El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

Érase una vez un país desplazado

“Pero cuando ese desplazarse de una vereda a otra no evita que sigan siendo expulsados de la región, cuando son perseguidos con saña, delatados, acusados, deberán huir definitivamente de aquella vereda a un casco urbano. Cuando ese tránsito tiene lugar, ya no se trata de un desplazamiento provisional, y el desplazado lo vive como un desarraigo que sabe puede llegar a ser definitivo” (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2015, p. 21).

Por: Sara L. Grillo M.

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Las ciudades colombianas, especialmente las principales capitales, han sufrido un crecimiento importante en su población durante los últimos años. Las razones varían dependiendo de la ciudad, aunque sí existen algunos fenómenos que han afectado de forma general al país. Uno de ellos es, por supuesto, el efecto del conflicto armado en el campo colombiano, que se ha traducido en el desplazamiento de miles de personas hacia las urbes más cercanas.

El desplazamiento no solo ha impactado a individuos: se extiende a los núcleos familiares, por lo que la fuerza laboral actual y futura se ve obligada a transformar sus hábitos, así como a adaptarse a las dinámicas de la ciudad, con todo lo que esto implica. Más allá de las condiciones precarias con las que llegan los antiguos campesinos a la ciudad, el panorama con el que se encuentran carece de oportunidades promisorias. Automáticamente se convierten en una estadística de la que nadie quiere ocuparse realmente, pero que incide profundamente en el desarrollo de las ciudades.

Las necesidades de estas poblaciones no solo obedecen al ámbito económico, pues son muy profundas dadas las condiciones que contextualizan su desplazamiento. La carga emocional por el desarraigo incide en el porvenir inmediato, y es a su vez aprovechada por ciertos sectores que ven en estas poblaciones un mercado objetivo de votos fáciles de conseguir. Son ellos los que definen, en la mayoría de los casos el futuro de una ciudad, pero generalmente guiados por las razones equivocadas. Y como en este país desinformar es tan sencillo, a estos ciudadanos se les satura de datos inexactos, miedo, caos y, cómo no, odio.

No se necesita un viaje largo para conocer de cerca la tragedia que ronda estos barrios, llamados marginales, deprimidos, peligrosos y considerados por muchos completamente ajenos a su realidad cotidiana.

Las capitales del caos

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En Bogotá, basta con ir al sur y conocer las dinámicas de los asentamientos humanos que cada vez llenan más las laderas de Ciudad Bolívar, cuya población, según el DANE, cuenta con una diversidad étnica que incluye indígenas, afrodescendientes, entre otros; soportando un 26% de la población desplazada que llega a la capital y cuyos niveles de pobreza están por debajo de la línea de miseria en gran parte de los casos. Las condiciones de desarrollo son poco prometedoras en todos los niveles: por acceso a servicios públicos y educación, por ubicarse en zonas de alto riesgo, así como por los altos índices de violencia que se presentan.

Para Cartagena, como principal puerto del Caribe, poseer una de las tasas más altas de pobreza ligada a un bajo nivel de ingresos, así como a malas condiciones de vida (Pérez y Salazar, 2007), resulta vergonzoso. Las notorias diferencias entre el centro histórico y el resto de la ciudad, hace pensar que existe una cierta categorización de ciudadanos en el Distrito, una clasificación que impide que los recursos generados por el turismo beneficien a todos por igual, evitando que el desarrollo urbanístico también llegue a barrios como el Olaya Herrera, donde los jóvenes están prácticamente condenados a morir como pandilleros o a vivir de la informalidad.

Medellín, al ser capital de Antioquia, vecino de uno de los departamentos que más ha sufrido los desmanes de la guerra como lo es Chocó, ha visto crecer su población de manera desordenada, y con ella, por supuesto, la concentración de habitantes en el casco urbano. Además, se debe tener en cuenta que el Urabá antioqueño ha sido proveedor de desplazados por muchos años, víctimas del conflicto entre actores armados que se disputaban, y aún hoy, se siguen peleando el control sobre el territorio, clave en el negocio del narcotráfico (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2015).

En el caso de Cali, el impacto del desplazamiento va desde el simple crecimiento demográfico, pasando por la creación de barrios o comunas enteras, para luego convertirse en el caldo de cultivo perfecto para distintos fenómenos sociales, económicos y culturales, que han rediseñado el futuro de La sucursal a lo largo de los últimos años (Salazar, 2005). Así, han nacido barrios y posteriormente comunas donde la acción estatal es de difícil acceso, directamente proporcional a sus necesidades; lo que a su vez ha determinado que se mantengan los índices de violencia, pobreza y subdesarrollo.

Crecer en desorden

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Si bien el problema del desplazamiento es un tema nacional, las administraciones departamentales y municipales se han visto abocadas a responder a las necesidades de estas poblaciones con unos recursos que no siempre son suficientes. Además del problema de presupuesto –que generalmente se ve afectado por la corrupción–, existe un rechazo social hacia los recién llegados, ya que se configuran posteriormente como invasiones, que no solo modifican el paisaje de las ciudades, sino que además traen consigo una cantidad de problemáticas que parecen superar la buena voluntad de los entes gubernamentales, así como la de los antiguos habitantes.

La respuesta va más allá de buscar de quién es la responsabilidad. Si esta sociedad se uniera en sus causas, comprendería que cada desplazado es problema de todos; que siguen siendo víctimas del conflicto al ser manipulados por los politiqueros de turno con sus promesas de legalizar terrenos de alto riesgo, esos mismos que se inundan o se desbarrancan en cada temporada de lluvias; donde se incendian sin misericordia las casas improvisadas con madera y trozos de todo, porque alguien dejó una vela encendida buscando un poco de luz en la noche.

Porque sí, esas tragedias a las que parece que nos acostumbramos, tocan en su mayoría a quienes dejaron atrás un campo cultivado para salvaguardar la vida propia junto a la de los suyos. Pareciera que los persigue la tragedia, protagonistas de una serie de eventos desafortunados, donde son piezas de muchos tableros, a la merced de los intereses de terceros que prosperan en su carrera política sin tener idea de lo que significa el término servidor público.

Bibliografía

Salazar Trujillo, B. (2005). Narcotráfico, poder y violencia. CIDSE, Boletín N.° 163. Universidad del Valle.

Galvis, L. (2014). Economía de las grandes ciudades de Colombia: Seis estudios de caso. Bogotá: Banco de la República.

Universidad del Rosario (s.f.). Localidad de Ciudad Bolívar. Recuperado de: http://www.urosario.edu.co/Universidad-Ciencia-Desarrollo/ur/Fasciculos-Anteriores/Tomo-IV-2009/Fasciculo-3/ur/Localidad-de-Ciudad-Bolivar/

Pérez, G. y Salazar, I. (2007). La pobreza en Cartagena: un análisis por barrios. Cartagena: Banco de la República. Recuperado de: http://www.banrep.org/docum/Lectura_finanzas/pdf/DTSER-94.pdf

Centro Nacional de Memoria Histórica. (2015). Una nación desplazada: informe nacional del desplazamiento forzado en Colombia. Bogotá: CNMH – UARIV. Recuperado de: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/informes2015/nacion-desplazada/una-nacion-desplazada.pdf

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