República de colores

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Candelario Obeso, en #5añosBibliotecaLiteraturaAfro, con @MinCultura

Invitación motivada a leer Cantos populares de mi tierra,  vista como escenario de tensiones en la Colombia del siglo XIX.  Volumen IX de la Biblioteca.

La gloria es humo, la patria una ilusión.

La lucha de la vida. Obeso

Por Vincent Taborda, estudiante de Lingüística y Literatura de la Universidad de Cartagena y miembro del taller de escritura creativa de Cartagena. Especial para “5 años de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana”, un programa conjunto del Ministerio de Cultura y la Fundación Color de Colombia. Entrega 7 de 12.

En la Colombia del siglo XIX, las élites letradas construyeron un discurso mediante el cual pudieran instituirse como grupos dominantes. Ese discurso era legitimado por el poder de la escritura. Durante ese periodo, los textos literarios que producían las élites eran básicamente un cuadro de las poblaciones y costumbres de los pueblos.

Lo que buscaban era crear, a través de la descripción, como bien lo dice Arias Vanegas en Nación y diferencia en siglo XIX colombiano, una identidad que les permitiera diferenciarse de los otros rechazados espacialmente por su condición de masa bárbara: negros, indios, campesinos, etc.

Este panorama hostil y de tensión que se vive en la naciente nación durante el siglo XIX, es el telón de fondo de la obra del mompoxino Candelario Obeso (1849-1884), quien fuera considerado no solo el precursor de la poesía negra en Colombia, sino en toda América.

Candelario Obeso en Biblioteca de Literatura Afrocolombiana b
Cantos populares de mi tierra, su obra más importante, surge enmarcada por la ilusión de ese complejo proyecto literario para definirnos. Sin embargo, se erige como una voz que se rebela desde los espacios marginados contra las normas homogeneizantes del proyecto nación.

De entrada, en la dedicatoria dirigida a un grupo de intelectuales defensores de la norma y la gramática y los ideales europeos bajo los cuales se pensaban las élites, aparece la ‘bofetada’, disimulada —o, si se quiere, maquillada— que atraviesa todo el libro del poeta “(…) aquí me he limitado en lo general al modo de expresión vulgar i las costumbres del pueblo de Bolívar (…)”.

Es apenas claro el contraste entre la intención de Obeso y la que propendían los tentáculos reduccionistas de la literatura nacional. Y es que la expresión ‘vulgar’, desprovista en su poesía de cualquier sentido peyorativo, se construye como una “nueva forma de hacer poesía”, como él mismo lo sugiere en el prólogo, como una manera de distanciarse de la forma tradicional de la poesía: “Hé aquí un jénero de poesía enteramente nuevo en el país, y acaso en la lengua castellana…”.

Obeso alza su voz desde los escenarios marginados por el discurso nacional, desde la periferia, y justamente este carácter revolucionario lo impone como un vocero de una cultura silenciada. Esto está sugerido en el título “Cantos populares…” en donde lo popular establece tensiones con la tierra, con esa idea de patria con la que el discurso nacional reduce a toda la diversidad cultural de la Colombia decimonónica.

El campo, reclama en la poética de Obeso, un nuevo espacio; un espacio que se mire, ya no desde el falso discurso unitario de la nación, sino desde una verdadera y humana idea de la patria.

Obeso se muestra así, como un sujeto escindido, el letrado que escribe en La Capital y el hombre de pueblo de raíces afro: la ciudad y el campo, los escenarios del conflicto y la diferencia del siglo XIX colombiano. Esta escisión se manifiesta paradójicamente desde su concepción por su padre Eugenio María Obeso, abogado, y la lavandera María de la Cruz, su madre.

Cantos populares de mi tierra, son poemas escritos en lengua vulgar, no para establecer diferencias a través de la lengua como lo hacían los letrados capitalinos, según Arias Vanegas, sino como la manera “(…) más pura [de mostrar la realidad a través] del idioma”.

Por ejemplo, en El boga de Magdalena, del escritor cartagenero Madiedo, al utilizar el estilo directo, es decir, poner a hablar a los bogas, se puede ver la intención de mostrar una diferencia expresada en la lengua, con el único fin, como lo menciona Arias Vanegas, de crear una identidad a través de la diferencia lingüística:

¡Ah hijo e la rusia!. . ., cómo te duele todavía que er domingo pasao no te prestara mi señidó rojo para po­nerte guapo con lo ajeno! ¡Cómo te duele que no te con­vidara a tomar las once la otra tarde cuando llamé a mi compae Perico a echar un buche! ¡Ya me la pagarás!… Todo es porque te quité la muchachona aquella caratosita, esa es la incomodación. Agradecé a que estoy estropiao por ese animal, que sino jasta te daba una mano de ven­taja pa darte unas trompá.

Sin embargo, en la obra de Candelario Obeso, la intención de construir sus poemas con esta fonética accidentada: “Qué trijte que ejtá la noche, la noche qué trijte ejtá: no hay en er cielo una ejtreya… Remá! remá!”, lo que está sugiriendo es una forma de oponerse a la literatura nacional de escritura regida por normas de gramática.

Los letrados nacionales concebían la lengua como un signo de civilización, por lo tanto, Obeso, al mostrar esta forma oral en sus poemas, lo que pone en evidencia es un distanciamiento absoluto de tales fines nacionales con la lengua y la literatura.

El universo de la poesía de Obeso, como él, es humilde y sencillo, de moral y costumbres rurales, es un universo sin tanta elaboración romántica (Romanticismo). Candelario Obeso no busca huir de la realidad acudiendo a temas fantásticos y rebuscados como la gran mayoría de escritores románticos de la época.

Obeso retrata el rancho, el río y sus oficios, el amor desinteresado y ese paisaje que se muestra sin fronteras en sus versos. Por supuesto que estos son temas románticos, sí, pero sin la línea oscura de progreso que corría debajo de ellos. Este mundo es un mundo previo al que propugnaban los letrados de identidades trasatlánticas: la modernización, esa máquina mundial que escondía bajo su máscara un rostro macabro.

Cantos populares de mi tierra se muestra entonces, como el eslabón de esa historia nuestra, que une, sintetiza el verdadero ideal de una nación.

En épocas donde se construían los pilares imaginarios de la modernidad basados en las ideas de civilización y barbarie, se muestra desde la literatura un ideal opuesto al de la nación letrada, construido desde las periferias sociales de ese discurso: libertad, pero una libertad idílica, como lo sugiere Carlos Jauregui en su trabajo sobre el poeta, sin las falsas presunciones que sugería el “abrazo fraterno” del discurso nacional.

Vincent Taborda b
Vicent Taborda

El tomo IX de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, Cantos populares de mi tierra. Secundino el zapatero, de Candelario Obeso (1849-1884) se puede descargar aquí.

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