El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

Breve historia de la bruja (II parte)

brujas de Tesalia

Por Berta Lucía Estrada Estrada

II parte

Orígenes de la violencia en contra de la mujer:

Los hombres que también cayeron dentro de esta ignominia, generalmente habían sufrido en carne propia la persecución de sus hijas, sus esposas, hermanas o madres; es decir, habían caído en desgracia ante su comunidad. Se estima que entre 1.560 y 1.760 murieron asesinadas en territorio europeo más de 100.000 «brujas». Para entonces cualquier rescoldo de religiones paganas había sido sofocado por las Iglesias Católica y Protestante.

 No obstante, es necesario tener en cuenta que la violencia en contra de la mujer tiene raíces históricas muy profundas y que no deben minimizarse ni ignorarse. En el caso de la mujer occidental, hay que buscar las raíces en la sociedad misógina griega y romana. Pero también hay que buscar las raíces en la persecución que hizo la Iglesia en contra de las mujeres a las que llamó despectivamente “brujas”, mote que aún se sigue utilizando cuando se desea desprestigiarlas. La bruja, ese personaje de los cuentos infantiles, que produce miedo, y a veces asco, en realidad hace alusión a mujeres sabias, que poseían conocimientos muy profundos sobre las plantas curativas, y eran las depositarias de un legado milenario. Su sapiencia estaba íntimamente ligada a la religión de origen panteísta, tan en boga en las sociedades campesinas de la antigüedad, incluso en las sociedades campesinas del Medioevo. Cuando el cristianismo comienza a expandirse en Europa, se tropieza con los dioses y diosas tutelares y con los espíritus del bosque, a los cuales los campesinos les rendían culto. Pero no será hasta más tarde (s XIV) que la persecución en contra de las creencias campesinas comenzará en todo su horror, me refiero a la cacería de brujas. La persecución se hizo directamente hacia la mujer, puesto que en la ideología judeocristiana es ella el símbolo de la perdición del hombre. La supremacía masculina no podía tolerar que hubiese mujeres sabias, con profundos conocimientos curativos; ello le contrarrestaba el poder omnipotente que los prelados de la Iglesia deseaban imponer a todos los estamentos sociales de la época. Al mismo tiempo que les permitía ahogar todo el rescoldo de las religiones paganas y entronizar aún más el culto mariano, que tanto daño le ha hecho a la mujer occidental. La tortura, la vejación y el asesinato de miles de mujeres, sentó las bases de la demonización de la mujer, por lo que muchos hombres se han sentido desde entonces autorizados para martirizarla e incluso para asesinarla. La imagen de la bruja, poseedora de todos los males, quedó ancorada en lo más profundo del imaginario colectivo; y deshacer esa imagen es una labor que todos deberíamos tener como una prioridad en nuestras vidas, en nuestro quehacer diario, en nuestras actuaciones en familia y en la sociedad. Sin embargo, han habido hombres que han entendido el verdadero rol de la mujer en la sociedad y en la historia, que la han defendido y que han sido feministas aún cuando en el tiempo en que les tocó vivir dicha palabra no existía aún; es el caso de Jules Michelet (1789-1874), en su libro “La bruja. Un estudio de las supersticiones de la Edad Media”, él mismo declara: “me siento profundamente hijo de la mujer”. Con esta obra Michelet busca hacer una reivindicación del papel jugado por la mujer en la historia francesa y al mismo tiempo rendirle un tributo. Seguramente las reflexiones de Michelet tienen origen en las posesas de Loudun, de Aix y de Louviers (2). Para entender que había pasado en el siglo XVII, Michelet se remontó a los orígenes de la bruja; por lo que nos explica el significado de la palabra:

“Durante mil años, la Bruja fue el único médico del pueblo. Los emperadores, los reyes, la gran nobleza tenían algunos médicos de Salerno, musulmanes, judíos, pero la masa del pueblo no consultaba más que a la Saga o a la mujer-sabia. Si no curaba, se la atacaba, se la llamaba bruja. Pero generalmente, por un respeto mezclado de temor, se le llamaba igual que a las Hadas, Buena mujer o Bella dama”. [1]

Y más adelante:

“La Iglesia, que la odiaba profundamente, contribuyó a fundar su monopolio para conseguir la extinción de la Bruja. En el siglo XV declaró que si la mujer se atrevía a curar, sin haber estudiado, sería considerada bruja y debería morir.” [3]

La Iglesia se armó contra la mujer médica, por eso la condenó con el nombre de bruja y la persiguió incansablemente; y al mismo tiempo creó una tortura psicológica que devastó a la mujer: desde la creación de la universidad, en el siglo XII, la Iglesia le había cerrado las puertas. Así que si para ejercer una profesión, como la medicina, era necesario tener un título, la mujer quedaba simple y llanamente por fuera de todo acceso al conocimiento científico. De ahí, a la cacería de brujas, no había sino un paso. Cacería que nunca ha dejado de existir, ya que el feminicidio, y el machismo que lo acompaña, son una supervivencia clara que dicho flagelo sigue azotando a la sociedad contemporánea. Es por ello que considero que la sociedad y las leyes debieran tener este aspecto muy en claro para poder considerar al machismo no sólo como un comportamiento ancorado en el imaginario colectivo, sino como un delito que podría ser considerado incluso como de lesa humanidad.

Sin embargo, en sus inicios, estas mujeres simplemente eran magas, personajes benéficos a los que se acudía cuando se tenía un problema que resolver, una enfermedad que curar, un hijo que llegaba al mundo, o simplemente ayudar a un enfermo terminal. Por eso, en muchos relatos antiguos estas mujeres con poderes mágicos aparecen unas veces como la maga y otras como la bruja, es un personaje ambivalente, donde uno no está muy seguro que sea verdaderamente un espíritu del mal. De ahí que tengan la facultad de transformación, unas veces son ancianas benevolentes, entonces son llamadas magas (aunque en el mismo relato se le denomine más adelante bruja cuando se descubra su verdadera condición, tal y como sucede en el cuento popular ruso “La Reina Rana”), y cuando son llamadas magas invitan a la protección. Incluso esta característica llega a tener connotaciones socioculturales bastante importantes: En los cuentos españoles de la Edad Media las mujeres que son acusadas de practicar hechizos son las moras, y en los cuentos árabes, son las cristianas las que posen poderes sobrenaturales; tan poderosos que incluso pueden llegar a producir la locura a los caballeros morunos que se enamoren de ellas. Otras veces las brujas son hermosas mujeres que incitan al descanso y a la pasión, aunque luego se transformen en mujeres diabólicas que terminan por arruinar la vida de los amantes que sucumban ante ellas, como Morgana, la media hermana del rey Arturo:
“Morgana era la más bella… esbelta, fuerte, con largos y rizados cabellos de un llameante rojo tan intenso como el sol poniente. De expresión inteligente, sus ojos felinos cambiaban de color a medida que avanzaba el día… era muy versada en las artes mágicas, porque había estudiado manuscritos antiguos repletos de arcanos hechizos” .
Morgana, en realidad, era una deidad de origen celta, vivía junto con sus hermanas en la isla de Avalón, bajo la égida de la Dama del Lago. Y contraria a algunas versiones de la leyenda del Rey Arturo, era una deidad benéfica.
Y si bien Morgana, en la leyenda del Rey Arturo, es descrita como una mujer de exuberante belleza, en la mayoría de los casos a las brujas se les representa como ancianas de aspecto repugnante, harapientas, sucias, de uñas largas y afiladas, de pelo desgreñado y nariz aguileña, con un gran lunar en la punta y montadas en una escoba voladora. Al menos ese es el arquetipo dejado por los Hermanos Grimm y por Andersen, y en el cual pensamos siempre que se nos viene a la mente la palabra BRUJA, como en Hansel y Grettel, o Blanca Nieves y Los 7 Enanos, o la Bella Durmiente. En este último relato tenemos a una mujer de increíble hermosura, pero al momento de realizar sus conjuros mágicos, o de preparar sus pócimas, recupera su verdadera condición de mujer vieja y horrenda; para luego transformarse en una anciana dulce y bondadosa, es decir de bruja se convierte en maga. En este cuento tenemos las tres características principales reunidas en un mismo personaje.
En La Sirenita, de Hans Christian Andersen, se nos presenta a una maléfica bruja que vive rodeada de serpientes de todos los tamaños, su morada está construida con los huesos y cráneos de los hombres que se han ahogado en su territorio. Su más fiel amigo es un sapo al que le permite coger el alimento de su propia boca. Sobre su pecho anidan anguilas y bestias viscosas a las que llama con nombres cariñosos.
En otro cuento de Andersen, “El Compañero de Viaje”, hay un personaje semejante a Morgana, una princesa de gran belleza, pero poseedora de una extrema crueldad, por lo que su pueblo la denomina con el apelativo de hechicera. Cuando Juan, el protagonista del relato, la conoce no puede creer que esa mujer tan hermosa pueda ser una hechicera:
“- Es imposible – se dijo – que sea una hechicera feroz como dicen. ¿Cómo con ese rostro tan dulce, podría hacer morir a los que no pueden adivinar sus pensamientos?”
Todos los pretendientes que han osado acercársele han muerto porque no han podido superar la prueba que ella les impone: Adivinar sus pensamientos.
“De cada árbol (del jardín de la princesa) colgaban los esqueletos de tres o cuatro príncipes que no habían podido adivinar el pensamiento de Su Alteza. Cuando el viento soplaba, los huesos de las víctimas entrechocaban y producían un ruido lúgubre. Ese ruido alejaba a los pájaros; ninguno llegaba a este recinto maldito. Las flores del jardín se sostenían en los huesos humanos. Cabezas de muertos servían de macetas. En ese espantoso lugar, gustaba pasear la princesa”.
Pero en otro cuento de Andersen, “La Reina de las Nieves”, tenemos una bruja muy diferente a las descritas en los anteriores relatos.
“La mano de la anciana acariciaba el cabello de Gerda, y ésta, al contacto de los acariciantes dedos iba perdiendo memoria de todo… La viejecita era una hechicera. Pero no una hechicera mala, ni una bruja: hacía encantamientos para distraer su vida solitaria”.
Esta hechicera está más cerca de la figura de la maga benevolente, es la antítesis de la bruja descrita en “La Sirenita”.
En “El Señor de los Anillos”, de Tolkien, también se encuentra la presencia de un brujo. En este libro aparecen diversos personajes con conocimientos de magia, tanto benéfica como maléfica. En el caso que nos ocupa se habla de Sauron, el Señor de los Anillos, como un personaje poseedor de una extrema maldad. Y con el anillo que él mismo forjara, busca apoderarse del mundo para su propio beneficio.
Los cuentos infantiles contemporáneos que tienen como personajes principales a las brujas, nos hacen una radiografía muy diferente a la bruja de los cuentos de hadas tradicionales. Generalmente, son mujeres bastante simpáticas, realizan hechizos más por diversión que por hacer el mal. En realidad son magas, que viven aisladas, en pequeñas chozas y sin hacerle mal a nadie.
Es el caso de “La Pequeña Bruja” de Otfried Preussler. En la obra de Ruth Chef, “Una Bruja en Casa”, son dos niñas que se convierten en aprendices de una simpática bruja. O brujas que contribuyen al equilibrio ecológico, como “La Bruja de la Montaña” de la escritora colombiana Gloria Cecilia Díaz. En la tradición oral italiana también está la figura de la bruja Befana, amante de los niños y niñas, tal y como nos lo cuenta Gianni Rodari, en su libro “Gramática de la Fantasía”. Befana, vieja y fea como sus colegas de los cuentos de hadas, también monta en una escoba. La noche de Epifanía le deja a los pequeños regalos, en las medias que cuelgan al lado de la chimenea. En esta leyenda, que además hace parte de las costumbres italianas, se basó el escritor colombiano Ivar Da Coll, para escribir su libro “La Bruja de las Medias Dulces”, recurso completamente legítimo en la literatura, pero siempre y cuando se dé crédito a la fuente o al autor, algo que no ocurre en este caso.
Las obras de autores contemporáneos que hablan sobre brujas, tienen siempre la característica de mostrarlas como personajes que aman a los niños. Están muy lejos de ser representadas como el arquetipo de los cuentos tradicionales europeos.
—————————————–

 [1] Michelet, Jules. La Bruja. Un estudio sobre las supertifciones en la Edad Media. Ediciones Akal. 3ª edición 2006. Pág: 31.

[2] En la década de 1970 tuve la oportunidad de ver una película que nunca olvidé “Los demonios de Loudun”, (Director: Ken Russell,  protagonizada por Vanessa Redgrave y Oliver Reed-1971).

(3) Jules Michelet, op.cit,  pág. 40

Comentarios