspensión internacional del estadio Atanasio Girardot y la del torneo de 1989 a “circunstancias ajenas al fútbol”. Como si las amenazas de muerte recibidas en Medellín por el juez uruguayo Juan Daniel Cardellino no tuvieran nada que ver con el fútbol. Como si el asesinato del árbitro cartagenero Álvaro Ortega, ocurrido el 15 de noviembre del 89, también en la capital antioqueña, no tuviera tampoco relación con el fútbol. Minutos después de que la Confederación Suramericana de Fútbol sancionara a Medellín e hiciera repetir los juegos ante Vasco da Gama, Naranjo, molesto y herido, dijo que la Federación Colombiana de Fútbol lo había dejado solo y que no prestaría a sus jugadores para la Selección Colombia. Pero los futbolistas de Nacional jamás dejaron de vestir el uniforme de Colombia. Ni por su propia iniciativa ni por pedido expreso de dirigente alguno. En cuanto a la suspensión del Atanasio Girardot, en Colombia se dijo que se trataba de una “persecución” y  una “patraña”.

El día de la suspensión, a Naranjo no se le ocurrió decir: “Somos culpables, trabajemos para cambiar todo esto”. No. Prefirió denunciar que lo habían dejado solo y calentar los ánimos. Hasta el momento nadie ha sido capaz de decir que la sanción fue incluso benévola con Colombia. Como hasta ahora nadie ha sido capaz de decir que las declaraciones hechas por el señor Toft, director de la DEA en Colombia por varios años, son ciertas. A Medellín la sancionaron porque allí un árbitro internacional fue amenazado de muerte si no pitaba a favor del local. Un hecho sin precedentes en la historia del fútbol.

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Por los años setenta ya algunos mafiosos se habían infiltrado en el fútbol. Nadie los acusaba, nadie les pedía cuentas, ni dentro de ese mundo ni por fuera de él, pues entonces la sociedad los aceptaba, respetaba y utilizaba para realizar negocios y financiar campañas políticas. El fracaso en el Mundial de Estados Unidos, los asesinatos de Álvaro Ortega y Andrés Escobar, las amenazas a Juan Daniel Cardellino, el secuestro del árbitro Armando Pérez, etc., etc., todo ello no fue ajeno a esa influencia. No podía serlo.

Entre los primeros dineros sucios que hubo en el fútbol figuran los de Hernán Botero Moreno, el mayor accionista que tuvo Atlético Nacional en la década del setenta. Precisamente del Nacional que años después heredaría Sergio Naranjo. Botero, quien se hizo célebre por mostrarles billetes de dólares a los árbitros en pleno estadio y por su captura v posterior extradición a Estados Unidos,  el 15 de noviembre de 1984, era un oscuro hombre de negocios. Laboraba en Medellín y era propietario del Hotel Nutibara, donde controlaba una agencia de éter -Inversiones Nutibara- que usaba para lavar dólares y enviar droga a Estados Unidos.

“Una investigación de la Superintendencia de Control de Cambios de Colombia comprobó que los Botero Moreno (Hernán y Roberto), a través de la casa de cambios Inversiones Peinado Navarro y Cía., que funcionaba en el primer piso del Nutibara, lavaron, de Miami hacia Colombia unos 34 millones de dólares”, decía la revista Semana del 12 de julio de 1994. En febrero de 1981 se impartió la primera orden de captura contra Hernán Botero, acusado de lavar 52 millones de dólares. Se le señalaba, también, como copropietario (el otro dueño era Octavio Piedrahíta) de un cargamento de 1.762 kilos de cocaína, incautado en Miami hacia febrero de 1982. Cuando fue extraditado a los Estados Unidos, contrató los servicios del ex magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Luis Eduardo Mesa Velásquez, quien recibió un millón de dólares por su trabajo. Pero todo fue infructuoso. Y el fútbol colombiano,  como era de esperarse, protestó. La División Mayor del Fútbol Colombiano, Dimayor, se declaró en duelo y suspendió una fecha del campeonato profesional.

Después, Nacional pasó a manos de Hernán Mesa, pero durante su gestión, el club quebró. Fue entonces cuando apareció Octavio Piedrahíta, quien además controlaba al Deportivo Pereira. Poseía una firma, Maribel Ltda.,  exportadora de confecciones en cuero. Sus productos se despachaban principalmente a Estados Unidos. Posteriormente se supo que a través de esa empresa el ‘dirigente deportivo’ lavaba dólares. En 1986 Octavio Piedrahíta fue asesinado. En la actualidad, el presidente del Pereira y dueño del pase de Rubén Darío Hernández, máximo goleador del campeonato rentado de 1994, es Rafael Gaviria, sindicado como narcotraficante por las autoridades norteamericanas.

En los últimos años se habló con insistencia acerca de la influencia de Pablo Escobar en el Atlético Nacional. En cuanto a cifras, bonificaciones y asuntos por el estilo, nunca se pudo comprobar nada. Pero Escobar estaba ligado a Nacional. Por sentimientos y por intereses. Mientras estuvo recluido en la cárcel de Envigado, los jugadores del equipo fueron a visitarlo. Dicen en Medellín que allí estuvo todo el plantel, y en más de una oportunidad. En La Catedral se encontró un balón con los autógrafos de todos y cada uno de los integrantes del club paisa. Pero el caso más sonado, el caso que trascendió las fronteras, fue el de José René Higuita. El portero antioqueño fue a visitar a Escobar en la cárcel el 30 de junio de 1991, a plena luz del día. Fue captado por los noticieros de televisión y, ante las mil preguntas que le formularon, sencillamente respondió: “Es un amigo que se encuentra en prisión. ¿Qué tiene de malo visitarlo?”.

René Higuita ha sido uno de los principales protagonistas del fútbol colombiano en los últimos años por su manera de jugar -innovadora, inteligente, explosiva, arriesgada- y también por su personalidad, tocada por las mismas características. Como jugador, sus enemigos le critican algunos goles que en momentos decisivos le anotaron, como el de Roger Milla, de Camerún, en el Mundial de Italia; como persona, esos mismos enemigos le sacan a relucir, cada vez que pueden, su participación en la liberación de la hija de Luis Carlos Molina Yepes, acción por la cual estuvo preso durante seis meses. También le enrostran la visita a Escobar y una agresión física contra el periodista César Augusto Londoño en el aeropuerto José María Córdova de Ríonegro.

Antes del Mundial de Estados Unidos, Higuita volvió a ser centro ele atracción. No para la opinión pública ni para los medios informativos, pero sí para el gobierno de César Gaviria y algunos apostadores. Días antes de que Francisco Maturana diera a conocer la lista definitiva de jugadores que irían al campeonato, recibió un llamado del Presidente de la República. Palabras más, palabras menos, el mandatario le pidió al técnico que no incluyera a Higuita, puesto que su presencia sería perjudicial para la imagen de Colombia en el exterior, y, sobre todo, en Norteamérica. Como se sabe, Higuita no fue tenido en cuenta por Maturana. En parte por la solicitud de Gaviria, en parte porque algunos apostadores amenazaron con asesinar al arquero y a los técnicos si aquél viajaba a Estados Unidos. Y pensar que cuatro años antes, el entrenador nacional había dicho que si René Higuita no tuviera algún error sería Dios… A principios de diciembre de 1994, el sucesor de Maturana, Hernán Darío Gómez, presentó la lista de preseleccionados para el nuevo equipo colombiano de mayores. Y allí, pese a múltiples oposiciones, Gómez incluyó al señor Higuita.

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Años atrás un ministro de Estado se atrevió a denunciar que la mafia se había apoderado del fútbol colombiano. A aquel hombre, Rodrigo Lara Bonilla. no le perdonaron sus verdades. Lo asesinaron el 30 de abril de 1984. Años más tarde, un personaje cercano al cartel de Medellín, decía:  “Mire, no podíamos permitir que por una simple declaración se nos fuera al suelo el negocio. Y no es que fuera muy grande. Lo que ocurría es que servía para camuflar otras cosas. ¿Me entiende? Lo del ministro Lara fue también una manera de decirle a los demás que se callaran, que si hablaban correrían con idéntica suerte. Y tan mal no nos fue. Después de lo de Lara Bonilla pasó mucho tiempo antes de que alguien volviera a abrir la boca. Hubo libertad, buen fútbol, dinero para todos. títulos… ¿Qué más podían pedir? Además, no sólo fuimos nosotros los que nos beneficiamos. Hubo mucha más gente que se llenó de plata. Claro, ahora ninguno de esos habla, pero cada vez que podían, iban donde El Patrón (Pablo Escobar) a pedirle alguna ayudita. Los del deporte, los de la política, los empresarios, las reinas, todos lo buscaban”.

Con la muerte de Lara Bonilla nada cambió. Bueno, nada cambió con respecto al manejo que ciertos individuos le daban al fútbol. El dinero decidía lo que debía decidir la pelota. Así, por ejemplo, el Depones Tolima, un equipo chico de toda la vida, jugó dos años consecutivos la Copa Libertadores de América (en las dos oportunidades fue subcampeón del torneo colombiano) . Tan modesto era el Tolima, que su estadio no cumplía con los requisitos exigidos por la Confederación Suramericana de fútbol para partidos de Copa Libertadores. En aquel entonces, el dueño del cuadro  era José Manuel Cruz Aguirre, primo de Ignacio Aguirre Ardila, El Coronel, quien fue anfitrión de la cumbre de la mafia realizada en Bogotá en 1976. El segundo fue asesinado por rivalidades entre organizaciones del narcotráfico y el primero, reclamado en extradición por el Perú, acusado de tener vínculos con el comercio ilícito de drogas. En el ambiente del fútbol Cruz Aguirre era conocido porque siempre compraba de contado los pases de sus jugadores.

El Deportivo Independiente Medellín, el Deportes Atlético  Quindío, el Unión Magdalena, el Independiente Santa Fe… Todos esos equipos también estaban ligados él los gánsters. En el Medellín, Héctor Mesa era el patrón. Cuando quebró, le vendió sus acciones a los hermanos Piedrahíta y a Pablo Correa Arroya ve. Escribía Fabio Castillo que los partidos de este equipo, cuando no se resolvían a su favor en la cancha, se resolvían en el Hotel Amarú, de propiedad de uno de los Piedrahíta. iVaya casualidad! Ese mismo hotel fue utilizado como centro de concentración del Atlético Nacional en repetidas ocasiones y por la Selección Colombia en una que otra oportunidad. Finalmente, Correa Arroyave fue asesinado, al igual que otro accionista del DIM, el señor Pablo Correa Ramos.

El Atlético Quindío es de Genaro Cerquera Baquero desde los años ochenta. Muchas veces se le vinculó con narcotraficantes del Caquetá y en el ambiente sano del fútbol se comentan con insistencia sus turbios negocios. No obstante, la Fiscalía, en la segunda semana de diciembre de 1994, emitió un comunicado en el que aclaró que Cerquera no posee ningún cargo, pues no existen pruebas en su contra. Del Unión Magdalena se sabe que es manejado desde 1986 por Eduardo Dávila Armenta, quien, desde 1973, es señalado como propietario de grandes cargamentos de marihuana que se envían a Estados Unidos, Italia y Puerto Rico. A finales de los ochenta había cuatro órdenes federales de arresto contra  él: las del 29 de agosto de 1973 (por un juez de Tampa), el 8 de mayo de 1975 (por un juez de Pensacola), el 18 de mayo de 1977 (por un juez de Oklahoma) y otra por tráfico de cocaína. En la actualidad está encarcelado en Estados Unidos por tráfico de narcóticos y lavado de dólares.

La de Independiente Santa Fe es otra de esas historias largas y oscuras. Después de su último título, obtenido en 1975 (los artífices futbolísticos de esa victoria fueron, entre otros, el argentino Carlos Pandolfi y el volante Alfonso Cañón) el equipo pasó a ser manejado por un grupo llamado Inverca, de Fernando Carrillo. A este señor se le señalaba como propietario de una cadena de droguerías en Colombia a través de la cual se distribuían insumos para el procesamiento de la cocaína. En noviembre de 1978 Carrillo fue acusado de distribuir en Miami el alcaloide que producía. En mayo de 1981 se le formularon cargos por haber participado en despachos de cocaína a La Florida. A mediados de la década del ochenta, Santa fe pasó a ser propiedad de Silvio y Fanor Arizabaleta Arzayús, reconocidos mafiosos del Valle del Cauca que tenían estrechas relaciones con el cartel de Cali y el club América. Los jugadores de este equipo pasaban al conjunto capitalino sin ningún problema. Y los de Santa Fe iban al América por sumas irrisorias, como sucedió con Eduardo Niño, Wilmer Cabrera, Jorge Eduardo Balbis, José Angulo y Freddy Rincón. Todos ellos, figuras en Santa Fe, fueron ‘vendidos’ al conjunto caleño en la temporada de 1989. Pero el dinero no se vio. Efraín Pachón, presidente de la institución bogotana, dijo que el club tenía muchas deudas, las cuales se habían cancelado con la venta de Balbis, Niño, Cabrera, Angulo y Rincón. A Pachón, quien hasta 1994 fue tesorero de la Federación Colombiana de Fútbol, se le ha acusado de deshonesto varias veces en los medios de comunicación. Incluso, tiene varias demandas en su contra por incumplimiento en el pago de salarios, estafa, realización de negocios ficticios, etc. Dicen algunas fuentes que supuestamente ingresó al cartel de Cali como testaferro de los hermanos Arizabaleta Arzayús. Días antes del Mundial de Estados Unidos, la embajada de ese país le negó la visa para ingresar a territorio norteamericano. ¿La razón? Haber visitado a René Higuita en la cárcel Modelo. Sin embargo, en Estados Unidos se afirma que tiene antecedentes delictivos. Cuando Pachón se retiró del club y pasó a la Federación, apareció César Villegas.

Según el diario La Prensa, de Bogotá, Villegas, “el mayor accionista del equipo rojo, es conocido también en los círculos sociales como economista y empresario y como una de las personas que más cerca estuvo de Ernesto Samper Pizano -también hincha de Santa Fe- en la pasada campaña presidencial”. En la revista Cambio 16, de junio 27 de 1994, se lee: “Es conocido por sus intermediaciones en la compra por parte del grupo venezolano Di Mase de los bancos colombianos Tequendama y Ganadero. Es accionista del noticiero de televisión NTC.  Es un viejo amigo de Ernesto Samper. Fue él quien trajo, en un jet expreso desde Montreal (Canadá), al médico John Mikins, internista de fama mundial, quien atendió y verificó el tratamiento de Samper tras el atentado del que fue víctima hace cinco años.  A pesar de su cercanía con Samper, quien en la intimidad lo llama Yogui, fue marginado de la campaña presidencial por rumores sobre sus negocios”.

Según el artículo publicado por La Prensa el domingo 16 de octubre de 1994, “…Villegas fue subdirector de la Aerocivil. Cuando abandonó el cargo, fue investigado por la Procuraduría por enriquecimiento ilícito. Junto con Juan Manuel Turbay -gerente de la campaña de Samper- y con el propio Samper, fundaron una firma de consultoría llamada VTS (Villegas-Turbay- Samper). Colaboró con las finanzas de la campaña para la Constituyente de Fernando Carillo, pero ambos rompieron sus relacione  cuando Villegas trató de intermediar ante Carrillo –nombrado ministro de Justicia-  para impedir el cambio de la radicalización del proceso de Gilberto Rodríguez. Por esos días, invitó al ministro a almorzar al Jockey Club de Bogotá y aparecieron en la misma mesa el técnico de fútbol Gabriel Ochoa Uribe y el periodista Alberto Giraldo”.

Pocos días después el directivo de fútbol envió  una carta al diario, en la que negaba todo lo que se había publicado. También habló para el Diario Deportivo , y expresó que había varios periodistas (Carlos Antonio Vélez, Iván Mejía, César Prieto… ) que le estaban declarando la guerra sin motivo alguno. El miércoles 8 de diciembre, en una reunión celebrada en el Gun Club de Bogotá, César Villegas anunció que, en compañía de Edgar Plazas, había comprado las acciones que poseía el Banco Ganadero en Santa Fe. Villegas y Plazas pasaron, así, a ser los dueños del equipo rojo . Ese mismo día, le manifestaron al periodismo que era lo mejor que podía ocurrir, pues de esa manera el grupo sería más fácil de manejar. Desde entonces, Villegas es amo y señor en el Independiente Santa Fe. Y el fútbol colombiano sigue su camino. Un camino que inició por amor, por pasión, por romanticismo. Un camino que después se torció. Lo del Mundial de Estados Unidos no fue casualidad, hay que repetirlo mil veces. Fue consecuencia de toda esta historia. Esa frustración, así como la muerte de Andrés Escobar, comenzaron a escribirse hace muchos años.

* Este es el quinto capítulo del libro Pena Máxima, publicado por Planeta 18 años atrás.

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