Por: Santiago Almeida Daza
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Estamos vetados…
Somos consecuencia de clandestinidad
Estamos censurados
Somos paraíso artificial
Blindados y aun encallados
Nos han dado “ascensor por cárcel”
Y aquí en prisión, no hemos perdido la voz.
La esperanza no entiende de rojos ensordecedores
Tampoco de tibios azules, ni de un agridulce amarillo
Los engaños llevan corbata y en trajes, prendedores
Empañan sus tristes quevedos y saludan desde su altillo.
¿Cómo se mide el odio?
Cuando se trafica dolor con un voto
¿Cuánto cuesta el perdón y olvido?
Sí entre barro y alquitrán una generación florece
¿Qué sabor tiene el hambre?
¿Qué color tiene la distancia?
¿Cómo luce ahora lo vivido?
Hemos aprendido a danzar con el enemigo.
Somos enjambre dentro de un viejo roble.
Soportamos tempestad sin su abrigo,
Filo de diamante, somos de acero y cobre.
Qué triste será la vida de tu hijo, ladrón
Lo perseguirá por siempre ese eslabón
Un aroma a traición
Una memoria a reencarnación.
Hacinados en este elevador…
Aquí dentro, ni inmarcesible gloria ni jubilo inmortal
No hay pudor, ni entendemos las palabras del “señor”
Aquí hallamos diversidad en el patrón y aroma en el color
Son contra peso,
Del más puro,
Del más honesto,
No tan modesto,
Pero molesto,
Son veneno,
Y del más espeso.
Prohibido fumar en el ascensor,
Prohibido alzar la voz,
Prohibido tener alas,
Prohibido quedarme aquí con vos,
Prohibido cultivar una idea,
Prohibido tener la razón,
Prohibido esta prohibirlo,
Y aquí está prohibido fumar en el ascensor.