El Mal Economista

Publicado el EME

TRANSMILENIO: CUESTIÓN DE CULTURA

Por: Camilo Alfredo Benavides Puig

@CamiloBe

Un día de octubre de 1999 nació la empresa Transmilenio. A partir de ese momento vino una gran avalancha de obras y de cambios en los hábitos de los bogotanos en sus desplazamientos. Tristemente, parece que ya muchos olvidaron como este sistema, a pesar de todos los problemas que afronta hoy en día, nos mejoró sustancialmente nuestro diario vivir. Y es que el tener una memoria cortoplacista es un mal recurrente en muchos de los habitantes de la capital Colombiana.

Como un comportamiento normal, adoptado en el subconsciente de los usuarios y que se reproduce como una gran pandemia, se generalizó la costumbre de esperar los articulados en las puertas del sistema evitando que estas se puedan cerrar. El lindo discurso de dejar salir a los otros para luego abordar los buses se quedó en eso, en un discurso. Las ventas ambulantes dentro del sistema, muchas veces con el beneplácito de los funcionarios y auxiliares de policía del sistema, han ido creciendo significativamente. El no respeto por parte de muchos a las sillas exclusivas para mujeres embarazadas y personas de la tercera edad. La ausencia de policías. En fin, la lista se hace interminable y es por eso que, sin decirnos mentiras, transmilenio está en una grave crisis.

El asunto neurálgico a tratar es, y que se entienda muy bien: nada, absolutamente nada, justifica  la indolencia y falta de civismo de la gran mayoría de usuarios. Es así de simple: quienes se cuelan en Transmilenio son unos ladrones. Esas personas, que se creen muy “abejas”, herederos de esa “astucia indígena”, que se indignan con las pocas personas que se atreven a increparlos, se  justificarán en la falta de gerencia, en el colapso del sistema o en el viacrucis de las tarjetas y dirán que el sistema es carísimo, lleno, demorado e ineficiente. Lo que estos inadaptados no ven, es que con su actuar quiebran y tornan inviable el sistema y ponen en peligro a los demás usuarios del sistema. Ese tipo de personajes, son primos hermanos de todos los que tienen carro y ponen la calcomanía de ‘discapacitados’ para capar Pico y Placa o hacen doble fila para girar en los semáforos.

En economía existe un concepto llamado costo oportunidad. El costo de oportunidad se define como lo que un agente sacrifica para poder obtener algo o el uso alternativo que le hubiésemos podido dar a los recursos invertidos para la obtención de ese algo.

Ahora bien, podemos hacer el siguiente ejercicio. Según cifras reveladas por Transmilenio, cada día, 70.000 personas se cuelan en el sistema y dejan de pagar casi $110 millones de pesos. Igualmente, para el mantenimiento de las puertas de las estaciones, que se ven afectadas por esa maña de esperar los articulados evitando que las mismas funcionen normalmente, el distrito se ve obligado a destinar 9.000 millones de pesos para la reparación de las mismas. A modo de ilustración, basta con ver cómo en cualquier momento del día, especialmente en las horas pico, una horda de desadaptados sale corriendo, cruzando la Avenida Caracas, arriesgando no solo la vida de ellos sino también la integridad de los conductores, para ingresar al sistema sin pagar. ¡Todo eso por $1.400 o $1.700 pesos! Sin embargo, lo más triste y decepcionante, es que no se trata de habitantes de la calle, sino de trabajadores del sector, secretarias, estudiantes de colegio y universitarios que tienen para un pasaje y, aun así, prefieren dárselas de listos.

De las cifras reveladas de los tramposos de Transmilenio del día a día, observamos que estas equivalen a casi $40.000 millones al año. El ejercicio consiste en calcular el uso alternativo que cada uno le podría dar a semejante cantidad de dinero, suficientes, solo por citar un ejemplo, para pagar la construcción de 8 megacolegios públicos. Ahí tenemos un altísimo costo de oportunidad.

 

Para contrastar y responderles a todos aquellos que gritan iracundos por el aumento de $100 pesos que tendrá el pasaje, según Juan Pablo Bocarejo, investigador de la Universidad de los Andes, se debe recordar que ningún sistema de transporte en el mundo es autosostenible y por eso se requieren aportes públicos. Teniendo en cuenta que, según cifras reveladas por Transmilenio, en los últimos dos años más de 23 millones de usuarios han ingresado sin pagar al sistemaes fácil deducir, sin ser un experto financiero, el porqué de dicho aumento. La solución es simple: haga la fila, deje salir primero, ceda la silla y ahí, solo en ese momento, no tendrán rabo de paja para exigir mejoras en Transmilenio, activo e insignia de Bogotá.

 

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