Cura de reposo

Publicado el Alexander Velásquez

24 años sin ese buen tipo que no se callaba nada

“Yo soy aburridísimo: creo en la vida, creo en los demás, creo que este cuento hay que lucharlo por la gente, creo en un país en paz, creo en la democracia, creo que lo que pasa es que estamos en malas manos, creo que esto tiene salvación”: Jaime Garzón.

Hubiera querido ser amigo de un tipo como Jaime Garzón: frentero, desabrochado para hablar, imprudente con los poderosos… No gente de bien, sino gente buena. Buena papa.

Lo mataron un viernes 13, como si quisieran hacerle un chiste macabro al país. Ese día nos mataron las ganas de seguir riendo, asesinaron a una persona con una capacidad infinita para reírse de sí misma, y obtuvo licencia para burlarse de los demás, pero de una manera tan ingeniosa que hasta los políticos agradecían que los imitara.

Escuché por ahí que no se tomaba la vida en serio. Si eso fuera verdad no lo habrían matado. Lo mataron precisamente por tomársela demasiado en serio, por meter el dedo en la llaga, donde otros metían la mano completa para sacar tajada; ácido y mordaz,  le abrió los ojos a un país de cegatones, solapados, acomodados en su zona de confort.

Por años nuestro plan familiar consistió en sentarnos frente al televisor para ver sus ocurrencias: se nos metió al rancho y al corazón a través de los programas Zoociedad y Quac. “Hizo en televisión lo que hacía en el comedor de la casa”, recuerda Alfredo, su hermano, caricaturista de El Espectador.

Nació con el don de imitar voces y remedar a las personas, y cuando creció convirtió ese talento en el medio para denunciar lo que estaba mal. La conciencia de un país desubicado. Un tipo políticamente incorrecto, como lo describió El Espectador,  diario del que fue columnista.

Garzón encarnó eso que no somos por nuestra falta de coraje y por los miedos que nos pueden. No se guardó nada. Dijo lo que se le dio la gana y si no lo hubiera dicho, a lo mejor le habrían salido letreritos.

Un especial hecho en 2022 por RTVC permite entender la grandeza de Jaime Garzón.

Era un día como hoy, 13 de agosto, cuando lo encontraron mal parqueado: en esa esquina, con el semáforo en rojo, nos acribillaron a todos, a plena luz del día. ¿Quién no maldijo ese viernes? “País de mierda”, dijo un presentador al cierre de un telenoticiero, pero en realidad estaba resumiendo la Colombia de ese momento. Otro magnicidio para la colección de una nación infame.

Siendo honestos, la muerte de Jaime Garzón en realidad no nos sorprendió por una razón: ya para entonces estábamos curados de espantos. Nos habíamos acostumbrado a la indolencia… y la costumbre nada que se nos quita.  Fue paisaje ver ataúdes en la primera página de los periódicos, y en los pañuelos blancos como símbolo se agitó nuestra impotencia. Se mataba por deporte. ¿Acaso eso ha cambiado?

  •  “En Colombia, la pregunta es: ¿Quién nos va a matar?, ¿Los guerrilleros, los paramilitares, los narcos o los políticos?”: Jaime Garzón.

A él lo mandó matar Carlos Castaño. Otro que mataba por deporte.

Los jóvenes de hoy aprendieron a amarlo sin siquiera pertenecer a su tiempo, se adueñaron de su legado y su memoria, como tocaba.

  •  “Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvarlo. ¡Nadie!”: Jaime Garzón.

“En las universidades, en las comunidades populares, en las organizaciones de base los jóvenes han abrazos las ideas y el pensamiento de Jaime. Muchos de estos jóvenes no lo conocieron, pero a través de sus videos y conferencias en las universidades del Valle y la Nacional se han enterado y se han sentido inspirados por Jaime”, agrega Alfredo.

Nos queda su valentía y la Ley 1491 de 2011 que para honrarlo declaró este 13 de agosto como el Día Nacional de la Esperanza, (quizás porque desde chiquitos se nos enseña que la esperanza es lo último que se pierde).

Concuerdo con quienes dicen que Garzón fue un pedagogo. Entre chiste y chanza nos despertó la sensibilidad social, con su humor político enseñó que no se debe pasar por encima de los demás, que debemos cuidar los recursos públicos de los que siempre se los quieren robar y se los terminan robando.

  • “Este país se escandaliza porque uno dice hijueputa en televisión, pero no se escandaliza cuando hay niños limpiando vidrios y pidiendo limosnas. Eso sí no, eso es folklore”: Jaime Garzón.

Andrés Pastrana lo destituyó como alcalde de la localidad de San Juan de Sumapaz, por no abrir a tiempo una mesa de votación que estaba separada de la primera por tres horas a caballo por caminos de trocha. Una región de Bogotá que lo quiere y lo recuerda porque les llevó energía, alcantarillado y vías.

De antología fue la respuesta que le mandó a Pastrana cuando le pidieron «notificar las casas de lenocinio autorizadas en su zona».  “Después de una inspección visual, informo que aquí las únicas putas son las putas FARC”. Nótese en la contundente respuesta que ciertos gobernantes no tienen idea de dónde están parados. Así era este bogotano. Incapaz de callarse nada para desenmascarar la incompetencia ajena. Un tipazo nadando entre políticos sin revolverse con ellos.

Mucho de su vida y sus tristezas lo cuentan en este documental quienes lo conocieron.

Esta semana crucé por la casa del barrio La Macarena donde pasó su adolescencia (Calle 29 con Carrera 5ª); identificada por el mural de la entrada y su imagen grafiteada en la fachada del segundo piso. Una pausa: Piense el lector en la casa de su infancia,  los sueños, las pilatunas, los apodos (Magú y Heidi fueron los suyos) y  los castigos de la época. Jaime recibió más fuete de su mamá que cualquiera de sus hermanos, me lo confirma Alfredo. Cuando pienso en eso recuerdo las palabras de mi abuela: “Prefiero atajar en vez de arriar”. A Jaime lo atajaron miserablemente de cinco balazos. Tenía 39 años.

Alguna vez Marisol, la menor de todos, contó que fue en esta humilde casa donde Jaime empezó a soñar con un país mejor. Ella es artificie de un proyecto de radio participativa, el podcast Banca del Parque Radio, “donde todos cabemos”, como reza su slogan, con el cual le está dando continuidad a la labor educadora de su hermano.

Sigo por Amazon la serie «Garzón Vive» (RCN, 2018) con excelentes  libretos de Juan Carlos Pérez. Una producción que vale la pena ver. “La serie está muy bien hecha: en ritmo lento, con sabor a historia de Colombia, en onda reflexiva y diálogos que hacen pensar. Verla es acercarse respetuosamente a este país que hemos construido riendo y matando sin humor”“el libreto (…) es valiente al denunciar cómo los militares se asociaron con los paramilitares para matar, y en poner en evidencia que las élites y políticos colombianos son los responsables de la corrupción, la inequidad y el estado actual del país”, escribió el profesor y crítico de tv, Omar Rincón. Confieso que he reído mucho, he llorado y me siento identificado con el personaje que interpreta Santiago Alarcón; la serie revive la Colombia demencial de los años 80 y 90, exalta la esencia de Garzón: su espíritu inteligente, divertido, sencillo y auténtico.

  • “Me gustaría que lo que yo digo ahora, valga para muchos años”: Jaime Garzón.

Sí, Jaime, lo que usted dijo valió la pena. Gracias por no callárselo.

 

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