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Publicado el El Mal Economista (EME)

Donald Trump y el principio del fin del sistema bipartidista en los Estados Unidos

La sola nominación de Donald Trump puede indicar una debilitación del sistema bipartidista tradicional republicano y demócrata, mucho más si resulta electo presidente y puede ser una razón de la inusual campaña de desprestigio en su contra. El caso de Ross Perot, el más exitoso candidato presidencial por un tercer partido en Estados Unidos del último tiempo, fue un momento crítico del bipartidismo y guarda similitudes con la actual candidatura de Trump.

 

 

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Imagen: NY Times

Por: Iván Solarte Sarasti

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En 1992, Ross Perot, un multimillonario de orejas grandes y voz graciosa, del norte de Texas, tuvo un sueño y también puso a soñar a millones de personas: quiso ser presidente de los Estados Unidos, por un partido independiente a los tradicionales Republicano y Demócrata. Fundó el “partido de la reforma” y gastó una parte de su inmensa fortuna en hacer la campaña autofinanciada más costosa de la historia política norteamericana (57 millones de dólares).1

Para junio de 1992 lideraba las encuestas con un 39% de intención de voto. Luego, pasada la euforia inicial, debió enfrentarse a la voraz maquinaria bipartidista. los propios problemas de indecisión e inexperiencia lo llevaron a perder el apoyo de los entusiastas, al final perdió las elecciones contra George Bush padre y finalizó tercero, después de Bill Clinton. Obtuvo el 19% del voto popular y ningún voto del Concejo Electoral, pero asustó a mucha gente en Washington y fue bonito mientras duró.

El mundo asiste en estos momentos a otro acontecimiento que guarda similitudes y es muy probable que su protagonista haya aprendido mucho de la experiencia de Ross Perot. Donald Trump es tan diferente a los candidatos tradicionales Republicanos y Demócratas, que es presumible que la más poderosa razón para buscar el respaldo del Partido Republicano, fue darse cuenta, por el caso Perot, que de momento no se puede ganar una elección por fuera de los dos partidos. Contrario a lo dicho por sus opositores en los últimos meses, Trump no es un tonto, ni esta loco; bajo un propio estilo, es una persona inteligente, de lo contrario no habría logrado fundar y mantener un sólido conglomerado empresarial y a mucha de su audiencia de su reality show “The Apprentice” le pareció poseedor de un carisma inexplicable.

Muchas características separan a Donald Trump del candidato modelo, la más importante parece ser que no se ha desempeñado en ningún cargo público. De ser elegido presidente su primer cargo en la administración pública será ser presidente de los Estados Unidos, un hecho inédito en la larga historia electoral de ese país. No es un candidato de carrera política, sino que su ascenso se lo debe a la exposición que los medios le dieron, lo que le podría llevar a una mayor independencia del sistema político tradicional, de padrinos políticos o de financiadores de su campaña y el hecho de ser multimillonario al momento de ser declarado candidato. Los candidatos a presidente llegan con un respetable capital propio acumulado, pero por lo general, no son multimillonarios, usualmente sus mayores ganancias vienen después de terminar sus mandatos, por ingresos como asesores o conferencistas.

El pasado julio, durante seis días, asistimos a un espectáculo deplorable: las convenciones de nominación de los partidos republicano y demócrata. Mostraron mucha parafernalia, espectáculo, insultos, ataques personales, burlas, comedia, emotividad, pero muy poca política. A pesar de ser algo visto en campañas pasadas, la intensidad de esta fue notoria. Los discursos carecieron de profundidad y presentación de plataformas y programas. Los representantes del partido demócrata nombraban tanto a Donald Trump, que probablemente su nombre sonó más veces que durante la nominación republicana. Básicamente el principal argumento del partido demócrata y la señora Clinton fue algo como “Hillary, es la única forma de evitar que este loco se convierta en presidente de Estados Unidos”.

El cambio del sistema bipartidista puede darse de un solo empujón, o poco a poco. Una alternativa sería la ansiada presencia fuerte de un tercer partido, en el caso particular de esta elección es el “Partido Libertario” (Libertarian Party). No porque tenga posibilidades reales de llegar a la presidencia, sino porque los resultados en las encuestas lo ubicarían dentro de un umbral que permitiría incluir a su candidato Gary Johnson, dentro de los debates presidenciales. 2 De llegar a darse sería una brisa refrescante de cambio para el pensamiento político del elector estadounidense y un probable elemento de presión decisivo en el desempeño de Clinton o Trump.

El desarrollo tan emocional y agresivo de la campaña electoral durante este año, y la histórica cruzada mediática contra Donald Trump, parecen ser rasgos del inicio del fin de un sistema bipartidista que tiene hastiado a los ciudadanos estadounidenses y al resto del mundo. Un sistema “democrático” en el que los ciudadanos se ven obligados a escoger, por descarte, al candidato “menos malo”, que garantiza el derecho a elegir, pero que reduce las alternativas de elección, evidencia estar en crisis y necesitado de un cambio, tal parece ser el estado actual de cosas para el bipartidismo norteamericano.3

 

Fuentes:

1. http://www.famoustexans.com/rossperot.htm

2.http://www.redstate.com/brandon_morse/2016/08/03/hold-phone-debate-commission-may-allow-gary-johnson-debate-stage-anyway/

3. https://hbr.org/2012/03/fixing-whats-wrong-with-us-politics

Foto: www.nytimes.com

 

 

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