El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

VALENTINA MARULANDA MEJÍA

Valentina Marulanda Mejía falleció hace pocos días en la ciudad de Caracas, no tuve la fortuna de ser su amiga pero siempre fui consciente de sus grandes atributos intelectuales. Es por ello que hoy le cedo el espacio de el Hilo de Ariadna a la gran poeta e intelectual Gloria Cepeda Vargas, quien me hizo llegar en el día de ayer una hermosa y emotiva semblanza de la que fuera su amiga por espacio de muchos años. Este breve artículo se publica con la autorización escrita de su autora. 

VALENTINA

Por: Gloria Cepeda Vargas

ValentinaGloria

 Así, con el solo nombre de pila la nombrábamos sus amigos. Única entre todas las Valentinas que he topado, era Valentina Marulanda Mejía, nacida
en Manizales en 1950 y residente en Caracas desde hace treinta y un años.

Cuando la conocí trabajaba en la Biblioteca Nacional donde se hizo
imprescindible el aporte rendido por su creatividad y dotes innovadoras.
Luego ejercería el cargo de directora del CONAC (Consejo Nacional de
la Cultura), institución rectora del movimiento cultural en la Venezuela
desaparecida. Nelson Rivera, editor de “El Nacional”, donde se destacó como
colaboradora del Papel Literario, en su edición del viernes 12 de octubre la
recuerda: “Ella se dedicó a uno de los oficios más sofisticados y complejos
que hay en el mundo: pensar la música y desde ese punto de vista fue una
intelectual muy solitaria y peculiar en Venezuela. Pocos han alcanzado su
nivel de abstracción y la exigencia que eso supone. Era un ángel en nuestra
cultura amén de su refinamiento y su belleza”. Melómana y musicóloga de
vasto conocimiento, un código de melodías y acordes poderosos le reveló
sus secretos y la acogió en ese espacio donde el estudio y la sensibilidad se
unen para rastrear la historia del sonido armonioso.

Esposa del escritor y poeta Alfredo Chacón y madre de Manuela. Periodista,
editora, gerente cultural, docente, productora independiente de radio,
conducía el programa radial La Nota Clásica que presentaba los sábados
por la mañana en la emisora 97.7 FM. Licenciada en Filosofía y Letras
de la Universidad de Caldas, adquirió una Maestría en Estética y un
Doctorado en Filosofía del Arte y la Cultura en la Sorbona de París. En el
2004 publicó “Primera vista y otros sentidos” y al año siguiente la prestigiosa
Universidad Simón Bolívar de Caracas le editó “La razón melódica: filosofía,
música y lenguaje”, ensayo finalista en el Concurso Anual Transgenérico
de la Fundación para la Cultura Urbana, donde sus vastos conocimientos
humanísticos y musicales fulgen con esplendor.

Parca y aristocrática, fue una intelectual plena, una señora del silencio
productivo. En el bullicio que rodeaba los militantes de las letras y el arte
en Venezuela, de manera singular se hizo oír sin alzar la voz, respetar sin
objeciones vanas, recordar con admiración.

Vinculada al movimiento cultural de este país, aun antes de residir en
Caracas, se movía con igual soltura y lucidez tanto en Colombia como en
Venezuela. Aspiró con fruición las cosas nobles y bellas de la vida con la
naturalidad de quien se reconoce en ellas. Pulcra es tal vez el adjetivo que
mejor la define, no en la connotación meramente aséptica de esa palabra
a veces usada de manera improcedente. No hubo en ella ni atildamientos
ni prolijidades de ocasión. Desde temprano entendió lo valioso de la
abstracción traducida en disciplinas incorpóreas como la música y la filosofía
y se hizo inolvidable en el ejercicio de una escritura rigurosamente cultivada.

De su Manizales natal se trajo ese aire limpio mensajero de un mundo
exclusivo, de un laberinto de palabras melódicas o melodías parlantes que
la hicieron suya y le marcaron el camino. Para acercarla ahora que nos mira
de lejos ¿Podríamos decir, sin caer en ponderaciones infundadas, que era un
ser superior, una mujer con clase, una intelectual plena? Eso sería definirla
a medias. Valentina Marulanda Mejía fue, más allá de la urdimbre sencilla
y original que la enlucía, una emisaria fugaz de lo que tarde o temprano
aprehenderemos como único recurso para convertir el misterio en realidad
salvadora.

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