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Cuando los universos se estrellan

Santiago Valenzuela

En un barrio deprimido de Carpathia, Ucrania,  el sonido de unos acordes rasgados acarició  el aire y alteró el ambiente. El vocalista de la banda Gogol Bordello,  Eugene Hütz, tocaba la guitarra sobre un terreno árido. No le molestó la mirada de los nativos. Un hombre sin camisa y bigote se acercó; quería tocar una canción. Detrás de ellos, bajo el marco de una ventana sin vidrio, dos niños observaban.  Mientras tocaba un acorde en do mayor, Hütz le preguntó:

–          ¿Dónde está tu guitarra?

–          Son muy caras para tener una aquí.

–          ¿Qué música tocas?

–          Gitana.

Hütz desvió la mirada; intentando ocultar una leve sonrisa.  En  abril de 1986, en Striy, Ucrania, la familia de Hütz huyó del país. Algunas versiones dicen que fue el miedo a la explosión nuclear en Chernóbil lo que los llevó a buscar nuevos caminos. Otra hipótesis, también plausible, es que la familia migró por el simple hecho de hacer parte de los gitanos Sirva Roma; conocidos en el universo de la música y la herrería. Desde una edad muy temprana Eugene vio a su padre, un carnicero, tocando guitarra  en una banda de rock. La mayoría de tiempo su madre bailaba claqué y alzaba la voz recitando versos gitanos.

Fue necesario pasar por Polonia, Hungría, Austria e Italia antes de que Hütz llegara a Vermont, Estados Unidos, como refugiado político en 1990.  The Fags y Flying Fuck se llamaron los primeros proyectos musicales de Hütz. Aferrándose al siguiente proverbio de Bukowski :“lo que más importa es lo bien que caminas por el fuego”, el músico gitano terminó su creación y el resultado fue Gogol Bordello; una banda de ocho músicos con sangre de diferentes nacionalidades.

Hartos de vivir con la sombra del imaginario colectivo de ser migrantes fueron completando partituras. Cambios de tempo acelerados, letras anti globalización, baladas de guerra, suaves melodías de violín y abruptos cambios de batería  le dieron forma a lo que hoy es  Gogol Bordello.

En 2007 Hütz ya compartía escenario con Maddona y la idea de que pasara por Colombia no era muy verosímil. Las 1.800 firmas de la campaña “traigamos a Gogol Borello a Colombia” dieron resultado: fue la noche del 5 de noviembre en el teatro Royal Center. La razón de que hayan decidido venir puede ser un enigma. La letra de la balada when the universes collide, que fue interpretada pasada una hora del concierto,  quizá diga algo al respecto: I grew up around different part of town, but even the universes collide (Yo crecí en una parte diferente del pueblo, pero de todas formas los universos se estrellan).

Minutos antes el piso había comenzado a temblar. Destellos de luz iluminaban los círculos de baile mientras algunos asistentes empezaban a ‘poguear’. El ritmo de immigraniada  aceleraba la respiración la audiencia.  Esta canción, que  lleva consigo el símbolo de la inmigración,  fue la que unió todas las voces en el Royal Center. In corridors full of tear gas, our destinies jammed every day. Like deleted scenes from Kafka, flushed down the bureaucratic drain. We’re coming rougher, we’re coming rougher every time. (En pasillos atestados de gas lacrimógeno nuestros destinos se destrozan  cada día, como escenas suprimidas de Kafka, bajo el desagüe burocrático. Venimos cada vez más rudos, cada vez más duros).

Dicen que suena a punk gitano. Por la crudeza del primer álbum los críticos suelen etiquetar a las bandas musicales. Las siete producciones que han creado desde 1999 suenan diferente; con elementos de continuidad como los cambios distorsionados y la voz de Hütz, cierto, pero baladas como Illumination dejan planteada una incógnita sobre el género”.  Gogol Bordello lo resume así: “nuestro teatro es caótico y espontáneo y por eso es alarmante y provoca polémica.” El punk gitano es un referente vacío.

Cuando se trata de influencia musical, Eugene Hütz  habla de  Hendrix  y Parlamient-Funkadelic; por momentos se acuerda de The Clash y Manu Chao. Pero hay un personaje latente en su discurso: Nikolái Gogol. Puede ser una interpretación  obtusa decir que la influencia de Gogol Bordello es la utopía satírica. “But I’ve heard voices, not in the head, out in the air, they called ahead. Through ripped out speakers, through thick and thin, they found a shelter under my skin” (Pero oí voces, no en mi cabeza, afuera en el aire, que llamaban hacia el frente.  A través  de altavoces, en las buenas y en las malas, encontraron un refugio debajo de mi piel.) Undestructable”, penúltima canción de Gypsy Punks: Underdog World Strike, 2005.

En Bogotá Hütz  no se olvidó de la filosofía  y el alcohol. No habló mucho con el público pero cantó sobre Foucault y la globalización. Al final, después de haberse tomado la mitad de una botella negra sin corcho, Hütz empezó a tocar acordes a ritmo de bolero : Just to thank you one more time, for everything you’ve done: alcohol.” (Solo quiero agradecerte, una vez más, por todo lo que has hecho: alcohol).  Y sin importarle si la audiencia con apetito de pogo lo seguía o no, recitó las frases finales: “Now we reunite  (alcohol), and forever be divine (alcohol). Screw a light bulb in my head (alcohol) may that ceremony be happy or sad…”. (Ahora nos reunimos (alcohol), y para siempre ser divino (alcohol).  Atornilla un bombillo en mi cabeza (alcohol),  puede que la ceremonia sea feliz o triste.) ¡Te amo Eugene! Gritaba  una mujer que, desde una esquina, se recuperaba de los pogos anteriores y escuchaba la balada.

La visita de Eugene Hütz a Carpathia  terminó en una fiesta; mientras tocaba arpegios incompletos su compañero de bigote marcaba los tempos con dos cucharas. Las casas en obra negra pasaron al paisaje desértico del lugar. La danza gitana había comenzado.

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