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William Faulkner…80 años de agonía para los Bundren

William Faulkner

Daniella Sánchez Russo *

Se abre el telón. Darl y Jewel caminan hasta el final del zaguán, en donde les da la bienvenida el sonido de la azuela de Cash: chac, chac, chac. Addie Bundren, madre de aquella ‘caterva’ de muchachos –como Tull, su esposo, solía llamarlos–, observa, a través de su ventana, cómo el mayor de sus hijos selecciona la mejor madera para construir su ataúd. Está en sus últimas horas y sin embargo, no está enferma, está cansada. Ha decidido morir porque la existencia dejó de cobrar sentido, quizás nunca lo tuvo, y ha decidido darse el lujo de solicitar, como respeto a su memoria, una última petición: que su cuerpo sea enterrado en Jefferson, pueblo donde se encuentran los restos de su familia  y pueblo que se encuentra a varias horas del condado de Yoknapatawpha, el lugar imaginario que William Faulkner creó en Mississippi para ambientar la mayoría de sus historias.

Contada en 59 capítulos y por 15 narradores diferentes, la novela que el escritor estadounidense logró completar en sólo seis semanas mientras trabajaba como portero de una planta de electricidad, cobra de nuevo relevancia al cumplir 80 años desde su primera publicación.  Escrita a partir del ‘flujo de conciencia’, recurso literario en donde varios narradores secuencian una historia por medio de monólogos, Mientras Agonizo es quizás la obra en donde más se evidencia la destreza que Faulkner tenía para elaborar narraciones complejas, tanto en los temas que trata como en la forma en la que está escrita.

Se abre para los lectores la historia de una familia campesina conformada por cinco hijos que parecen desconocerse entre sí. Es entonces cuando Cash, un carpintero que es capaz de construir el lecho donde dormirá su madre, Darl, un visionario que puede adelantarse en el futuro y que será tildado de loco en las últimas páginas, Jewel, un joven producto del amorío de su madre con un reverendo, Dewey Dell, el objeto de la feminidad en el libro, un templo en donde reside otro ser humano y Vardaman, un niño perdido en el dolor de la muerte y la creencia de que su madre renace en la forma de un pez, empiezan una odisea en la que el cuerpo de su madre es sólo un pretexto para enfrentarse con su humanidad.

Mientras agonizo es una novela que prueba el cinismo del hombre: el cuerpo de Addie, transportado por más de 10 días en un viaje que parece infinito, es seguido por goleros, perdido y rescatado en las corrientes de un río, expulsado de uno de los pueblos de la vía por el mal olor que conserva, y, aún así, cargado por su familia hasta que el capricho de la difunta sea cumplido. Es una obra en la que los nombres son escritos en minúsculas o en mayúsculas dependiendo del significado pretendido: “… y yo venga a gritarle, cógela, Darl, cógela, darl, tráela a la orilla, Darl” (Vardaman). En la que un capítulo es más corto que el famoso cuento de Monterroso del dinosaurio: “Mi madre es un pez”. (Vardaman). En la que hay un enfrentamiento entre Dios y el diablo: “Me reconvenía Cora por lo que les debía yo a mis hijos, a Anse y a Dios. He sido yo quien le ha dado a Anse los hijos. Yo no los he pedido. Por no pedir, ni siquiera le he pedido lo único que de verdad podía darme: lo que no fuese él”. (Addie)

Es una filosofía del porqué de la existencia del ser humano: “Y ahí está el camino frente a mi puerta. Para que todo lo malo que hay por el mundo llegue hasta aquí. Ya se lo dije a Addie, que no era nada bueno vivir junto a un camino, tenerlo tan cerca; pero ella, como mujer que es, dijo: «Pues anda, vámonos de aquí.» Pero lo que yo decía es que no era cosa buena, pues Dios ha hecho los caminos para viajar; pues ¿por qué, si no, los iba a poner tendidos sobre la tierra…? Pues cuando Él quiere que una cosa se mueva, bien que la hace alargada, sean caminos o caballos o carros; pero cuando Él quiere que una cosa se esté quieta, la hace para arriba, como los árboles y los hombres”. Es la diferencia entre el habla y el pensamiento: “–Como quieras. Mi hermano se volvió loco y se fue a Jackson. Jackson está más allá que loco”.

Es, en su mayoría, una obra que trata de definir la locura por medio de las creencias y las acciones de 15 seres que, sin saberlo, se expresan para un público que trata de erigir un relato por medio de pinceladas, rastros de secretos, que el autor va entregando conforme pasan las páginas: “Pero no estoy muy seguro de que alguien pueda decir lo que es locura y lo que no es. Es como si en cada hombre hubiera otro que estuviera más allá de la cordura y la locura, y que mirara los actos cuerdos y locos de ese hombre con el mismo horror y con el mismo asombro”. (Cash)

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(*) Periodista de El Espectador. Barranquillera, adora profundamente a Mercedes Sosa y disfruta cantar sus canciones -o cualquiera que se le atraviese- a todo pulmón.

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