El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

CUANDO LA ARROGANCIA NOS ENCEGUECE, EL CASO DE GUSTAVO PETRO

Durante cerca de 10 años fui funcionaria pública, por eso creo conocer muy bien como la mayoría de las personas que llegan a los altos cargos, bien sea por elección popular o por designación temporal, sufren una transformación que compite con la velocidad de la luz. Rápidamente el poder les hace creer que son seres poco menos que divinos, o al menos que están por encima del pueblo que los ha elegido, por eso olvidan al día siguiente de ser nombrados todas las promesas hechas para lograr el puesto anhelado.

Confieso que durante mucho tiempo sentí verdadera admiración por Gustavo Petro, me parecía que era un hombre de una enorme valentía, máxime que Colombia es un país en el que para poder sobrevivir hay que ser cobarde, o al menos parecerlo, como es mi caso personal. No obstante, el día en que le dio su apoyo incondicional al actual procurador, el respeto y la admiración que sentía por él, desaparecieron en menos de lo que canta un gallo.

Y si hoy hago público mi sentimiento de desengaño con respecto al señor Petro, es porque me parece inaudito el hecho de haber despedido, vía twitter, a un alcalde local, en este caso específico al alcalde local de Mártires. No solamente está exponiendo al erario público, léase: nosotros, los contribuyentes, a pagar una jugosa demanda laboral, sino que está humillando a un ser humano;  no por el hecho de prescindir de su colaboración, sino por la forma como le hizo saber que ya no formaba parte de la administración que él preside.

Muchos de los alcaldes y secretarios creen que la ciudad es su feudo personal y que los ciudadanos son simplemente sus siervos; es lo que le está pasando a Petro. Lástima que tanta inteligencia se vea obnubilada por el acceso al poder, lo que corrobora la impresión que siempre he tenido que no hay nada tan peligroso como el poder mismo.

Nota: He recibido mucho correos en los que los lectores expresan su descontento con esta crítica sobre Petro, y los acepto sin reservas; exceptuando aquellos que insultan y que utilizan palabras soeces o que amenazan. Lo que creo que no han entendido es que yo no lo criticaría por sus actos administrativos cuando aún no ha cumplido tres meses en el cargo de burgomaestre de Bogotá. Estoy hablando de ética, de respeto por el ser humano; y en la crispación actual de Colombia, en parte producto de la aciaga noche que vivimos durante 8 años, hablar de respeto se ha vuelto una necedad. Pero prefiero ser necia, y boba, como muchos de los lectores me lo han dicho, a olvidar que aún en las peores circunstancias hay que tener presente que somos seres humanos y que ningún cargo, por importante que sea, nos pone por encima de los otros.

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