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Nacimiento y caída de la prensa roja (Primera entrega)

• Stanislaus Bhor emprende un viaje tras las huellas de un extraño periodista (Jaime Ramírez), y pasa revista al periodismo revolucionario de los años 70s, a las fracturas ideológicas de la izquierda, a las sombras proyectadas de Camilo Torres (cura sublevado) y de Rojas Pinilla (dictador demócrata), a García Márquez y Orlando Fals Borda enfrentados al interior de una revista, y al fracaso de aquellos que tampoco hicieron la revolución. Serie en diez entregas, especial para El Magazín on-line.

 

Jaime Ramírez Ramírez

 

Stanislaus Bhor*

Nacimiento y caída de la prensa roja

Esta es la historia del año en que tampoco hicimos la revolución. Esta es la historia del periodismo revolucionario, de la prensa de izquierda. Esta es la historia de un preboste que nadie conoce. Fue editor de un periódico rojo. Se hizo guerrillero y murió combatiendo. Durante cinco años dirigió, redactó y publicitó El Trópico, órgano que nació independiente de los partidos políticos, pero a finales de los sesentas, la línea editorial se inclinó por el partido del ex dictador Gustavo Rojas Pinilla. Cuando el fraude orquestado por el presidente de turno le quitó a Rojas Pinilla las elecciones y quedó Colombia en las manos de Misael Pastrana Borrero, el director de El Trópico se hizo guerrillero y desapareció para siempre.

Esta es la historia de un periódico rojo de provincias que nadie conoce.

A quien le interese, aquí esbozo su historia.

El último día de su vida

Lleva dos horas oculto tras el tronco de una ceiba. De cansancio se le duermen los pies. No puede reclinarse y descansar, ni abandonar la posición por una más cómoda: a pocos metros está el ejército. Una patrulla completa. Acampan. Almuerzan. Llevan dos días sin probar bocado desde La Gran Bestia que almorzaron entre siete guerrilleros. Un mico para siete hombres que se mueren de hambre desde hace cuatro días, cuando empezó el operativo militar en su busca. Está cansado de ver comer a los soldados, latas de carne de diablo y galletas de soda. Es el mayor de la cuadrilla. Lleva ocho días en el monte y no logra amoldarse. Tiene la rodilla hinchada por una vieja lesión. Se mueven por aquella zona selvática porque los operativos militares los fueron cercando. Al otro lado del río quedaron los cuerpos de dos guerrilleros rezagados. Al parecer los remataron. Lo peor que les puede pasar a estas alturas es que capturen al comandante, a Tirapavas, y fusilen al resto. Cree haberlo visto todo en ocho días: ha saboreado el hambre, conoce los delirios de un compañero enfermo de paludismo, los estragos de la manigua, ha visto morir, ha visto matar, ha oído las bombas que caen del cielo con su silbido letal. Llevaba ocho días sin ver a su mujer y ya la extraña. Sabe que ella seguirá al frente del periódico, sacándolo casi en la clandestinidad, redactándolo casi sola, con un amigo, con un fotógrafo. ¿Lo que más pesa es vivir sin escribir? No. Lo que más pesa, en el monte, es la rodilla luxada. Y la perspectiva de no volver a ver a sus cuatro hijos. Piensa en Lucero, la mayor. Piensa en su naricita cleopatra. Piensa en su pelo ondulado, en sus ojos negros. La imagina de grande, convertida en reportera, en los staffs de un periódico nacional. Piensa en su hijo con el que comparte el nombre y la sangre, pero aunque trata, lo encuentra informe: no comparece ante su memoria. El rostro del niño es un reflejo en un charco revuelto. Ahora un rugido. ¿El de su estómago? Hambre. No puede pensar en nada más. Está en los huesos. Las tripas roen las cavidades. Es tan sonoro el lamento de su estómago que el comandante, desde su trinchera de juncos a cinco pasos, le hace un gesto con las cejas arqueadas. En la señal advierte que los soldados, a diez metros, lo pueden oír, y entonces empezará el tiroteo. ¿Pero cómo obligar a un estómago vacío a no lamentarse? La orden de Tirapavas es dejar que se vayan. No enfrentarlos. Evadir el cerco. Son siete contra veinticinco. No tiene suficiente munición. No hay salida. Un ruido se oye entre la tropa. Voy a cagar, dice un soldado. Lo oye nítido, y oye las risas del otro centinela. El soldado se acerca hacia los juncos y las raíces del árbol donde está oculto Tirapavas. Desata el cinto y se acurruca al frente. Donde está puede ver la postura privilegiada de Tirapavas para disparar sobre el soldado. El soldado ni siquiera lo advierte. Puja. Los muslos blancos y mórbidos como yucas hervidas. Casi oye la respiración. Su sobrepujo. Tirapavas puede matarlo a quemarropa. Un tiro a bocajarro. Con una calibre 16. Le destrozaría la cabeza como una papaya. Boom. Pero sería tal vez el último tiro que disparase el comandante. Ahora el hedor. El soldado está suelto. Hay sangre en la hez. Debe tener disentería. El soldado busca una hoja para la limpiarse. Entorna la vista. Lo ve. A Tirapavas. Es un instante. Definitivo. Un destello. La fiera que ve a la presa. Pero ahora los roles se han invertido. La presa cazará a la fiera. Tirapavas apunta. El soldado empalidece. El centinela habla a diez metros. Pregunta si necesita papel. Si el soldado responde al sarcasmo, no habrá de otra: disparar. Si no responde, no habrá de otra: disparar. El soldado cierra los ojos, inclina la cabeza entre las rodillas y grita: ¡Bandidos! Un grito de horror, que es una alerta. Al mismo tiempo, el tiro calibre 16 le revienta la cabeza. Es el fin. Por fin.

Así comienza.

Perfil para subir a Wikipedia

Estamos en los años sesentas. Crisis de los misiles. Mayo del 68. Woodstock. Nixinger: el dúo dinámico. Guerra en el sureste asiático. Al final de la década, el presidente de Estados Unidos ordena un bloqueo marítimo a las costas de Vietnam del Norte y un periódico rojo colombiano llamado El Trópico comenta así la noticia en su editorial:

«Resulta curioso que en un país como los Estado Unidos, donde es peligroso ser candidato a la presidencia de la República, por los atentados de que son víctimas, el presidente Richard Nixon con una actitud parecida a la de los esquizofrénicos autores de dichos atentados, señale al mundo su peligrosidad abocándolo al peligro de la tercera y definitiva guerra. Porque no otra cosa es lo que ha hecho al ordenar el bloqueo a las costas marítimas de Vietnam del Norte, violando leyes internacionales de libre navegación y comercio, sólo por crearse una fama criminal para que el pueblo norteamericano lo reelija en el cargo de jefe de esa nacionalidad.»

Puro estilo Trópico. La prosa empieza irónica, pasa a sarcástica y llega a energúmena, alocada, subjetivista, con énfasis escritos en mayúsculas, y descalificaciones a políticos salpicadas de epítetos:

«Este sujeto, Sandoval, no tiene más méritos que el de haber estado preso en Bucaramanga por estafa de $10000 que hizo al periódico Amarillo Vanguardia Liberal, y preso también por otra estafa de $4000 que practicó al hoy extinto periódico LA MENTIRA. Pero ahí no acaban los méritos de SANDOVAL: personas serias que lo conocen desde San Gil, aseguran que ese sujeto es un PEDERASTA, o sea HOMOSEXUAL desaforado; en otras palabras el tal SANDOVAL es ma… ma… macho pero remacho macho de esos “machos” que cuando ven a una mujer dicen: NO MIRO, NO MIRO Y NO MIRO. Y dando la salvedad que SANDOVAL no sea PEDERASTA, que lo compruebe con el certificado de examen médico.»  

Las entradillas son consignas:

«Que todavía existen los llamados CACIQUES del pueblo, o dirigentes de la burguesía reinante, mandaderos de los mismos y sin criterio ni valor civil; de eso no cabe la menor duda.  A ellos nunca les ha interesado el pueblo si no es para EXPLOTARLO, robarlo y hacerle toda clase de maldades (…) Es así como esta jauría hambrienta de dinero y más dinero se ha lanzado a la ofensiva a fin de tratar por todos los medios posibles que la nueva Entidad de Beneficio Popular que se denomina Cooperativa de asistencia social no sea reconocida legalmente por el gobierno»

Los destacados son proclamas:

«Para completa desgracia de esos LIMPIABOTAS de la OLIGARQUÍA, el pueblo les ha volteado la espalda, por eso nunca más acudirán a pedirles auxilio, porque ya comprendieron, aunque tarde, que con una mano LARGAN EL PAN, pero con la otra hunden su ponzoña venenosa. El pueblo comprendió su horror y por eso se está organizando él solo, sin malas compañías y para su propio beneficio, para defenderse un poco de la explotación voraz que viene siendo»

El mensaje de fin de año, 1972, es ácido:

«Desearles venturoso año (a los lectores) no dejaría de ser una frase de cajón, un formulismo, porque VENTUROSO año, cualesquiera sea este, no será mientras exista la opresión, la miseria, la falta de drogas, la educación, de créditos, de trabajo. No será VENTUROSO año para los colombianos mientras exista la clase privilegiada en el poder. O si existe la VENTURA, será para esos oligarcas, porque lo que es para el pueblo, solo seguirá el yugo explotativo de quienes amparados por lo que llamamos leyes, se roban todo el trabajo del pueblo, y además entregan la patria a los imperialistas yanquis.» 

En estos párrafos está contenido el tono, el estilo y el destino que llevará al director, editorialista, editor, publicista y secretaria del periódico El Trópico a pasar de las palabras a la acción directa, de las denuncias, al radicalismo total. 

Jaime Ramírez Ramírez nació en Santander de Quilichao, Cauca, en 13 de junio de 1935. Se graduó del instituto Técnico Industrial y llegó a San Vicente de Chucurí en 1950, donde ejerció la profesión de dentista. Contrajo matrimonio en 1956 con Gabriela Rueda y tuvo cuatro hijos. En sus primeros años de juventud se vinculó al deporte convirtiéndose al poco tiempo en líder cívico del gremio. Tras su debut en política se incluyó en una lista como concejal del municipio por el MRL (Movimiento Revolucionario Liberal). Fue propietario y cofundador del periódico El Trópico (septiembre de 1968) y lo dirigió hasta octubre del 71. En 1970 fue diputado a la asamblea de Santander por la Alianza Nacional Popular y presidente del concejo en San Vicente de Chucurí…

Aquí se estropea el perfil.  Estoy trascribiendo la única nota biográfica que hallé en un Trópico de 1973, a un año de su desaparición, y el editorialista se llena en este punto de adverbios y adjetivaciones características de periodismo rojo que procederé a editar:

Siendo víctima de una persecución permanente y de atentados contra su vida (comprobados y no castigados), finalmente llevado a concejo verbal de guerra por el cual estuvo un año arbitrariamente detenido sin que se le definiera su situación. Murió en las montañas de Santander, en la vereda Cruz Roja, municipio de Simacota, el 24 de enero de 1973.

Vivió y murió combatiendo.

Listo para montar en Wikipedia.

Ya no serás más un desconocido.

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*Stanislaus Bhor. Blogger. Acaba de recibir en México el premio Latinoamericano de novela Sergio Galindo. Escribe cada semana una crítica ácida en www.unahogueraparaqueardagoya.blogspot.com

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