Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Cantinflas (* 12.8.1911)

El pasado jueves 9, en el Centro Cervantes de Hamburgo, pronuncié una conferencia como prólogo a la proyección de ¡Ahí está el detalle!, el primer largometraje de Cantinflas, dentro de los actos con que quiere conmemorar el centenario de su nacimiento. Y por tratarse de una mirada nueva a su obra, me animo a reproducir aquí el final de dicha conferencia :

«Yo me aventuro a pensar que la razón de que Cantinflas siga teniendo un gran predicamento entre los públicos latinoamericanos se debe en gran parte a la condición humilde de los papeles que desempeñó en el cine. Y a esa asombrosa síntesis de Don Quijote y Sancho Panza que lograba componer en cada papel, de una manera inequívocamente suya, propia, personalísima.

Y desde luego a esa verborragia, también inequívocamente suya, propia, personalísima, ya sea que no la entendamos porque nos quedamos como hipnotizados acústicamente por el flujo de sinsentidos, ya sea que sí se la entienda de un modo subliminal, como protesta contra el lenguaje “educado”. Y puesto que estamos en ello, no quisiera terminar mi conferencia sin aludir al hecho de que el sinsentido tiene una tradición también culta en América Latina, según pude descubrir en el transcurso de la larga y fructífera investigación de materiales sobre Cantinflas, sus películas y su lenguaje.

El nonsense, el sinsentido, tiene tradición incluso culta en América Latina, repito, como bien lo demuestra de una manera irresistiblemente cantinflesca y al mismo tiempo altamente académica, el desopilante poema “La serenata” de José Manuel Marroquín, poeta y presidente de Colombia a comienzos del siglo pasado. No resisto la tentación de leérselo a ustedes, porque es algo así como Cantinflas antes de Cantinflas, uno de sus más excelsos precursores. Dice de este modo :

Ahora que los ladros perran,
ahora que los cantos gallan,
ahora que albando la toca
las altas suenas campanan;
y que los rebuznos burran,
y que los gorjeos pájaran
y que los silbos serenan
y que los gruños marranan
y que la aurorada rosa
los extensos doros campa,
perlando líquidas viertas
cual yo lágrimo derramas
y friando de tirito
si bien el abrasa almada,
vengo a suspirar mis lanzos
ventano de tus debajas.
Tú en tanto duerma tranquiles
en tu rega camalada
ingratándote así burla
de las amas del que te ansia.
¡Oh, ventánate a tu asoma!
¡Persiane un poco la abra
y suspire los recibos
que esta pobra exhale alma!
Ven, endecha las escuchas
en que mi exhala se alma
que un milicio de musicas
me flauta con su compaña,
en tinieblo de las medias
de esta madruga oscurada.
Ven y haz miradar tus brillas
a fin de angustiar mis calmas.
Esas tus arcas son cejos
con que flechando disparas.
Cupido peche mi hiero
y ante tus postras me planta.
Tus estrellos son dos ojas,
tus rosos son como labias,
tus perles son como dientas,
tu palme como una talla,
tu cisne como el de un cuello,
de garganto tu alabastra,
tus tornos hechos a brazo,
tu reinar como el de un anda.
Y por eso horo a estas vengas
a rejar junto a tus cantas
¡y a suspirar mis exhalos
ventano de tus debajas!

Lo dicho: Cantinflas Romeo, debajo del balcón de Julieta, y acompañándose con la mandolina, no lo hubiera cantado mejor.

Muy cerca ya del final, y porque del sinsentido popular de Cantinflas hemos pasado al nonsense culto de un poeta colombiano anterior al actor mexicano, déjenme decirles que durante todo el tiempo de incubación, investigación, documentación escrita y audiovisual, y finalmente escritura de este texto, sentía siempre en el desván de mi disco duro mental un murmullo que no logré identificar hasta los primeros días de mayo. ¡Cantinflas puro, en una escena clave de una obra clave del teatro del siglo XX, nada menos que en Esperando a Godot, de Samuel Beckett!  Al darme cuenta de ello, sin solución de continuidad me lancé sobre el texto de la obra, y allí estaba, el monólogo de Lucky cuando su amo, Pozzo, le grita «¡Ponte en pie! (y Lucky se pone en pie) ¡Atrás! (y Lucky retrocede) ¡Ahí! (y Lucky se detiene) ¡Arre! (y Lucky se vuelve hacia el público) ¡Piensa!» Y entonces Lucky, de cara al público, en un tono monocorde, dice:

«Dada la existencia tal como se desprende de los recientes trabajos públicos de Poinçon y Wattmann de un Dios personal cuacuacuacua de barba blanca cuacua fuera del tiempo del espacio que desde lo alto de su divina apatía su divina atambía su divina afasia nos ama mucho con algunas excepciones no se sabe por qué pero eso llegará y sufre al igual que la divina Miranda con aquellos que están no se sabe por qué pero se tiene tiempo en el tormento en los fuegos cuyos fuegos las llamas a poco que duren todavía un poco y quién puede dudarlo incendiarán al fin las vigas a saber llevarán el infierno a las nubes tan azules por momentos aun hoy y tranquilas tan tranquilas con una tranquilidad que no por ser intermitente es menos bienvenida pero no anticipemos y teniendo en cuenta por otra parte que como consecuencia de las investigaciones inacabadas pero sin embargo coronadas por la Acacacacademia de Antropopopometria sin otra posibilidad de error que la correspondiente a los cálculos humanos ha quedado establecido tablecido tablecido lo que sigue que sigue que sigue a saber pero no anticipemos no se sabe por qué resulta tan claro tan claro que en vista de las laborales inacabadas macabadas resulta contrariamente a la opinión contraria que el hombre en una palabra en fin a pesar de los progresos de la alimentación y de la eliminación de los residuos está adelgazando…»

Esto que acabo de leerles son 238 palabras de las 805 que componen el monólogo de Lucky en Esperando a Godot, y a mi juicio demuestran que si Samuel Beckett no conocía las películas de Cantinflas, tampoco andaba muy lejos de su retórica. Y ahora sólo me queda decirles que esta conferencia, en homenaje a ese metafísico cantinflesco que fue el Lucky de Beckett, se titula “Esperando a Cantinflas”, y eso es lo que seguramente ustedes (pobres mártires, diría Cortázar) están haciendo desde que hace una media hora yo empecé a hacer uso de la palabra. Así es que ahorita, y ¡ahí está el detalle!, se la cedo a don Mario Moreno».

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Enlace con una escena de ¡Ahí está el detalle! :
http://www.youtube.com/watch?v=6Gs4RbGmFY0&feature=related

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