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Sentada en su silla verde

Crédito: Flickr, Fabrizio Sciami
Crédito: Flickr, Fabrizio Sciami

Rocío Hoffman (*)

Para dar cuenta del oleaje que ha suscitado en el mundo de la moda –y otros territorios aledaños- la presentación de la nueva campaña publicitaria del irrepetible No. 5 de Chanel protagonizada por Brad Pitt -el primer hombre elegido para semejante misión- transcribo un par de párrafos de la escritora Amélie Nothomb en su libro “El sabotaje amoroso”: Nada permite tanto dárselas de algo como decir: “acabo de llegar de China”. Y todavía hoy, cuando intuyo que alguien no me admira lo suficiente, recurro a un “cuando vivía en Pekín”, pronunciado como quien no quiere la cosa y en un tono de voz indiferente./ Es una especificidad real, ya que, después de todo, también podría decir “cuando vivía en Laos”, que resultaría mucho más excepcional. Pero no tiene tanto glamour. China es lo clásico, lo incondicional, es Chanel No. 5”.

La referencia contundente al perfume elegido en 1921 por Gabrielle Chanel no es una casualidad. Su esencia creada a partir de la mezcla de más de ochenta componentes se apoderó de la actitud de buena parte de las mujeres del siglo pasado y continúa haciéndolo en este que nos toca vivir. Un perfume que logró sustituir compañías y camisones en las noches de Marilyn Monroe; que ha guiado el olfato de incontables hombres en busca de seducción y que significó para Coco Chanel “haber ganado la lotería” según su gran amiga, la pianista rusa Misia Sert. En suma, el No. 5 es –como apunta Nothomb con su trepidante prosa- un ícono. Y para representarlo, 191 años después, fue elegido –en palabras de “Vanity Fair”- otro ícono masculino que representa cómo Chanel irrumpió en los armarios de los hombres e hizo de las chaquetas y de las gorras, revolucionarias prendas para las mujeres. Y el ganador fue Mr. Pitt, integrante del conocido dúo Brangelina.

El comercial de menos de cuarenta segundos ya rueda por todos los rincones del globo. Incluso en Bogotá, la embajada de Francia dispuso esta semana su residencia privada para apoyar a la mítica marca francesa en esta nueva etapa con un elegante evento. Fiel a la máxima de Madeimoselle Chanel, incluso la mayoría de las asistentes optó por el petit rob noir que, como el No. 5, reinará hasta la eternidad.

Lo que nadie calculó es que la participación de Brad Pitt acaparara la atención hasta el punto de ser uno de los comerciales más parodiados y replicados en internet. El director británico Joe Wrigth (lo ha sido también de las películas “Ana Karenina” (2012) y de “Orgullo y prejuicio” (2005)) grabó al actor en un estudio cerrado, ante un fondo gris en el que un Brad Pitt de melena suelta y chivera, vestido con camisa blanca y pantalones informales, recita en una suerte de estado gélido del alma, un guión insólito: palabras tremendas como “fe, suerte, destino, inevitable” forman frases vacuas vocalizadas en un tono muy grave por el actor. No es una oración pero parece; no es un juego de palabras pero resulta; no es un texto dramático y se vuelve histriónico. Así lo han interpretado desde compañías productoras como “The daily buzz” o “Meetingmousetv” hasta un sinnúmero de espontáneos quienes, cámara en mano, han imitado el formato hasta el paroxismo.

Me detengo en Coco Chanel. En la creadora. ¿Qué estaría pensando y diciendo esta mujer, apoyando de manera tan característica su cabeza sobre el brazo? Su cerebro, rápido como un rayo, no se dejaría amilanar, desde luego. Si no lo lograron las caricaturas de Sem que publicó “Le Fígaro” en los años 20 o los ataques literarios de un joven Paul Morand sobre ella y Boy Chapel, su gran amor y apoyo incondicional, entonces tampoco infligiría daño el huracán “Pitt” que se acaba de desatar (no confundir con “Sandy”, por favor). Coco Chanel replicaría seguramente que es el costo inevitable de ser una celebridad.

Pero todo este revuelo en la industria del lujo y de la moda, sí pone los reflectores sobre asuntos de calado: ¿Miden con suficiente criterio los creativos y cabezas de los conglomerados empresariales que heredan estas marcas, el impacto de sus decisiones? Más aún, ¿conocen en verdad los hilos fundamentales que articularon en su momento cabeza, talento y emociones de los verdaderos inventores de los mundos cuyo rumbo determinan hoy en día ellos?

Para quien quiera seguir profundizando en este tema -porque a mí el espacio se me acaba- pueden siquiera asomarse a lo que está pasando desde 2008 con la marca Vionnet. Una casa de modas fundada por la magistral costurera francesa Madeleine Vionnet en 1912 (sin ser amigas, tampoco se odiaban tanto con Coco Chanel) para mostrar cómo se podían hacer los cortes al bies y cómo llegarían a ser de asimétricas las prendas de las mujeres. Vionnet fue comprada por el ex director de Valentino, Matteo Marzotto y la socialité kazaja de fortuna petrolera, Gaukhar “Goga” Ashkenazi. Vayan a ver lo que está pasando con las colecciones que presentan desde hace cuatro temporadas. El debate está abierto.

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(*) Colaboradora.

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