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Flickr, epSos.es
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Silvia Guzmán Bohórquez (*)

Bruno y Benito, un par de amigos que dejarán de serlo al final de esta historia, quedaron en encontrarse un miércoles en la tarde en el lugar De Siempre. Desde que se conocen, Las Señoras Circunstancias –como pasa con las relaciones que uno asegura en su momento que durarán eternamente– estuvieron siempre de su lado (hasta que dejaron de estarlo). De una forma extraña, sus vidas se han compensado desde que son amigos. «Eso quiere decir que la vida cree que hacemos un buen equipo juntos».

Cuando tenían 8, después de clase de natación, Bruno y Benito sostuvieron la conversación más importante de sus vidas en la silla trasera del carro de la mamá de Benito (que como cosa vieja que se respete, mantiene la forma del cuerpo de las personas que la han usado). Esa tarde, con el cansancio típico que deja la piscina, resolvieron que si por alguna razón Las Señoras Circunstancias un día dejaban de estar de su lado, ellos debían obedecer y separarse sin poner resistencia.

En el cumpleaños número 11 de Bruno, Benito le regaló un balón de fútbol. «Yo le dije a mi papá que a ti no te gustaban los deportes pero él no me hizo caso». Mientras estaban fingiendo que eran felices jugando fútbol (para no hacer sentir mal al papá de Benito que les estaba tomando fotos), Bruno se cayó y se partió un brazo en el momento justo en el que el hueso del brazo de Benito se hacía fuerte para cargarlo. «Ya nada nos sorprende», le respondieron en coro al médico.

Cuando tenían 25, Bruno y Benito solían ir a lugares repletos de personas-solas-que-no-querían-parecer-solas a tomarse alguna cosa y charlar un rato. Uno de esos días, Bruno se enamoró de una mujer-verdaderamente-acompañada que no se enamoró de él de vuelta. Lo habría hecho si Bruno no se hubiera puesto la camisa horrible que le regaló de Navidad la mamá de Benito. Benito también se habría enamorado de la mujer-verdaderamente-acompañada (y ella de él de vuelta) de no ser porque se estaba amarrando los zapatos. «Ya nada nos sorprende», habrían respondido en coro si estuvieran leyendo la narración de su historia.

A sus 72 años, Bruno y Benito estaban tomando café y hablando acerca de la amistad, mientras Las Señoras Circunstancias estaban tejiendo (como siempre). Benito afirmó que encontrar un amigo era lo mejor que podía pasarle a alguien. Y Bruno por su parte, tras fruncir el ceño, dijo con vehemencia que aunque encontrar un amigo era algo muy bueno, existían cosas mejores, como el amor.

Sorprendidos, después del primer silencio incómodo que tuvieron en la vida, Benito se levantó de la mesa, se amarró su bufanda en el cuello, abrazó a Bruno por última vez y partió para siempre.

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(*) Colaboradora.

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