El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

Nancy Huston

Berta Lucía Estrada Estrada

Nancy Huston

Esta autora, nacida en Canadá, pero francesa de adopción, ganó el Premio Fémina 2006 con la obra “Lignes de Faille”, traducida al español con el título “Marcas de nacimiento” (Editorial Salamandra y Editorial La Magrana); traducción que no logro entender, ya que si bien los cuatro personajes del libro poseen una marca particular en sus cuerpos, el título podría traducirse casi que literalmente: Puntos de fisura (o puntos de quiebre), título que además describe a la perfección la trama del libro.

Nancy Huston nace en 1953 en Calgari, Canadá, y a la edad de 14 años se traslada con su padre y hermanos a los Estados Unidos. Su madre los había abandonado ocho años antes; un dolor que la autora no ha dejado de exorcizar a través de toda su obra. A la edad de 20 años viaja a París, para estudiar lingüística, teniendo como profesor nada menos que a Roland Barthes. Posteriormente contrae nupcias con Tzvetan Todorov, el gran filósofo, crítico literario, historiador y semiólogo de origen búlgaro, quien fuese galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales en el 2008. Y si bien en Francia muchos la conocen sólo por ser su esposa, la verdad es que Nancy Huston hace tiempo se labró un estrado en el mundo de las letras francesas e inglesas, en particular, y en las letras en general. Su producción es inmensa, tanto en cantidad como en calidad; aunque sólo sea a partir del Premio Fémina que la crítica literaria le dedique más tiempo. Y si bien el inglés es su lengua materna, Nancy Huston generalmente escribe en francés y luego traduce su obra al inglés. Algo no muy usual en el mundo de la creación literaria. Escribir una obra de ficción, en una segunda lengua, es un trabajo arduo y difícil, que significa conocer a fondo la lengua de adopción y ser verdaderamente bilingüe. Domina, además, una tercera lengua: el alemán, aprendida a la edad de seis años, en una estadía de la familia en Alemania. No obstante, ella reconoce que si bien el francés es una parte intrínseca de su vida, las vulgaridades sólo tienen sentido cuando las dice o las escucha en su lengua materna, el inglés. Habla también italiano, español y portugués. Por otra parte, es importante anotar que no sólo es lingüista y escritora, sino música. Es una excelente intérprete de la flauta, del piano y del clavicordio; por lo que la música siempre está presente en sus obras literarias. En el momento de escribir lo hace en compañía de sus compositores favoritos: Rameau, Couperin, Bach y Schubert.

“Marcas de nacimiento” es su noveno libro, y parte de un drama poco conocido, al menos yo sólo vine a saber de él gracias a este libro, el drama de los “Lebensborn” (“Fuente de vida”). Entre 1940 y 1945 los nazis llevaron a cabo un vasto programa de “germanización” o “arianización”. Hasta aquí es algo sabido por todos nosotros, lo que yo ignoraba, es que bajo las órdenes directas de Heinrich Himmler, más de 200.000 niños de todas las edades fueron literalmente secuestrados en sus países de origen: Polonia, Ucrania y los países bálticos, con el fin de suplir las pérdidas humanas de la guerra. Los niños más pequeños eran llevados a unos centros considerados como “granjas de cría” y de allí pasaban a vivir con familias alemanas, que criaban a dichos niños como si fuesen propios. Los niños que habían iniciado la etapa escolar eran conducidos directamente a centros especiales donde se les “educaba” bajo los preceptos “arios”. Una vez terminada la guerra, se crea la UNRRA (United Nations Relief and Rehabilitation Administration), cuyo objetivo principal era buscar a los niños raptados por los nazis. Solamente 40.000 lograron ser restituidos a sus familias de origen. Desafortunadamente este programa de desaparición forzada no fue el único que se dio en Europa. Me refiero al caso de los niños desaparecidos en los años que siguieron a la guerra civil española. Durante los años de 1939 a 1949, miles de niños, hijos de padres y madres republicanos, fueron dados en adopción a familias con nexos falangistas, o bien internados en hospicios públicos. Muchos de ellos no solamente nunca regresaron con sus familias biológicas, sino que aún hoy en día no saben la verdad sobre sus orígenes. Durante la época franquista se consideraba a los republicanos como una especie diferente y cruel por naturaleza:

“Como aclara Ricard Vynyes Ribes profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona: “En realidad se había construido un arquetipo del Mal, una idea pura del Mal que deshumanizaba al republicano. Para salvar a los niños republicanos de sus madres y familiares Vallejo Nágera construyó la tesis de la “segregación total”, y el Estado se encargó de articular una legislación que lo hiciese aplicable”. [1]

Y en esta idea del “mal republicano” quien llevaba la peor parte era la mujer. Se hablaba incluso de “la crueldad femenina”, que era acentuada si la mujer participaba en política. La idea de darlos en adopción a familias adictas al régimen de Franco, era poder educar a los niños bajo los preceptos falangistas; al mismo tiempo que borraban toda huella que pudiese llevar a la identificación del niño robado. Este delito no prescribe, así Franco haya muerto, y se le considera crimen de lesa humanidad. España, en su recuperación de la memoria histórica, ha emprendido una tarea ardua, difícil y encomiable, en pro de los derechos humanos. En la época de la dictadura franquista había una copla que decía más o menos así: “Se me ha perdido un niño en el fondo del jardín/ he encontrado un niño en el fondo del jardín.”

Este programa perverso inevitablemente me hace pensar en los niños robados por la dictadura argentina, con el cruel objetivo de darlos en adopción a las familias de los victimarios de sus propios padres; es decir, los hijos de los detenidos-desaparecidos. Las Madres de la Plaza de Mayo han logrado encontrar a algunos de ellos, pero aún quedan otros muchos en manos de las familias victimarias o familias con nexos cercanos a la dictadura. La Asociación de las Madres de la Plaza de Mayo (abuelas de los niños en cuestión), estima que alrededor de 500 niños habrían sido robados a sus padres legítimos y dados en adopción. Hasta abril de 2011 habían sido recuperados 103 nietos, en un programa sin precedentes por el restablecimiento de la verdad, la búsqueda de la identidad y de la reconstrucción histórica; pero sobre todo en un arduo trabajo de reivindicación del respeto a los derechos humanos.

“Marcas de Nacimiento” es una novela polifónica, contada a cuatro voces. Son voces infantiles que hurgan en el pasado, que buscan la verdad y que terminan por descubrir un pasado doloroso, trágico, avasallador; pero necesario para la aceptación de su propia identidad. Los niños que cuentan la historia sólo tienen 6 años, pero poseen una percepción y una lógica desconcertantes. En este aspecto habría que tener en cuenta que la propia autora exorciza su principal dolor: el abandono del que fue víctima por parte de su madre cuando sólo tenía seis años de edad, y al que hacía referencia anteriormente. Al respecto ella misma ha dicho: «No he pretendido contar mi historia, pero parte de la energía de la novela se deriva de mi experiencia. Recuerdo mis 6 años nítidamente: cómo observaba el mundo, cómo pensaba. Por eso tiendo a no subestimar la percepción de los niños. Creo que es una edad muy original que, por desgracia, el colegio acaba por homogeneizar». La novela arranca con el relato de Sol, en el año 2004, continua con la historia su padre Randall, en 1982, luego es su abuela Sadie la que habla (1960), y finalmente su bisabuela Erra (1944). Al final de la novela se conoce un oscuro secreto, y su revelación, o mejor su descubrimiento, permite la afirmación como seres humanos y el derecho inalienable que todos tenemos de conocer nuestras propias raíces, en últimas, al derecho a la identidad y a la verdad.

Nancy Huston ha publicado 11 novelas, 13 libros de ensayos -uno de ellos salió a la luz en el 2008 y lleva como título “L’Espèce fabulatrice” (La especie fabuladora), un soberbio ensayo sobre la creación literaria-. Ha escrito, además, cuatro libros para jóvenes y dos obras de teatro. Para terminar con la reseña de Nancy Huston quisiera traer a colación uno de los apartes de “L’Espèce fabulatrice”, concerniente a la creación de la novela:

Nuestro espíritu sigue los pasos del autor, aprende a escuchar la música específica de sus palabras y, poco a poco, si la magia funciona, despega, se pone a volar y termina por participar en esta prerrogativa divina que es la creación. Gracias a la literatura nos es permitido experimentar la parte divina que se encuentra en cada uno de nosotros (¡y en ninguna otra parte!). Gracias a ella, en secreto, en silencio, de una manera efímera, pero muy real, nos convertimos en dioses.” [2]

A todo lo largo del libro, Nancy Huston hurga en el proceso de la creación, y trata de entender como el cerebro humano teje historias. Por supuesto que no deja a un lado la parte cultural, religiosa, étnica, económica e histórica que suele acompañar a dicho proceso.

Nota: Y si bien en la Segunda Guerra Mundial se dio el caso de las “Lebensborn”, algo similar ocurrió en Polonia, donde 2.500 niños del gueto de Varsovia fueron literalmente separados de sus familias y posteriormente fueron dados en adopción a familias católicas polacas. La gran diferencia es que los niños no fueron robados a sus familias, sino que éstas consintieron en entregarlos voluntariamente, porque sabían que era la única forma de preservarles la vida. Detrás de tamaña empresa estaba una joven trabajadora social católica, de nacionalidad polaca, su nombre era Irena Sendler (1910-2008). El nombre de esta gran mujer sólo fue rescatado en 1999, curiosamente por cuatro adolescentes estadounidenses (Megan Stewart, Liz Cambers, Sabrina Cooms y Janice Wonderwood), a quienes su profesor de noveno grado les había dado como tarea, para la asignatura de historia, la investigación sobre un pequeño y viejo recorte de periódico que llevaba como título “Los otros Schindlers”, y donde estaba resaltado el nombre de Irena. Tras un impresionante trabajo de rastreo, a través de viejos periódicos, de visitas a bibliotecas y del uso de Internet, el resultado fue una obra de teatro titulada “La vida en un tarro”. El nombre de la obra hace alusión a la estratagema que Irena Sendler, junto con las integrantes del movimiento de resistencia judío “Zegota”, ideó: cada vez que sacaba un niño del gueto, obligatoriamente debía cambiarle la identidad; por lo tanto anotaba el nombre verdadero en un pequeño papel y luego lo escondía dentro de una lata de conservas, que después enterraba en el jardín de su casa. Los niños, con la complicidad de sus familias y del gueto judío, eran sacados en costales de papas, en ambulancias –haciéndolos pasar por enfermos graves-, en maletas e incluso en ataúdes; para lo cual debían ser previamente sedados. Otra de sus estratagemas era sacarlos por una iglesia católica que tenía dos puertas, una que daba al gueto judío y la otra al lado ario. Los niños entraban en la iglesia por una puerta, pobremente vestidos y con la insignia obligatoria de la estrella de David en sus pechos, y salían por la otra, vestidos de manera diferente, como si fuesen niños católicos. La obra “La vida en un tarro”, ganó el premio estatal y fue representada con éxito en varios estados. Al mismo tiempo inspiró el libro “La madre de los niños del holocausto. Irena Sendler y los niños rescatados del gueto de Varsovia”, de la periodista y escritora polaca, Anna Mieszkowska. [3]

Finalmente, a finales de noviembre de 1943, Irena Sendler es tomada prisionera por los nazis y acusada de alta traición. Fue cruelmente torturada, sus brazos y piernas fueron fracturados, hasta el final de sus días Irena debió caminar con la ayuda de muletas; sin embargo, y a pesar de la tortura, no lograron que les revelase donde estaban los niños ni cuáles eran sus identidades. No obstante, salió bien librada, ya que el veredicto final la había condenado a muerte; afortunadamente pudo ser salvada por las mujeres de Zegota, que lograron sobornar a algunos soldados nazis para que la dejaron escapar. Irena Sendler debió cambiar de identidad hasta el fin de la guerra. Posteriormente el régimen comunista enterró su historia, en un deseo de borrar todo vestigio de la labor en pro de los derechos humanos de una católica practicante. En el 2007 su nombre fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz, pero ya sabemos que fue Al Gore quien se llevó la tan anhelada presea; afortunadamente su nombre no quedará en el olvido.

Para terminar, me parece válido traer a colación el libro de la franco-argentina Laura Alcoba, “La casa de los conejos” (Editorial Edhasa-2008). Escrito inicialmente en francés y publicado por la prestigiosa editorial Gallimard. Su protagonista, una niña de escasos siete años, es testigo presencial de la persecución militar argentina en contra de los Montoneros. Una niña con ojos de adulta, una niña que sabe que pase lo que pase debe callar, una niña que vive no entre muñecas y juegos, sino entre el miedo y la desesperanza.

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[1] Menores desaparecidos durante el franquismo: Memoria y justicia. Nov.18.08

Menores desaparecidos durante el franquismo: Memoria y justicia

[2] Houston, Nancy. L’Espèce fabulatrice. Actes Sud. 2008. Pág. 187 (Nota: Traducción libre de la autora del presente artículo. El subrayado es de Nancy Huston).

[3] Su libro fue llevado a la pantalla, The courageous Heart of Irena Sendler, y dirigida por John Kent Harrison. El rol de Irena fue interpretado por la actriz Anna Paquin, ganadora del Oscar por su papel secundario en “El piano”.

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