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Paz en tiempos del discurso populista

Por: Juan Sebastián Viveros

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El discurso populista, aprovechándose del caos, unifica la verdad con la falacia, exagerando así las dimensiones de lo porvenir. Polariza. 

Desde afuera nos ven como el país que no supo perdonar. Incluso algunos, con mirada absorta, deben pensar que preferimos la guerra a la paz, que en Colombia o se es Uribista o Santista. Consciente, o inconscientemente, los bandos del Sí y del No nos tendieron un juego de palabras, que por momentos difuminaba o ampliaba la brecha entre “Acuerdos de paz” y la paz. Lo primero, algo humano y sesgado por defecto, por ningún motivo puede confundirse con algo puro, de corriente positiva y si se quiere utópico, como la paz. Ambos lados nos sedujeron con mentiras y verdades mezcladas, en tan dulce proporción, que el resultado fue la magna polarización del 2 de octubre.

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La polarización no solo fue alrededor del Sí y del No, la mayor polarización estuvo entre quienes votamos y quiénes no: 13 millones contra 20 millones, respectivamente (La indiferencia fue el primer y único ganador, ¡vergüenza nacional!) Se equivocan quienes piensan que Colombia, el país del realismo mágico, es el único país que sufre las consecuencias del populismo, la desinformación, la política barata y el desinterés democrático. El mundo entero sobrelleva hoy el manto del populismo.

En “La Persuasión Populista” (1995) Michael Kazin sintetizó al populismo como el lenguaje que gente ordinaria, y los políticos ricos que se atribuyen hablar por ellos, usan para organizarse en contra de las élites que tildan de egoístas y antidemocráticas. George Packer, por su parte, define al discurso populista como una postura retórica más que una ideología o un conjunto de propuestas, como una batalla entre el bien y el mal, demandando respuestas simples a problemas complejos.

El discurso populista, aprovechándose del caos, unifica la verdad con la falacia, exagerando así las dimensiones de lo porvenir. Polariza. Dicha prédica contagia hoy muchas lenguas alrededor del planeta. Tal caos materializado en el pasado por las crisis económicas, hoy se personifica en la crisis de refugiados, los bajos salarios, problemas en el sistema de salud, el desempleo, entre otros.

Por ejemplo en Europa, el partido Cristiano-Demócrata, que preside la canciller alemana Ángela Merkel, pierde plazas importantes en ese país. Un partido de relativa juventud – Alternativa para Alemania – hasta hace unos meses dormido en materia política, evoca sentimientos y emociones nacionalistas. La no aceptación a la entrada de refugiados, como principal caballo de batalla, gana adeptos a pasos agigantados.

El segundo país más importante en materia política y económica en la Unión Europea es Francia.  En esta nación Hollande, también partidario de la entrada de refugiados pero con menor fuerza que su contraparte alemana, lucha contra numerosas protestas que rechazan una reforma laboral. Asimismo, Marine Len Pen, líder del partido Frente Nacional Francés de extrema derecha, atrae simpatizantes que preocupan a la Europa moderna. Sus ideas van desde abandonar la zona euro hasta frenar la entrada de inmigrantes; pasando por comentarios que aminoran la barbarie del holocausto nazi, y críticas a los valores de la población musulmana.

Igualmente, Italia, el tercero en orden jerárquico, pone cara a un referendo en noviembre para reformar la constitución al retirar del Senado la función legislativa. El primer ministro, Matteo Renzi, ha dicho que de perder dicho referendo desistirá de su posición. Eso significaría, sin intención alguna, dar la razón a los opositores del manejo actual del Estado italiano, el Movimiento de las 5 estrellas, que igualmente buscan la salida de la Unión Europea. Con la salida de cualquiera de estos 3 países, la Unión Europea queda condenada a los anaqueles.

América nos merece un párrafo aparte. Lo que hoy se vive en Estados Unidos muestra que los grandes también se contagian del alegato emocionalista. Lo que parecía el capricho del multimillonario Trump por incluir a la Casa Blanca dentro de su lista inmobiliaria se está materializando para bochorno de los padres del sueño americano. Cuando pensábamos que solo Venezuela vivía las consecuencias de una dirigencia torpe a toda luz, Estados Unidos nos interrumpe. Donald Trump ha contestado a preguntas acerca de comercio y salud pública con un “lo solucionaremos”, que no es más que, en palabras de Packer, respuestas simples a problemas complejos.

En nuestros días el populismo no atañe a la arenga comunista, como en épocas pasadas. Sin embargo, las consecuencias de causar división permanecen. La siguiente frase resume mucho de lo que debe evitar Colombia en los próximos meses, y caracteriza mucho de lo que vemos en el mundo: “Una sociedad más polarizada tiende a estar menos cohesionada y, por tanto, a tener un mayor riesgo de sufrir inestabilidad social, que en sus diversas formas puede significar desde la simple existencia de convulsión social o política hasta la existencia real o potencial de violencia más o menos generalizada, subversión del orden establecido, etc.” (Gradín y del Río, 2001).

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