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Mil amores

El caminante

Fernando Araújo Vélez (*)

La tarde en que fue a conversar con su padre se le refundieron todas las frases. Era un manojo de nervios. Tuvo que ser don José quien diera el primer paso. En un tono medio le dijo que él ya sabía de qué quería hablarle. Le ofreció un whisky. Le contó de su soledad, y de la soledad hablaron un rato largo.

Diego se negaba a aceptar que un hombre así, poderoso, millonario, con una familia perfecta y amigos por doquier, se sintiera solo. Don José le decía que sí, que ese era precisamente el precio del poder y de todo lo demás, la soledad, pues él no podía confiar en nadie, intuía que quienes se le acercaban lo hacían por interés, hasta sus propios hijos y doña Isabel, que en paz descanse. Así se debe sentir Dios, dijo después de una pausa y un trago medido de whisky. Diego en sus 22 años, en su exaltación, en su amargura, le pidió que no le hablara de Dios, y menos él. Dios no existe y usted lo sabe muy bien, a pesar de sus misas y su devoción. Yo no voy a discutir contigo sobre Dios, dejémoslo allá, en su infinita soledad. No, porque es de ahí que parte todo. ¿Qué es todo? Usted, mi madre, yo. Mira, tu madre es una mujer ideal, perfecta. Y por eso la dejó. Hay cosas que ahora no vas a entender, o mejor, no vas a aceptar. Que usted prefiriera a otra, por ejemplo. Si quieres la verdad cruda, sí. La verdad cruda, eso es lo que busco desde hace tiempo, la verdad cruda. Pues ahí la tienes. Y ahora me va a decir que mi madre no era conveniente. Es correcto. Y que el amor es un asunto de juventud, un engaño al que no hay que prestarle atención. El amor son muchas cosas, no sólo el fuego ardiente de la juventud. Muchos amores, dirá usted. Muchos amores, sí, unos más lindos, más ensoñadores, otros más serios, más racionales. Y otros más convenientes. Si quieres usar esa palabra, estás en tu derecho. Perdóneme, yo no lo veo así, creo en el amor, punto, en un solo amor por el que uno da la vida si es el caso. Vuelvo y te repito, eso es lo que piensas ahora. Para usted todo es cuestión de conveniencias, el amor, los hijos, el dinero, el poder, las mujeres. Por ahora puede parecer así, igual tengo muy en claro que debo dejar una puerta abierta para lo que venga, y no sé qué será.
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