El MERIDIANO 82

Publicado el El meridiano 82

Perseguidos por su orientación sexual: refugiados LGBTI en Brasil

Otra entrega de la colaboración entre el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y El Meridiano 82.

Male couple holding hands

Por Larissa Leite, oficial de ACNUR en São Paulo, Brasil.

Neda, Ali e Ikena (*), tres personas muy distintas y de nacionalidades diferentes, comparten sin saber una parte esencial de sus vidas: ellos son refugiados en Brasil por la persecución perpetrada en su país en contra de las personas que, como ellos, manifiestan una orientación sexual diferente a la tradicional.

Aunque la institución del asilo represente, tradicionalmente, una protección para las víctimas de guerras, conflictos y persecuciones políticas o religiosas, la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 prevé que los países también deben ofrecer protección a los extranjeros que hayan dejado su país por haber sufrido, o tener el fundado temor de sufrir, persecución por pertenecer a un grupo social determinado o una comunidad específica.

Según la interpretación hecha en Brasil por el Comité Nacional para los Refugiados (CONARE), lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, e intersexuales son personas que pertenecen a un determinado grupo social y, por lo tanto, merecen ser reconocidos como refugiados cuando dejan sus países a causa de la persecución, criminalización o aislamiento social que sufren o pueden sufrir en virtud de esta condición.

Aunque pequeño en número, comparado con el número total de refugiados reconocidos en Brasil, el país alberga extranjeros que allí encuentran protección para seguir su vida en libertad. Actualmente, entre los casi 7.600 refugiados que residen en el país, 18 fueron reconocidos por haber sido perseguidos, o por tener temor de serlo, a causa de su orientación sexual o identidad de género. Otras 23 solicitudes se presentaron en base a este criterio y están pendientes de análisis.

Neda dejó Irán, su país de origen, después de haber sido acosada varias veces por su forma de expresarse y por su orientación sexual. La experiencia de estudiar en un colegio internacional y conocer otros países la impulsaba a desear tener pequeñas libertades que iban en contra a las leyes impuestas por las autoridades de su país.

Después de terminar el colegio (y de haber tenido un novio en la institución), Neda acompañó a su padre en un viaje al exterior, donde conoció a una joven. Iniciaron su relación como amigas y más adelante pasaron a ser novias. Con la ayuda de sus padres, Neda pudo recibir a su novia en Irán. Pero después de esta relación, fue arrestada por participar en una fiesta exclusivamente para el público femenino, pues las fiestas privadas en Irán levantas sospechas cuando solo son atendidas por hombres o mujeres – ya que la homosexualidad es considerada un delito.

Pasado un tiempo, a Neda la despidieron de su empleo por haber abrazado en un lugar público a la que sería su segunda novia y, en seguida, su automóvil fue confiscado con el argumento de no estar vistiendo de la manera correcta el velo islámico y por usar exceso de maquillaje.

Nuevamente, con el apoyo de su familia, Neda resolvió dejar su país e ir a Brasil, donde llegó en mayo del 2011. Al siguiente año, fue reconocida como refugiada por persecución por causa de su orientación sexual. Hoy en día trabaja y se siente feliz, conviviendo con amigos y amigas, como siempre lo deseó desde la adolescencia. Cuando le preguntan si quisiera volver a su país, su respuesta es concisa: “¿Para qué?”.

Ali es otro extranjero reconocido como refugiado en Brasil debido a la persecución llevada a cabo en un país árabe contra la comunidad LGBTI. “Soy un ser humano y nací en un país donde las personas piensan que la homosexualidad es una enfermedad”, dice él. “Recuerdo un caso en el que dos mujeres se casaron y huyeron. Las encontraron y las arrestaron. Después fueron tratadas como locas y sus familias las internaron para recibir tratamiento psiquiátrico”.

Ali siempre escondió la atracción que sentía hacia los hombres. En la universidad, supo de la existencia de páginas web gays e comenzó a visitarlas. En una red social, lo invitaron a una reunión, pero no asistió, pues cuando se dio cuenta que quien lo había invitado era un vecino suyo, se asustó. Después de algún tiempo, decidió aceptar otra invitación, tomando varias precauciones para no ser señalado como homosexual. La invitación provenía de un extranjero.

Por miedo a la represión dirigida a las personas que expresaban una orientación sexual diferente a la convencional (y también a su familia), Ali nunca llegó a establecer cualquier tipo de relación afectiva en su país. “Tenía miedo incluso de abrir las páginas”, dice.

Por eso decidió abandonar Paquistán. Llegó a Brasil en 2011 sin saber que a raíz de su experiencia podía ser reconocido como refugiado. Luego de ser referido a la Cáritas Arquidiocesana de São Paulo –organizaciòn socia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que atiende a refugiados y solicitantes de asilo- decidió presentar una solicitud de asilo a las autoridades brasileñas.

Otra historia es la Ikenna, esta vez en África. Él nació en un pequeño pueblo en Nigeria y vivió con sus padres hasta los 14 años, cuando dejó su pueblo para trabajar en otras ciudades. Aprendió a realizar varios tipos de trabajo y siguió estudiando.

Las relaciones que tuvo Ikenna con otros chicos empezaron en el colegio, con gestos sutiles en discotecas. Tenía que ser cauteloso, porque si lo descubrían, o si se le acercaba a alguien por error, podía sufrir muchos tipos de acoso, a menudo físico. “En Nigeria no existen bares gays, a causa de la discriminación y la represión”, cuenta.

Sin embargo, Ikenna sufrió el escarnio público: era común ser ofendido en los lugares donde su orientación sexualidad era conocida. Pasaba por muchas dificultades para conseguir trabajo y, algunas veces, llegó a ser agredido físicamente a causa de su orientación sexual. Ir a la policía no era una alternativa viable, pues, cuando lo identificaban como homosexual, era agredido aún más.

Su madre conocía su orientación sexual y lo defendía incansablemente en la comunidad. Un día, sin síntomas previos, ella falleció. Muchos de sus familiares y vecinos, culparon a Ikenna y a su sexualidad por la muerte de la madre. Empezaron a amenazarlo de muerte y él se vio obligado a huir.

Con miedo a ser perseguido por su orientación sexual, Ali (nombre ficticio) dejó Paquistán y encontró protección en Brasil. Brasil reconoce como refugiados a las personas perseguidas o con temor fundado de persecución a causa de su orientación sexual o identidad de género.

A sus 36 años, Ikenna tiene una pequeña tienda de accesorios electrónicos en Brasil. Él llegó al país en 2011, fue reconocido como refugiado en 2013 y hoy se siente seguro. Pero no feliz. “Sin la familia, falta un pedazo”, dice. Aún se encuentra muy confundido por todo lo que aconteció. Aquí no estableció ninguna relación amorosa y tiene pocos amigos -todos brasileños. No se relaciona con compatriotas y se mantiene alejado de las comunidades africanas por miedo. Busca estar en paz frecuentando servicios cristianos en memoria de su madre.

Los nombres verdaderos de Neda, Ali e Ikenna fueron mantenidos en secreto a pedido suyo. Pero sus relatos son tan reales que ayudan a superar el anonimato de una situación que se vive en distintas partes del mundo. Además, ayudan a demostrar cómo la invisibilidad de la diversidad sexual y su represión puedan terminar oprimiendo a las personas que desafían los patrones culturales y morales dominantes en las sociedades donde viven.

Neda, Ali e Ikenna estaban seguros de sus deseos, pero mantenían en secreto sus relaciones y manifestaciones afectivas. Asimismo, la invisibilidad y el anonimato les quitaron las experiencias y la libertad que necesitaban para desarrollar plenamente su sexualidad, sus afectos y su identidad.

Aunque sea pequeño el número de refugiados LGBTI reconocidos en el mundo, lo que podría indicar que la persecución por motivos de orientación sexual o identidad de género sea irrelevante, el director de protección internacional de ACNUR, Völker Turk (1) recuerda que esta problemática se ha venido presentando a lo largo de la historia de la humanidad.

Por lo tanto, el ACNUR busca ampliar el conocimiento y la sensibilidad de los Estados sobre esta temática, con el lanzamiento de publicaciones y guías técnicas que auxilian la toma de decisiones en relación a las solicitudes de asilo por motivos de orientación sexual e identidad de género. Varios de estos documentos se encuentran disponibles en Internet, como la Nota de orientación del ACNUR sobre las solicitudes de la condición de refugiado relacionadas con la orientación sexual y la identidad de género (de 2008), el documento La Protección de Solicitantes de Asilo y Refugiados Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero e Intersexuales (de 2010), la guía El Trabajo con personas lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, e intersexuales durante el desplazamiento forzado (de 2011), la Directriz sobre Protección Internacional N.9 (de 2012) y la publicación La protección internacional de las personas LGTBI (de 2014).

Crear conciencia sobre el dinamismo del desarrollo de la orientación sexual y la identidad de género, comprender las diferentes formas de persecución e identificar en cada caso el papel activo u omiso de las autoridades, son otras acciones necesarias. Así estamos avanzando para que el desplazamiento e de asilo no sean otro factor de reducción de la dignidad de las personas y, en particular, para garantizarle a todos el derecho de ser simplemente quienes son.

*Nombres cambiados por motivos de protección.

FOTO: ISTOCK

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