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Publicado el El Mal Economista (EME)

La informalidad inmersa en nuestra realidad

Por: Diana Gutiérrez

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La informalidad  no es un problema, es la realidad del país. Es la forma en que se han organizado los habitantes para suplir sus necesidades, para encontrar un empleo por falta de oportunidades,  por las desigualdades y por una cultura que se ha formado en la carencia de educación.

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Fuente: Gutiérrez, D. (2015)

Exponer sobre el fenómeno que ha marcado la nueva organización del país y de la ciudad es un plan difícil y con distintas aristas que pueden crear controversia y opiniones adversas. Referirse a la informalidad es tratar de comprender y agrupar miles de personas que a mi parecer representan el país.

Algunas personas del medio político y económico, han determinado que la informalidad es como una plaga que por muchos años ha estado envuelta en distintas políticas y estrategias que no han dado fruto para controlarlo y exterminarlo. El juego de palabras en la definición de la informalidad es la carta maestra para que los números sean positivos, para que el desempleo se encuentre en una cifra y para que la realidad que cada día se enmarca en los miles de trabajadores informales siga desapercibida.

La informalidad crea una externalidad tanto para los transeúntes en el espacio público, como para los comerciantes que pagan sus respectivos locales, al igual que para los intereses del gobierno y de la comunidad. Sin embargo lo más importante es comprender que la informalidad  no es un problema, es la realidad del país, es la forma en que se han organizado los habitantes para suplir sus necesidades, para encontrar un empleo, por falta de oportunidades, desigualdades y por una cultura que se ha formado en la carencia de educación.

El Gobierno ha pensado erróneamente que la informalidad se puede solucionar con policías y con la fuerza bruta de los equipos antimotines, que se le puede dar luz verde a la estupidez de algunos gobernadores y entes administrativos que consideran que hacer llenar un formulario, crear una institución y amenazar; lograra mitigar el impacto de esta realidad.

La viabilidad del cambio es empezar a consolidar a la informalidad como una parte del país, en la cual se debe empezar a generar una cultura en la que valga la pena ser parte del empleo formal. Es imposible pedirle a un comerciante que deje de trabajar en lo que ha hecho toda su vida, solo porque las leyes lo dictaminan. Cuando las mismas leyes parecen desaparecer en la vida de los informales, cuando sus hijos piden algo de comer, cuando necesitan una educación de calidad, cuando tienen que sufrir los trancones y cuando aparecen las noticias de corrupción en todas las instituciones del Estado.

Es que el gobierno pide “cultura ciudadana”, no colados, no ladrones, no evasión de impuestos, no violencia. Pero: ¿En dónde está la cultura ciudadana del Estado? ¿En dónde está la camiseta puesta por consolidar un mejor país? Es fácil lanzar proyectos y estrategias, pero llevarlos hasta el final es el reto, este mercado no surgió este año, ni hace cinco, lleva mucho tiempo y los procesos burocráticos no han permitido generar soluciones.  Es hora de empezar a negociar, de buscar una verdadera regulación, de ponerse de las dos partes y dejar de creer que la informalidad desaparecerá de la noche a la mañana. Es una realidad y es más probable un cambio exterior, que un cambio en ella misma.

En mi opinión, el tratamiento a la informalidad debe girar en torno a la educación, el cambio de pensamiento y el mejoramiento de las condiciones en el empleo formal.

Los datos estadísticos arrojan que del total de la población ocupada que no tenía ningún nivel educativo, el 87,5% se encuentran ubicados dentro del sector informal; el 77,5% de la población ocupada con algún nivel de educación primaria tienen empleos dentro del sector informal, mientras que las personas que tienen algún nivel de educación superior se encuentran en menor proporción ocupadas en el sector informal. [1]

De esta manera la creación de una cultura que permita generar nuevas formas de ahorro y del manejo del dinero es imprescindible,  puede ser casi imposible crear el hábito del pago mensual o quincenal, sabiendo pues que los informales reciben un pago diario y en muchos casos dependen de sus ganancias para subsistir día tras día, es por ello que podrían crearse grupos de trabajadores de acuerdo a sus categorías, lugar de trabajo o bienes que comercialicen, para así poder contabilizar sus transacciones, organizar a la población y brindarles acceso a la seguridad social.

No es un trabajo fácil, algunos de los trabajadores son agresivos al tratar de buscar estas alternativas, otros piensan que esto no es necesario ya que han estado en las mismas condiciones por mucho tiempo. Sin embargo la capacidad de brindar información, establecer incentivos y generar un interés a este tipo de proyectos debe venir de todos los sectores, de apoyos estatales y privados. Los colombianos tienen un alma de rebuscadores y de ingeniosos, un arma fuerte de convencimiento y una capacidad para vender lo que sea, que posiblemente esté siendo subestimada y desaprovechada por esos personajes que siguen en busca de una solución al problema.

Para terminar, es importante mejorar las condiciones en el empleo para que las nuevas generaciones no creen una nueva era de la informalidad. Es necesario eliminar las empresas de servicios temporales, que al ser intermediarias y con condiciones como los contratos a labor, los altos requisitos en experiencia y las absurdas condiciones que en momentos impulsan a los más jóvenes a buscar otras alternativas. Alejándonos una vez más del supuesto desarrollo y la paz que tanto han promulgado pero que cada día se vez más distante.


[1] Economía Colombiana. Edición 343. 2015

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