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Los pecados capitales de Messi

messi por domenico dolce 2013

Nelson Fredy Padilla*

Nos enteramos, poco a poco, de que el mejor jugador de fútbol del mundo no es ni tiene por qué ser el mejor ser humano.

Primer pecado: lo veo en calzoncillos en las ediciones digitales de hace dos semanas, cayendo en la tentación de lucir los abdominales y algo más, fracasando en el intento de Dolce & Gabbana  de posicionarlo como ícono lujurioso, como Armani lo hizo con David Beckham y Cristiano Ronaldo, símbolos sexuales, chicos malos.Las fotos en blanco y negro de Domenico Dolce no exploran zonas grises, muestran más del manido Lionel Messi: la timidez y la fachada de niño bueno acentuadas con un escapulario, una cruz; ¡atrás una efigie de la Virgen María con el niño Jesús en brazos! La originalidad de la producción sumó candelabros y ¡cirios encendidos! El mensaje para la prensa farandulera: “adelanto de un libro que estará a la venta a partir de noviembre y cuyos dividendos serán destinados a la fundación del futbolista”. Percepción personal: no es altruismo, no es filantropía. No creo que Messi sepa el real significado de estos términos porque no lee, según confesó en el perfil que le hizo Leonardo Faccio para la revista ‘Etiqueta Negra’. No leyó ni siquiera un libro que le regaló Pep Guardiola, su extécnico, titulado “Saber perder” (Anagrama), novela del español David Trueba que yo leí y es una esclarecedora mirada a las derrotas de la vida.

Segundo pecado: la ignorancia. Messi hubiera podido aprender de la historia de vida de Ariel Burano, un genial jugador de fútbol, zurdo, que deja Buenos Aires para fichar por un equipo español. La fama lo llama y lo atrapa… Pero Messi no quiso aprender a perder.

Tercer pecado: la pereza. Prefiere dormir y cuando no duerme piensa en la siesta, le insistió a Faccio, aunque por lo que vamos sabiendo de sus negocios no parpadea cuando se trata de ceros a la derecha.

Cuarto pecado: la avaricia del multimillonario. El objetivo de las grandes estrellas de nuestra cultura del espectáculo es aparentar un alma humanitaria con tal de pagar menos impuestos por sus fortunas. En el caso de ‘La pulga’, multiplicar, como si fueran pocos, los 33 millones de euros que, según Forbes, factura al año en el Barcelona incluida la reventa de su imagen de alma de Dios por el mundo, bondad capitalizada hasta por la Unicef.

Justo cuando pensaba en que no se debe prejuzgar, se conoce que la Fiscalía de Barcelona lo investiga junto a su padre, Jorge, por un fraude de evasión de impuestos que supera, por el momento, los cuatro millones de euros. El diario ‘El País’ de Madrid dice que “el padre del jugador ordenó a los asesores buscar una fórmula para rebajar la factura fiscal del deportista. Estos crearon un entramado de empresas radicado en países de baja fiscalidad considerados como paraísos fiscales, Belice y Uruguay, para gestionar desde allí los derechos de imagen del delantero del Barca para pagar menos a Hacienda”. Son tres delitos fiscales por irregularidades en las declaraciones de 2007, 2008 y 2009. Y lo que falta por revisar. Según el artículo 305 del Código Penal español, ameritaría una pena de entre uno y cuatro años de cárcel. Como se trata de Messi, seguramente el escándalo no pasará de una multa y de un “todo fue a mis espaldas”, “yo sólo me ocupo de ser el mejor futbolista del mundo”. El comunicado oficial de la familia Messi dice: “Nos hemos enterado por la prensa de las acciones iniciadas por la fiscalía española. Algo que nos causa sorpresa porque nunca hemos cometido infracción alguna. Siempre hemos atendido todas nuestras obligaciones tributarias siguiendo los consejos de nuestros asesores fiscales, quienes se encargarán de aclarar esta situación”. Difícil creerles. Ya lo había advertido el exagente Fabián Soldini, el hombre que llevó a Messi al Barcelona y quien tuvo que demandarle el justo pago de sus comisiones.

Quinto pecado: la ira bajo la piel de cordero. Durante la liga española 2008 Pep Guardiola lo criticó en público luego de que una cámara de televisión lo captó escupiendo al volante portugués del Málaga Sergio ‘Duda’ Barbosa en La Rosaleda. Y eso que aquel día ganaron 4-1. En 2011 escupió a los pies de José Mourinho y provocó a los hinchas del Real Madrid el día que el Barcelona venció 3-2 en la final de la Supercopa española. Mourinho le respondió haciendo un gesto de cuando algo apesta. ‘La pulga’ también se desahoga a las patadas contra las vallas publicitarias como en mayo pasado jugando contra el Betis. El día que debutó en la selección mayor de Argentina lo expulsaron sin haber cumplido un minuto de juego.

Toda esta letanía no para condenarlo, sino para recordarle a los millones y millones de obnubilados “messianicos” que Lionel Andrés Messi Cuccitini, el hijo de la barriada rosarina, al que los codiciosos empresarios del fútbol y la codicia del Barcelona patentada en una servilleta no le dejaron vivir los caprichos de la niñez y la adolescencia,  tiene derecho a equivocarse, a dar pasos en falso, porque también es un ser humano, no en la dimensión futbolística ni personal de Maradona, no con el egocentrismo y la soberbia de Cristiano Ronaldo, pero sí un mortal más.

Sexto pecado: no es el jugador perfecto. Sabemos de sus cualidades con el balón y de su corazón genuino para dotar de pupitres a su antigua escuela en Rosario y por eso no analizamos todos sus matices en el plano deportivo. Se le endiosa por sus goles y jugadas y porque sí, porque hizo un pase como miles, porque cobró un penalti como muchos, porque es el que vende y por eso no se le critica. El otro día le escribí a los periodistas deportivos de Espn, la mayoría argentinos, preguntándoles por qué no incluyeron en su ‘Not-top-ten’ esa jugada del partido de eliminatoria entre Bolivia y Argentina donde queda solo frente al arquero, no define y le entrega con inocencia el balón en las manos. Uno de los peores partidos que ha jugado.

Estuvo cerca a la perfección en el amistoso entre la España que acababa de coronarse campeona del mundo y Argentina. Lo vi ese 11 de septiembre de 2010 en el Monumental de River y le dediqué una crónica titulada “El sexto sentido del fútbol”. Messi por la izquierda, Messi por la derecha, Messi yendo por al balón a su propia área, Messi lanzándose al piso para defender. Messi gestor del 4-1. Ese día fue el diez opuesto al del Mundial. ¿Por qué no jugó con esa actitud en Sudáfrica?, era la pregunta entre los periodistas argentinos y españoles. Carlos Carbajosa, enviado especial del diario español El Mundo, me advirtió cómo cambia de una afinada mentalidad y actitud cuando juega con el Barca a la intermitencia cuando lo hace con la selección nacional.

Volví a verlo en vivo el miércoles 30 de enero de 2013 durante el empate 1-1 por la semifinal de la Copa del Rey, en el Santiago Bernabéu. Fue un Messi apático, insípido, sin ambición –no se echó el equipo a la espalda, como sí lo hizo y lo hace Iniesta así no le den el Balón de Oro. Ver “Futbolín desde el vomitorio 507” -. Así jugó contra Colombia y Ecuador en sus más recientes partidos. Tal vez el de 2014 sea su mundial o tal vez nunca sea campeón del mundo. El escritor uruguayo Eduardo Galeano dijo una vez: “Messi es el mejor del mundo porque no perdió la alegría de jugar por el hecho simple de jugar. Lo hace como un chiquilín en su barrio, no por la plata”. Ya no estoy de acuerdo con el admirado autor de ‘El fútbol a sol y sombra’. El emporio Leo Messi Management evidencia hoy que ‘La pulga’ se hace elefante.

Séptimo pecado: es argentino. Recobra vigencia la “Diatriba contra Messi” de Martín Caparrós, publicada en la revista ‘Soho’ hace dos años: “un señor con demasiado nombre… tan aburrido… su cambio más morboso: su imagen, poco a poco, se hace otra. En los últimos meses hemos sabido, por ejemplo, que es un módico déspota del vestuario, un tiranito silencioso —si te castigo, tú sabrás por qué— y que buena parte de la habilidad de Guardiola consistió en aprender a escuchar sus rabietas mudas y a darles la respuesta adecuada: los despidos de Eto’o y de Ibrahimovic, sin ir más lejos (habrá que ver con Neymar). Y que los nuevos en el Barça solo pueden sentirse aceptados cuando el reyecito empieza a darles pelotas en la cancha. Y que por eso los pequeños jugadores argentinos de selección hacen cola para decir en cada entrevista que Lio es el más grande y que ellos están ahí para dársela redonda… Pero, sobre todo, empezamos a saber que su carne —y su fama y su dinero— también puede servir para otras cosas: que va saliendo de la Play donde vivía, que se está haciendo hombre. Desde que algunos tabloides porteños dieron a luz las orgías siliconadas de su piso 34 en el Puerto Madero, el pequeño Amadeus está varios pasos más cerca de volverse argentino y, ahora sí, de amenazar a Maradona en su propio terreno. Vemos —en vivo y en directo— la construcción de un mito bobo: es un show imperdible. Vemos cómo se va resquebrajando la imagen de ese señor que ahora se llama Lio Messy, cómo se le va cayendo la máscara del chico bueno que nunca rompió un plato, un chico sin dobleces, sin peculiaridades, sin perfumes. Una imagen demasiado buena o demasiado ñoña para ser verdad, una imagen tan aburrida que solo pudo mantenerla con goles y más goles, una imagen que no le alcanzó para hacerse argentino. Ahora, por fin, se decidió a trabajar en el asunto: tiranuelo, putañero, un hombre”.

Sólo añado que los Messi son originarios de la italiana Recanati, cuna del poeta Leopardi, el mismo que en su canto sobre “La vida solitaria” escribió: “En otro tiempo, lleno de inocencia,/ tus bellos rayos acusar solía,/ cuando me denunciaban de los hombres/ a la mirada, en la ciudad, o cuando/ ver me dejaban el humano aspecto”.

 

*Editor de la edición de domingo de El Espectador

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