El invitado

Publicado el Santiago y la Payasería

!Vamos a jugar¡ 1 clase

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Un mastro del clown. Alfredo "clon" en una feria de pulque en México.

Fanny Mikey era judía y tenía su propia sinagoga, que queda en la Casa  del Teatro Nacional, en el barrio La Soledad, en Bogotá. Donde ayer, 2 de abril, comenzó el taller “El Clown que somos” bajo la batuta y nariz roja de Mario Escobar. Reconocido payaso que ha trabajado en el colectivo Ku Klux Clown, y la Clownpañia.

Pero primero: ¿Qué es un clown?

Un payaso, pero no el típico que va a las celebraciones de infantes a hacer figuras con globos, o aquel que llama a los transeúntes a degustar de algún típico platillo. No. El clown es un personaje que crea el actor o la actriz, desde su propia intimidad. Apelando a sus rasgos característicos, mañas, defectos, sus colores, sus posturas, que van a relucir con la exageración y los hace únicos en el escenario. El clown es quizá la forma más teatral de los payasos.

Y como lo plantea Mario Escobar, es la puesta en escena de la transparencia, de la desnudez, de la disponibilidad, de la ingenuidad y la capacidad de sorpresa frente al mundo y de si mismo/a que cada artista tiene. Es importante, para empezar la búsqueda del clown que tenemos por dentro, quitarnos las máscaras. Todas aquellas prevenciones que tenemos y hemos creado para ser aceptados en el mundo.

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El taller comenzó con Mario diciéndonos que hay tres rasgos que, para él, hacen al Clown: el primero es el drama, porque como personajes estamos siempre en medio de esas historias que tienen conflictos y donde existe una alteración en la rutina que nos hace tomar decisiones para solucionar los problemas.

El segundo, es el presente: que quiere decir que debemos aprovechar los “accidentes” que van surgiendo en el momento, como por ejemplo, si suena un celular en plena función tratar de jugar con eso. Además, a diferencia del teatro “convencional” (signifique esto lo que signifique) el clown debe entablar una relación con el público, hacerlo parte de la obra. Obvio, debemos saber manejar estas interacciones para no abusar de ellas, “tener tacto” para reconocer si funcionan o no.

Y el último rasgo que hace a un clown, es el ridículo. Que parte de la idea de burlarse de uno mismo. Podemos exagerar nuestros pasos, nuestras señas, etc. O también simplificarlas al máximo, jugar con nuestros extremos. Tratar de sorprender al público rompiendo con lo preestablecido, poner en duda lo racional, y proponer nuevas maneras de concebir las cosas que cotidianamente hacemos.

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En el taller también trabajamos la mirada al público, pensando en transmitir emociones mediante los ojos. Y es tan importante esta acción, porque es la manera cómo podemos hacer al público participe, cómplice, de lo que está pasando en el escenario. Con esto nos damos cuenta quién miente en el escenario y quién no, ya que algunos fingen, actúan y no nos muestran realmente como son. Como ya le he dicho antes, hay que ser honestos para poder traspasar verdaderas emociones.

Para Mario, vamos aprovechar las 16 horas del taller, jugando y divirtiéndonos, porque es esa nuestra labor: jugar y divertirnos para que otros se les pinte una sonrisa en la cara.

Para terminar, mi idea con este escrito es que empiecen a interesarse por el Clown, y si alguien sabe algo más sobre este arte, nos lo haga saber en este ¡preciso momento! Dejo tanta palabrería, y espero en la próxima vez no ser tan aburrido.

Posdata: no quiero desmeritar la labor de los otros tipos de payasos, que también son admirables y conllevan una técnica distinta y respetable. (Saludos a Rimbombante y a Pequitas). Además tengo que admitir que algunos clowns también hacen figuras con globos en fiestas de infantes.

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Sinagoga de Fanny. En la Casa del teatro.

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