Psicoterapia y otras Posibilidades

Publicado el María Clara Ruiz

Y ahora… ¿Quien te va a querer?

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Imagen: Carta «Celebración» – Tarot Zen

Dudaba. A veces pensaba que no pasaría ni un día, ni una noche más al lado de ese hombre a quien, al menos hoy, no quería. Pero los últimos meses habían sido un mar de dudas, confundiéndose entre las opiniones de los demás, llenándose de todos los sentimientos de culpa imaginables y de razones para justificar su resignación: que si era una crisis temporal, que si acaso era una caprichosa inmadura, que si él era un don nadie, que con ese partidazo de marido que tenía y ahora lo iba a dejar escapar, que se le iba a pasar el arroz, que seguro que no podría salir adelante sola… 

Y con cada reproche que se adjudicaba a sí misma aparecía, cada vez más nítida, esa pregunta que no quería recordar, su mayor miedo, su pánico heredado generación tras generación, mujer tras mujer. Esa pregunta, la que ha tenido -y sigue teniendo- el gran poder de sentarlas durante siglos en la banqueta de la cocina, callar y olvidar. Esa pregunta:

“Y AHORA… ¿QUIEN TE VA A QUERER?”

“Quien te va a querer”… “ahora”…

                                                                     ¿Ahora?… ¿Después de que?…

Antes se decía que las mujeres que habían caído en la “debilidad” del sexo sin estar unidas en matrimonio, habían sido deshonradas, manchada su inocencia y, por tanto, que ya nadie las iba a querer o a respetar.

Después de manchar el honor de la familia, las alternativas eran bien pocas y no muy reconfortantes: o se veía obligada a casarse siempre que el culpable de la deshonra perteneciera, como mínimo, a la misma clase social  -y curiosamente, entre más rico el verdugo menos grave parecía el pecado-, o la metían en un convento evitando así las habladurías y la vergüenza de salir a la calle con una hija impura, o se quedaba la pobre mujer “solterona”, «vistiendo santos», cuidando de padres, cuñados, hermanos, sobrinos, asistiendo a toda la comunidad, dejándose la vida por culpa de un minuto de placer, si es que lo tuvo.

Menos mal, se decía, que para ella las cosas habían sido muy diferentes. Ella siempre había tenido acceso a la vida pública. Había viajado, estudiado, ganaba su propio dinero, leía sin parar, elegía a sus parejas, luchaba por sus derechos, en fin, era lo que se puede decir una mujer “independiente”… estuvo convencida de esto hasta que, en medio de una noche de tormenta, después de acostarse con un dolor de cabeza insufrible, vinieron pesadillas, sueños repetitivos que la hacían despertar sobresaltada. Se trataba de una voz muy lejana, muy profunda. Una voz que a veces se convertía en mujer, otras en hombre, otras en niño, otras en dragón o en culebra pero, fuera como fuera, siempre la rodeaba y le apretaba todo el cuerpo como si fuera una soga y le decía… “Y ahoooraaaa… ¿Quieeeen te va a quereeeer?”

Despertaba aterrorizada, dispuesta a entregarlo todo, a renunciar a sus sueños, a aceptar una vida mediocre, a “portarse bien”… hasta que volvía una ola de consciencia y se encontraba, de nuevo, con ella misma, con su presente y con su libertad esperándola impacientemente. La libertad de irse o de quedarse, de vivir acompañada o en soledad. La libertad de elegir, de asumir las consecuencias y de poder gozarlas o sufrirlas con los ojos bien abiertos y la boca llena de agradecimientos.

Sacó del armario un viejo baúl, recogió fotos, escritos, olores, texturas. Se inspiró con ellos y se situó enfrente de cada una de las mujeres que le transmitieron este terrible mensaje… “quien-te-va-a-que-rer”. No eran dos ni tres, como esperaba… eran miles!! Era su madre, sí, y su abuela y la abuela de su abuela, pero también toda una vida, toda una tradición, toda una cultura. Y estaba la maestra, la monja, la panadera, la pescadera, la mujer del alcalde, la peluquera, la canguro, la vecina cotilla, la beata!! Y además… vaya sorpresa!… pudo entrever tímidamente las miradas inquisidoras de ese par de amigas con las que estuvo ayer… sí, solo ayer, tomando un café.

Se sentó tranquilamente al lado del baúl. Rompió papeles, transformó imágenes, modeló otros cuerpos, probó formas, cortó telas, desató nudos, se soltó, las soltó, se despidió, se distanció y soñó, otra vez.

Soñó con risas, con gritos de alegría, con cantos, con orgasmos plenos de mujeres sin tiempo y sin edad, esperando ese momento para verse liberadas de mandatos, de amenazas, lealtades y pactos antiquísimos, de miedos que ya ni ellas se creían. Soñó con baúles de algodón, tan ligeros que volaban como plumas. Despertó con una vitalidad arrolladora, con una fortaleza mezclada con dulzura, dispuesta a seguir esa luz iluminada que le llevaría a un nuevo camino… el de ahora, el suyo…

                           Su camino… ¿con él o sin él? … no lo sabemos. Ella sí.

 

María Clara Ruiz

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