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Leyendo la primera página de El Espectador

Flickr, Jon S
Flickr, Jon S

Dixon Moya Acosta (*)

Leo la primera página de El Espectador publicada hace 125 años y experimento la emoción nostálgica del tiempo sin retorno, de una época que no conocimos pero que a través de sus palabras nos traen costumbres en donde la ética del trabajo y la honradez primaban.

El periódico se presenta anunciando que cuando por algún motivo se suspenda se devolverá a los suscriptores (en esa época suscritores y suponemos con acento paisa) la suma correspondiente a los números que fallen. Política que debía mantenerse en la actualidad por parte de todos los medios de comunicación.

Aparte de la nostalgia por los valores perdidos, la curiosidad también se incentiva y valdría la pena que algún reportero nos hiciera el favor de indagar por algunas preguntas que nos deja esta primera página. Se dice claramente que El Espectador publicará avisos y remitidos, qué entendemos por un remitido, quizás un artículo de opinión? Lo que hoy se llama pomposamente una “columna”? En qué consistía la política de canjearse con periódicos nacionales y extranjeros? Acaso uno terminaba de leer El Espectador y luego podía cambiarlo por otro?

Los titulares de la primera página de El Espectador hace 125 años, en su mayoría anuncios publicitarios de los primeros patrocinadores del periódico, daría para ricas crónicas sobre su historia y desarrollo, acompañadas de las fotografías actuales de los sitios en donde antaño estuvieron estos locales de comercio, trabajo y cultura. Repasemos aquellos anuncios

Encontramos una presentación publicitaria de vanguardia por su diseño, que algún diseñador moderno podría retomar y que quizás su posición se debió a que no cabía de otra manera, me refiero al anuncio de calzado, con su orientación vertical, el cual promociona zapatos muy elegantes de marroquín y de becerro. Habría que indagar en las zapaterías si venden en la actualidad productos de estas pieles particulares y si no es así, por qué dejaron de hacerlo.

“La Moda Elegante”, almacén de Sebastián Bravo, tenía el mérito de promocionarse en latín, con un Sine Qua Non, ahora la “moda elegante” seguramente será promocionarse en otro idioma, ojalá inglés, diciendo algo así como “sale” “outlets” o cosas por el estilo.

Suponemos que el aviso de abogado de Rafael Uribe U., corresponde al gran líder, pensador y mártir liberal, quien laboraba en la calle de Cundinamarca una cuadra arriba de San Juan de Dios. Existe esa dirección actualmente? Qué funciona allí? A propósito, se puede conseguir el Diccionario de correcciones abreviado de Rafael Uribe U.? Cuánto costaría actualmente de conseguirse esa primera edición? Los coleccionistas tienen la palabra.

Don Miguel Salas, ofrecía para Semana Santa, magníficos paños negros labrados y sombreros de copa. En esto sí observamos un cambio drástico de costumbres, al pasar del riguroso y elegante luto a los bikinis y tangas para celebrar actualmente la Semana Santa. Hoy qué funciona en el lugar donde se encontraba el consultorio de abogado de Benjamín Palacio en Medellín? Cuál fue la historia laboral del Dr. Palacio, algún caso interesante?

Resultaría muy interesante indagar sobre la revista ilustrada mensual “El Progreso”, editada en Nueva York, la cual publicaba artículos frecuentes sobre Colombia, suponemos  en español. Quiénes era sus editores? A cuántas ediciones llegó?

Cómo se vería hoy un anuncio como el de don Manuel J. Álvarez, agente de negocios quien se ocupaba de minas, baldíos, compra y venta de oro y plata. Esos asuntos chocarían con la locomotora minera? Si actualmente alguien se presentara conforme lo hacía Ricardo Castro como comerciante, comisionista y consignatario, sería investigado por posible participación en una pirámide o captación ilícita de dineros?

Si uno fuera a una bodega, granero, supermercado o tienda, el dependiente sabría si uno le pide lampreas? Esto se desprende del apetitoso anuncio del cual se concluye que se comía y se bebía muy bien, al menos en Medellín, pues se habla de salmón, ostras, langostas, bacalao, carne de carnero, pavo, champaña y vino oporto en damajuanas. Curazao doble de Amsterdam. Ginebra de Holanda. Esto con “Revolvers” Smith & Wesson finísimos, mil cosas más. Esta publicidad que parece la relación de la dieta de la Pobre Viejecita, de manera simpática anuncia que continuará (como en los seriales de televisión). La invitación entonces es a investigar estas costumbres gastronómicas de las clases altas paisas,  relatar su evolución y por qué al lado de los alimentos se promocionaban armas de fuego.

Al final, una pregunta central es si apareció o no el primer tomo de Historia Universal extraviado a Manuel S. Toro? Quién era este señor que de manera entrañable paga un anuncio para recuperar un libro, que posiblemente prestó a un ingrato amigo?

En conclusión, gran página fue la primera de estos 125 años, en los cuales el Espectador le ha cumplido a Colombia, que le siga cumpliendo por mucho tiempo más.

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(*) Colaborador.

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