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Ambientalistas cuestionan ideas de Peñalosa para Bogotá

¿Cuál es el modelo de desarrollo que más le conviene a la capital? ¿Cómo equilibrar lo urbanístico con lo ambiental? El blog El Río habló con varios expertos e investigadores para conocer sus preocupaciones frente al tema. El Secretario de Ambiente habló en representación de la Alcaldía. 

reserva van der hammen En 2011 la zona fue declarada por la CAR como Área de Reserva Forestal Productora Regional del Norte./ Foto: El Espectador. 

Cuando apenas se confirmó, el pasado 25 de octubre, que Enrique Peñalosa sería el nuevo Alcalde de la ciudad de Bogotá, las opiniones de los ambientalistas no se hicieron esperar. La Avenida Longitudinal de Occidente (ALO) y los impactos que tendría sobre los humedales, así como los muros de retención que se tienen pensado construir sobre el principal río de la ciudad y el destino de la reserva Van Der Hammen fueron algunos de los temas que encendieron las alarmas sobre el futuro del patrimonio ecológico de la capital.

Para aclarar la situación y contribuir al debate que cada vez se vuelve más robusto, El Río y El Espectador hablaron con varios expertos en el tema y  con el secretario de Ambiente de Enrique Peñalosa para conocer la visión de ciudad que tienen ambas partes.

Por: Tatiana Pardo    @TatiPardo2

Periodista del blog El Río y El Espectador 

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Pese a las múltiples críticas que ha recibido el actual Alcalde luego de calificar como “potreros comunes” y “bosquecito con vacas” a las 1.400 hectáreas que conforman la reserva Thomas Van der Hammen, parece ser que su idea de construir hacia el norte y occidente de Bogotá marcha a paso firme.

De acuerdo con lo que ha señalado Peñalosa, le pedirá a la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) y al Ministerio de Ambiente reducir el número de hectáreas protegidas pues sólo el 7,8% debería considerarse reserva forestal.

“Sospecho que hay cierto desconocimiento sobre lo que es la reserva Van Der Hammen y los estudios que se vienen haciendo desde 1996 por grandes expertos que comprendieron la importancia de este corredor ecológico”, dice Julio Carrizosa, ex director del Inderena uno de los padres del ambientalismo en Colombia.

“El argumento de Peñalosa, de que sólo hay potreros en la reserva, no es válido dado que también tendrían que protegerse como parte de un ecosistema que conecta a los cerros orientales con el río Bogotá. De no hacerlo, podrían ponerse en peligro alrededor de cien mil hectáreas de suelos agropecuarios que son fundamentales para la seguridad alimentaria de cientos de familias pues según los estudios que ha hecho el Instituto Agustín Codazzi, en la altiplanicie se encuentran las tierras más productivas del país, que no deberían ser urbanizadas teniendo en cuenta los intereses políticos y económicos de algunos”, advierte el experto.

Lo mismo piensa el ingeniero industrial y doctor en economía ambiental, Juan Camilo Cárdenas, quien está preocupado por todo el complejo ecológico de la Sabana. “Están tan relacionados los cerros orientales, los humedales, las quebradas y el río Bogotá, que no se puede hacer una obra que ponga en peligro alguno de estos elementos. No me preocupa sólo un  proyecto, sino la falta de visión integral de todo el complejo ecológico en la Sabana. Pareciera ser que todo lo quieren arreglar con curitas y por separado cuando sabemos que esto no funciona así. Decir que porque en la reserva hay potreros y que la solución es cubrirlos de cemento es algo ilógico. Hay que restaurar la reserva. Presta unos servicios ecosistémicos importantes”, asegura Cárdenas.

Por su parte Brigitte Baptiste, directora del Instituto Alexander Von Humboldt, se ha mostrado más comprensible con el tema y asegura que sí es posible construir una propuesta que no perjudique al medio ambiente ni impida el desarrollo de la capital.

Lo importante, dice, es “no polarizar el tema como lo han hecho, la pasada y la actual administración, hay que hacer una propuesta sostenible de ciudad. Es necesario poner sobre la mesa el debate sobre la infraestructura de Bogotá”. Así mismo, asegura que de salir mal el plan de Peñalosa, lo que se pondría en juego es «toda la perspectiva de una ciudad sostenible, adaptada al cambio climático. Podríamos perder la posibilidad de ser una ciudad ecológicamente adaptada. Se pierden muchas funciones ambientales que cada día se vuelven más importantes. Si fallamos y urbanizamos mal, pondríamos en riesgo la salud de los bogotanos». 

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Pero la reserva Van der Hammen es sólo un punto de partida para continuar con el debate que cada día tiene más aristas. La propuesta de Peñalosa de ampliar tres veces el ancho del  río Bogotá y dos veces su profundidad, construir muros de retención, malecones arborizados y cien kilómetros de ciclovía desde Soacha hasta Chía para convertir al afluente en el  eje central de desarrollo de la capital, parece preocupar a los ambientalistas que no se dejaron deslumbrar con el video en el que el río deja atrás su estado de deterioro y abandono, y se transforma completamente.

Cárdenas, por ejemplo, considera que la propuesta es “interesante y valiosa pero tiene un enfoque más de movilidad y recreación que uno de conservación de fauna y flora, de regulación hídrica y resiliencia frente al cambio climático”. Sin embargo, cree que el país siempre ha visto el agua como un estorbo y tal vez con éste tipo de iniciativas “se pueda recuperar la noción de que sí es posible coexistir juntos”.

En cambio el profesor Gustavo Wilches- Chaux, experto en desarrollo sostenible y manejo de desastres, advierte que puede ser peligroso equiparar al río Bogotá con cualquier otro de Europa. “Pareciera ser que estamos copiando modelos de desarrollo europeos del siglo pasado con características muy diferentes a las nuestras. ¿Acaso no podemos ser originales ni siquiera con nuestros propios errores? Es inútil que intentemos, a través de obras de infraestructura con diques y muros, imponerle al agua nuestras prioridades, pues la naturaleza de un río no es quedarse quieto, sino expandirse. Convertir un organismo vivo en un canal sólo se traduce en la pérdida de resiliencia para adaptarse a extremos climáticos (El Niño y La Niña) y eso es peligroso”, dice.

Pero el Secretario de Ambiente, Francisco Cruz, dice que «esto no se trata de copiar modelos europeos ni de opiniones personales, sino de los estudios técnicos que ya ha hecho la CAR y que indican vamos por buen camino. Incluso el proyecto ganó premio nacional de ingeniería el año pasado por lo que el Banco Mundial nos tiene como un referente importante».

Por ahora la CAR viene trabajando de la mano con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para adelantar las obras de saneamiento del río con una inversión de 480 millones de dólares que han permitido, hasta el momento, remover 6 millones de metros cúbicos de basura y de sedimentación que estaban acumulados, ampliar de 30 a 60 metros el cauce y mejorar la velocidad del río. «Esas obras de adecuación hidráulica del río van a ayudar a combatir el cambio climático pues aumentan la velocidad del mismo y evitan las inundaciones», dice Cruz.

Haría falta ampliar la capacidad de la planta de tratamiento de aguas residuales (PTAR) Salitre, ubicada en la localidad de Suba, de 4 metros cúbicos por segundo a 7,1.  Es precisamente este punto el que ha desatado una disputa entre dos empresas que quieren quedarse con el jugoso contrato de la licitación de estas obras, indispensables para el saneamiento del río Bogotá.

Se trata del Consorcio Aguas del Salitre Odebrecht y el Consorcio Expansión Ptar Salitre Aqualia, ambas cuestionadas por posibles líos legales y financieros. Por esa razón, la Procuraduría General, a través de una carta dirigida a la CAR, lanzó una alerta frente a las presuntas irregularidades que se estarían presentando en el proceso de licitación.

Cruz asegura que «en dos o tres años el río Bogotá va a estar descontaminado gracias a las Ptar y la cooperación con otros municipios como Cajicá, Tocanzipá, Zipaquirá, entre otros».

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Finalmente, otro de los puntos que se han cuestionado es el de la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO). El Alcalde ya ha dicho en reiteradas oportunidades que “es especialmente respetuosa con los humedales por los que pasa”, pues se adquieren los terrenos para que la Avenida los bordee sin afectar el ecosistema (como sería el caso de Capellanía). Además, se harían puentes muy altos para que pase por encima (en los casos de los humedales Juan Amarillo y La Conejera). Pero el director de la Fundación Humedales Bogotá, Jorge Escobar,  no está de acuerdo con esa afirmación.

Escobar dice que, primero, se afectarían especies endémicas como la Tingua Bogotana y el musgo de pantano. Segundo, se extinguiría la flor Margarita de Pantano, que fue declarada extinta por el Instituto Humboldt en el año 1997 y luego fue redescubierta un año después en el Humedal La Conejera, justo por donde pretende pasar la ALO. Tercero, habría muerte de especies dado que los puentes no dejarían ingresar los rayos del sol para la fotosíntesis. Cuarto, habría pérdida de espacios reguladores del ciclo hídrico que contribuyen a controlar y prevenir inundaciones, retener sedimentos y nutrientes, y que además funcionan como reservorios de aguas.

Frente a este último punto y luego de insistirle al Secretario de Ambiente una respuesta concreta frente a los impactos que podría tener la ALO sobre los humedales, prefirió limitarse a decir que «los humedales van a tener especial protección. Las obras de infraestructura que son necesarias y se van a hacer para desembotellar la ciudad van a estar equilibradas con el medio ambiente. Estamos haciendo estudios, no puedo decir más al respecto».  

Lo cierto es que los expertos ambientales no están tan de acuerdo con las ideas urbanísticas de Enrique Peñalosa para la ciudad de Bogotá y esperan que se tomen las mejores decisiones. En palabras de Carrizosa, “yo esperaría que el Alcalde nos escuchara y que se dejara asesorar para que la capital sea la más beneficiada”.

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