El Magazín

Publicado el elmagazin

Para burlar la cifra (Otra historia de amor)

Goodbye, my love, Flickr, Temari 09
Goodbye, my love, Flickr, Temari 09

Patricia Stillger *

Las estadísticas no son mi fuerte, pero he aprendido lo básico a lo largo de la vida. Mi suegro viajaba en avión constantemente y exponía, no sin gracia, una teoría más que inquietante: – Uno debe llevar la bomba- decía.

– ¿Por qué?

– Así, las probabilidades que otro lo haga se reducen a cero.

Esa idea me quedó instalada -y que traducida a algo que entiendo empíricamente- es para mí, algo así como que el que pega primero, pega dos veces.

El tema es que mi madre entró al hospital con más de ochenta; una pancreatitis que volaba y ustedes no tienen idea de lo que yo quiero a esa mujer. Y las estadísticas merodeaban en su contra a todo galope.

Jamás cuento mis intimidades, así es que les evitaré el tono y la profundidad de la despedida entre mamá y yo esa primera noche, pensándola la última.

No estaba en terapia intensiva: -Allá no van a poder hacer nada más de lo que nosotros ya estamos haciendo.-

– ¿Quiere avisarle a algún pariente?-

 Miré a la doctora preguntando.

– Sí, es muy grave-

– … –

-No se ponga así, que vamos a tener que atenderla a usted; ¿¿¿No queremos eso, no????

– No-  No queremos eso.

Y mi madre empezó a resistir con todo. Le puso onda. Yo le  hacía de clown tardes enteras. Se reía la vieja. Le habían hecho desaparecer los dolores a fuerza de derivados de morfina. Estaba lúcida, pero con pronóstico más que reservado.

Por la cama de al lado, desfilaron varios personajes. También ahorro drama. Todo era espantoso. Cambiaban todos los días.

Finalmente se produjo un vacío, un vacío de un día.

Mamá dormía. Me fui a estirar las piernas al pasillo.

Un camillero traía a alguien a toda velocidad. Detrás, una mujer lloraba. La vi venir, doblada en dos, llorando calladita.

– Disculpame, pero escuché a la enfermera. Mi madre tiene lo mismo; ¿ella es tu mamá?

– Sí – y lloró. También lloré.

– Si están juntas, pueden comparar síntomas, seguirlas como en bloque, qué se yo. El caso de mi madre ha llamado la atención de los médicos por la resistencia. No sé… En una de esas te trae suerte…

Por primera vez en varios días sonreí. Y la otra mujer también. Se llamaba Virginia.

La acuestan, la entuban por todos lados, las dos iguales; edad, tomografías, ecografías. Igual. Como la mierda.

Tercer día. Mi madre empeora, la de Virginia repunta. Pagábamos una enfermera a medias para la noche.

– Virginia. Esta noche me quedo yo a cuidarlas. Quiero quedarme. Necesito quedarme.

Tres de la mañana. Todo apagado. Las dos roncaban. Me pareció percibir mayor dificultad en la respiración de mamá. Me dispuse para una noche difícil. Saqué una almohada extra del locker. La mullí, le puse una funda que había traído de casa. Con la almohada no se jode, aunque esté plastificada. O justamente por eso. Cerré la puerta.

No soy una persona religiosa, pero estaba dispuesta a adoptar la posición, el cuerpo volcado sobre la enferma. Había visto al cura el primer día, con la  paciente de la cama de al lado. Se inclinaba sobre ella y le ponía la mano en la frente.

– ¿Vos quién sos?

– Soy el padre bzzz bzzz bzz, vengo a darte el bzzz bzz.

– Dame el yogur. Sin volcar. Lavate las manos primero.

Y el cura cambió la hostia por la cucharita. A esa la dieron de alta ese mismo día.

Le puse la mano en la frente. No se despertó. Le puse las dos manos en la frente y después en las mejillas. Se agitó.

– Shhh… Está todo bien.

Miré afuera. Todo apagado. Casi me acosté al lado de ella. En un solo gesto la almohada cayó en su cara y mi cuerpo cayó en su cara y en su cuerpo. Me asustó la resistencia, pero la sostuve con más fuerza que la necesaria.

Lloré por todo lo que significaba; me imaginé una infancia más plena que la mía y no pude. Unas empanadas más ricas y no pude; unos nietos que la amaran más y no pude. Por eso lloré por todas las madres del mundo, por todas las hijas que se quedarán solas algún día, por mí, por la pobre Virginia, porque voy a morir con el secreto, por las estadísticas y por la felicidad de ver de nuevo a mamá, ahora, regando como siempre las plantitas del jardín de su casa.

————————————————————————————-
(*) Colaborador y escritora argentina.

Comentarios