El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

LA LINEA AZUL DE INGRID BETANCOURT

LA LIGNE BLEUE

 

En noviembre de 2010 el libro No hay silencio que no termine, de Ingrid Betancourt, https://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2012/01/22/yasmina-khadra-e-ingrid-betancourt/ me dejó con la certeza que era una obra muy bien escrita, en la que se sumergía en el laberinto de la condición humana. El libro narra la miseria en la que solemos ahogarnos cuando el poder, o las ansias del mismo, se apodera de nosotros. Creo que nadie más podrá describir el horror del secuestro como lo hizo ella; tampoco creo que sea fácil igualar la descripción del descenso a los infiernos que vivió en los siete largos años de su cautiverio por parte de la guerrilla, más que anacrónica, de las FARC.

No obstante, la lectura de su tercer libro, La ligne bleue (Ediciones Gallimard 2014) no me causó la misma impresión. También es cierto que un autor no tiene que repetir las emociones o las impresiones que se han tenido con respecto a una obra anteriormente publicada; pero al menos uno creería que si debería de tratar de superar la calidad literaria, o al menos igualarla. Y no es éste el caso, aunque por supuesto, es sólo mi apreciación, lo cual no significa que a otra persona pueda parecerle excelente

La línea azul es un libro que no suscitó en mí ningún interés, como no fuera el leerlo hasta el final para poder decir porque no me había gustado. Ni siquiera me preocupé por subrayar una frase, o por escribir alguna nota al final del libro, como suelo hacer la mayoría de las veces. Es un libro que se pierde en una maraña de tiempos que a mi parecer sobraban. Es como si la autora se hubiese sentado al frente de un rompecabezas ya armado, y luego hubiese separado pieza por pieza para volverlo a armar según su propia visión del panorama original. Creo que si hubiese utilizado la narración en primera persona, el resultado hubiese sido mucho mejor. Pero mezcló la historia, el testimonio y la ficción en una licuadora, y luego olvidó pasar la mezcla por el cedazo. Y no digo que eso no pueda hacerse, pero el resultado en este caso es bastante malo. El lenguaje de No hay silencio que no termine, su enorme riqueza, se diluye en La línea azul.

La lectura del libro en cuestión me hizo pensar varias veces que su escritura podría haber sido a cuatro manos, ya que cada vez que Ingrid Betancourt trata de hacer ficción deja atrás la calidad estética de No hay silencio que no termine. La parte histórica, concerniente al retorno de Perón y al coletazo de terror que llegó con el dragón bicéfalo de la AAA (Alianza Anticomunista Argentina), hace parte de los capítulos que se salvan de esa maraña que trató de tejer. Y cuando digo que pudo haber sido escrito a cuatro manos me refiero a una práctica muy común en Francia, imagino que pasa igual en cualquier país, y es la figura del escritor negro. Palabra bastante racista por supuesto, con la que se denomina al escritor desconocido y pagado por la editorial; o sea, es el escritor que se encarga del libro que luego será publicado con el apellido de un escritor famoso, lo que garantiza el éxito editorial, al menos el éxito pecuniario.

Siempre he creído que a muchos autores les publican por su nombre, porque pertenecen a una red privilegiada en la que las mejores casas editoriales se pelean por sacar un libro con su firma, sin importar la calidad literaria del libro que sale al mercado; y éste podría ser un caso fehaciente de este mercado editorialista, en que lo que cuenta es la posibilidad de obtener grandes ganancias en desmedro de la calidad estética de la obra publicada. E Ingrid Betancourt aparentemente cayó en las redes que prostituyen el oficio literario. Muchos dirán que un escritor necesita ganar dinero, pero no creo que sea su caso. Se ha dicho que No hay silencio que no termine le habría dado ganancias más que exorbitantes, así que esa disculpa no sería válida en este caso.

La línea azul,  probablemente será un bestseller, pero no pasará a la historia de la literatura como una obra de calidad. También es muy posible que luego sea llevada al cine, o a la televisión, de eso no me cabe la menor duda; y a lo mejor el resultado sea bastante bueno, ya que si bien es un novelón barato, como guión cinematográfico no está mal.

No obstante, hay un aspecto que quiero resaltar de La línea azul, y es el cambio político que ha tenido su autora. Cuando Ingrid Betancourt fue liberada agradeció hasta el delirio a Álvaro Uribe. No le faltaba razón. Pero sus palabras siempre fueron de elogio por su figura, sin que hubiese mediado un análisis crítico de los terribles años de su mandato. Si No hay silencio que no termine era una obra en la que pone en evidencia el infierno de las FARC, su podredumbre, el terror que impera en sus filas, la pesadilla de caer en sus garras, el nepotismo, la ignorancia, el fanatismo y la ceguera, en La línea azul nos muestra que esa condición infrahumana, de una izquierda anquilosada que repite los mismos crímenes de  Stalin, es la misma ideología disfrazada de extrema derecha. Es la ideología de un Mussolini, de un Franco; tan caras a las dictaduras de los años 70 en el Cono Sur. La línea azul me hizo entender porque Ingrid Betancourt se alejó de Uribe,  y que se dio cuenta que él no podía retornar al poder bajo la máscara de muerte de su escudero Oscar Iván Zuluaga; lo que seguramente contribuyó en su aceptación tácita al proyecto de paz de Santos. Postura que no dejo de aplaudir, ya que constato que recobró la cordura, y que estos años de libertad le han servido para analizar la política en Colombia.

 

 

 

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