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Juan José Millás, asaltado por sus delirios

Juan José Millás
Juan José Millás

El escritor español de visita por estos días en Hay Festival, lanza hoy su más reciente novela, ‘Lo que sé de los hombrecillos’

Angélica Gallón Salazar (*)

¿Por qué es tan importante para usted tener tiempo para el paseo?

Empecé a pasear porque un médico me mandó a que caminara, y empecé un poco obligado, y a poco descubrí que era una actividad muy creativa, fantástica. Camino hora y media o más,  es medio misterioso de explicar para la gente que no camina,  pero después  de tener un cuarto de hora caminando, los neurotransmisores  empiezan a trabajar diferente, mi cabeza se pone a cien, es un espacio muy creativo, del que ahora no podría prescindir, es para estar solo, conmigo mismo. Es el gran descubrimiento de mi madurez.

Sus novelas suelen estar atravesadas por mundos oníricos, ¿qué relación tiene usted con sus sueños?

Es una instancia de la realidad que está llena de sugerencias y mensajes, yo creo que a mí hay pocas cosas que me gusten más que recordar los sueños cuando me despierto, son materia de pensamiento de reflexión y a veces también materia de escritura. A mi más que el sueño me gusta el ensueño, que es esa zona que está entre la vigilia y el sueño, la tengo cuando despierto, bueno pues hay un rato cuando tengo un pie en el mundo de acá y en el de allá,  es una zona muy creativa, en la que puedes dirigir los sueños,  en donde el delirio está sujeto.

De dónde salieron estos hombrecillos que protagonizan su más reciente novela ‘Lo que sé de los hombrecillos’

Estos hombrecillos nacieron en mi infancia, porque en mi casa había muchas cucarachas, entonces todas las mañanas cuando me iba a poner los zapatos  siempre tenía  que revisar que dentro de ellos no hubiera una cucaracha. En algún momento, por estas  suposiciones que hacen los niños, cambié las cucarachas por hombrecillos, quizá porque podía soportar mejor  la repugnancia moral de aplastar a un hombrecillo, que la del asco físico de aplastar una cucaracha, y como los niños son muy delirante, yo creo que incluso  vi salir a un hombrecillo y esconderse debajo de la cama. Ahí empezó una relación con estos seres, pero a veces la materia que tienes más cerca es la que menos se ve, y nunca se me ocurrió que fueran objetos de escritura, pero hace pocos años, un día, soñé con ellos y al despertarme me dije, esta es la señal de que debo escribir sobre ellos. Pero la verdad, esta novela me dio la sensación de que ya estaba escrita en mi parte de atrás.

¿Cómo manejar la verosimilitud en un universo tan fantasioso?

Tiene la verosimilitud de un delirio, de un delirio continuado y  el delirio para el delirante tiene la fuerza misma de la realidad.

¿En qué momento decide que este hombrecillo va a ser una réplica, el doble del profesor de economía?

Yo de alguna manera sabía que el tema de la novela iba a ser el del doble, ya lo había trabajado desde otros puntos de vista en otros libros, de hecho es un tema que es nuclear en mi obra, a mi  me interesa mucho el tema del otro, la copia, el doble, el reflejo, y en el momento que yo supe que esta novela era sobre este tema, no fue difícil suponer que el hombrecillo se convertiría en el alter ego.

¿Qué es lo que cuestiona tanto sobre la otredad?

En la tradición literaria y oral el gemelo es siempre un gemelo malvado, es el que representa el lado oscuro, y cuando está externalizado, como en este caso, lo que representa es ese otro yo que nos habita cuyos intereses normalmente no coinciden con los nuestros. El ser humano es un caso excepcional en la naturaleza, porque  es el único que está dividido en el sentido de que le gustan las cosas que no le convienen, que no ocurre en otra especie.

El profesor de economía vive en este delirio ¿por qué disfruta tanto como escritor poner a sus personajes a vivir en los márgenes?

Es un profesor de economía, que en apariencia al menos es una ciencia racional, lleva una vida reglamentada, disciplinada, sometida a horarios, tiene un matrimonio convencional, pero  es un hombre que sabe que está loco, y lo sabe desde su infancia, y el hecho de haberse montado una vida tan tradicional, no tiene otro objetivo que tratar de evitar la locura, tratar de evitar que aflore el lado oscuro que lo ha atormentado toda su existencia. Yo suelo decir que la  gente normal es muy rara, porque cuando se acentúa la normalidad por algo es. ¡Bueno! hay un momento de su vida, que todo aquello que ha intentado reprimir surge con la fuerza de lo reprimido. Yo creo que con el lado oscuro conviene pactar, llegar a un acuerdo, porque si se le reprime sale como un escape de gas en una tubería. Te ataca y te pone el mundo patas arriba.

¿La literatura le ayuda a lidiar con sus propias escisiones?

La literatura es un modo de conocimiento, de la realidad y de uno mismo, la concibo como un modo de autoanálisis, ha sido vital para mi propio conocimiento.

En su novela ‘Mundo’, ¿cómo fue el ejercicio de darle un vistazo al Juan José Millas de la infancia y convertirlo en personaje literario?

Fue como bajar al sótano, los sótanos de las casas suelen estar  mal iluminados, húmedos, suele haber bichos, sin embargo, de vez en cuando hay que bajar porque ahí están todos los cimientos y bueno creo que la infancia es el sótano del edificio en el que nos convertimos después. Uno no puede cambiar lo que sucedió, pero sí cambiar la relación que tiene con ello. Cuando la escritura  se interna en esos territorios es un modo de contarse a uno mismo de otro modo las cosas.

Usted suele decir que la escritura consiste en rehacer aquello que se rompió, ¿cuál fue la ruptura que lo convirtió en escritor?

En lo manifiesto hay algo muy evidente y es un viaje que tengo a los 6 años desde Valencia a Madrid, eso fue un corte porque Valencia es una ciudad en el Mediterráneo, con su luz, la hermosura de un clima cálido y tiene mar. Mi familia se tuvo que trasladar a Madrid por una caída económica, y llegué a la Madrid de los años 50, una ciudad rota, gris, y fría hasta el terror, y muy inhóspita, y sobre todo era una ciudad que no tenia amor, yo no podía entender, ¿qué se había hecho el mar? Ese corte fue la metáfora de otros cortes venideros en mi vida.

Cuando uno tiene una obra tan amplia como la suya, algo así como 30 títulos publicados, ¿cuál es la relación que establece el escritor con tantos personajes creados?

No tengo ninguna relación con lo ya escrito. Mantengo un afecto por mi obra hasta que la publico, incluso un par de meses después, pero una vez pasado ese tiempo, pongo mis energías en otra cosa, no tengo afecto por mi obra, no me releo jamás. Siempre mi afecto está puesto en mi obra en marcha.

¿Cómo conviven en usted la faceta de periodista y la de escritor?

No imagino mi vida de otro modo,  mi  periodismo le debe mucho a mi literatura de la misma manera que mi literatura le debe mucho a mi periodismo, que son dos territorios entre los que me muevo con idéntica comodidad, cuando hago periodismo no tengo la sensación de no hacer literatura, sólo que la materia ya me viene dada.

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(*) Periodista de El Espectador.

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