El MERIDIANO 82

Publicado el El meridiano 82

Comadres contra la violencia sexual

Otra entrega de la colaboración entre el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acur) y El Meridiano 82.

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Por Sonia Aguilar.  Ecuador.

Mientras Sofía* explicaba ante el auditorio cómo ella había sido una mujer violada sexualmente, agredida a través de las palabras, por su pareja, por actores armados diferentes, Lucía apretaba fuerte su mano y prestaba una presencia a esta confesión pública por primera vez en su vida.

“Si yo hubiera sabido, no hubiera aceptado. Gracias a la Red [Mariposas] hoy sé que eso no era normal. He aprendido a valorarme a reclamar mis derechos. Hoy me estoy despertando”, señaló Sofía.

Esta mujer rotunda, hermosa, honesta, de Buenaventura (Valle del Cauca, Colombia) es parte de la Red Mariposas de Alas Nuevas, las recientemente galardonadas con el Premio Nansen del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Como ella, Marcela* explica lo fundamental de sentirse arropadas por un colectivo como mecanismo de protección, de sanación, de lucha frente a la violencia.

“El comadreo es nuestra herramienta frente al maltrato, a la vulneración de nuestros derechos. Somos mujeres de base, lideresas comprometidas con nuestras familias, con nuestra comunidad, que tomamos la decisión de un trabajo colectivo”, añade esta mujer que como las 1000 mujeres acompañadas por la Red Mariposas es sobreviviente a la violencia sexual y de género en un contexto de desplazamiento forzado y conflicto.

En la misma mesa está Lucía Barbosa y su abrazo fraterno, que desde la Casa Amazonía del departamento colombiano de Putumayo comparte experiencias similares para mitigar el impacto y generar restitución de derechos. Estamos en Lago Agrio (Sucumbíos), en la frontera norte Amazonía ecuatoriana, y hablamos sobre cuáles son los retos y las experiencias en la atención integral a sobrevivientes de violencia sexual durante unas jornadas interinstitucionales que han congregados a la sociedad civil, instituciones del Estado, organizaciones y colectivos.

“Reforzarnos como mujeres nos habilita para la vida. A través de círculos de la palabra, de danzas por la paz, de desarrollar espacios protectores para las mujeres…. combatimos la normalización de una violencia en un entorno militarizado, masculinizado”, explica Lucia desde su trabajo con mujeres y sus hijos e hijas en una zona intensamente impactada por el conflicto interno del país.

A lo que Amparo Peñaherrera, de la Federación de Mujeres de Sucumbíos, añade la fundamental necesidad de que, junto a la reparación, haya un mejor y más sistemático conocimiento de estas realidades para su mejor respuesta.

Y es que, como muestra la realidad del Ecuador y de muchos países de la región, la falta de datos sobre la incidencia de la violencia sexual y de género contrasta con la realidad manifestada por los colectivos. Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), 6 de cada 10 mujeres en Ecuador ha sufrido alguna forma de violencia. A su vez, una de cada cuatro mujeres afirmaban en esta misma encuesta, de 2011, haber sufrido violencia sexual. El 53,5% de ellas, habían vivido esta violencia en su propia pareja. No obstante, no existen datos desagregados por ejemplo sobre la incidencia en mujeres en situación de refugio u otra situación e movilidad humana.

Ante este contexto, para la ACNUR en Ecuador,  crear entornos seguros y mitigar el riesgo de violencia sexual sólo se puede lograr abordando la desigualdad, la discriminación de género así como la atención. Para lo cual, entre otras medidas, se trabaja con la Red Nacional de Casas de Acogida en Ecuador.

“Necesitamos un sistema interinstitucional para atender a mujeres que han sufrido violencia en el contexto del conflicto, y comprender la doble victimización que sufren”, señala John Fredrikson, representante de la Agencia de Naciones Unidas en Ecuador. “Es fundamental que, entre todos, ofrezcamos respuestas integrales, que permitan atender a las mujeres que han sufrido violencia sexual y de género en el contexto del conflicto y también en el país de acogida, donde como refugiadas están expuestas a una nueva victimización y explotación”.

En este contexto lleno de retos y desafíos, no obstante, las mujeres emergen como actrices conscientes de su propia protección, de su cambio. Como esas mariposas de que se reconstruyen desde el dolor.

“Éramos mujeres de alas rotas. Comenzamos a trabajar cuando nuestra Buenaventura nos agobiaba, con asesinatos, reclutamiento, violaciones. El acompañarnos unas a otras nos hace sentirnos renovadas, tenemos alas nuevas”.

Alas nuevas para ser agentes de su propia protección, de su desarrollo, de su riqueza y futuro.

*Nombres protegidos por razones de seguridad

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