El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

Desde drones asesinos, hasta la economía

Por: Camilo Vega Barbosa

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Existe actualmente un debate ético sobre el papel de los drones en la guerra. Para muchos dejar en manos de una maquina la vida de un ser humano es un hecho atroz, puede entenderse como uno de los primeros pasos para la virtualización de la muerte. Al igual que en un video juego, los Gobiernos podrían tomar la decisión de acabar con millones de vidas sin titubear, para el homicida sería solo un punto que desaparece de la pantalla.

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Aunque menos sugestivo, es una problemática que también se presenta en la economía. El camino matemático que ha decidido seguir la economía en el último siglo ha llevado a los economistas a capturar al ser humano y a sus interacciones socioeconómicas en modelos, que aunque muy útiles, solo representan una fracción de la realidad.

Al igual que en un video juego, los modelos permiten controlar un sujeto, en este caso la economía, en un ambiente ficticio pero que incorpora muchas de las situaciones de la vida real. Le da al economista  el poder de un  dios de controlar el destino de este personaje. Lo útil de esto es que  después de hacerlo subir, bajar, saltar por un precipicio, contagiarlos de una enfermedad, o incluso de matarlo, se logra  obtener una primera aproximación de la forma en que nuestro personaje se comportaría en cada una de estas situaciones. Pero lo que sigue en duda es si se debe implementar el conocimiento obtenido por medio de un universo virtual en el mundo real, en el cual viven personas de carne y hueso.

Que levante la mano aquel que al jugar Grand Theft Auto nunca fue a buscar putas. Después de ver al carro moverse por un rato y que la chica saliera del carro al terminar su trabajo, era casi inevitable atropellarla para robarle el dinero. Era fácil, no existía remordimiento y de hecho era parte de los atractivos de jugar este videojuego. Este universo ficticio permite a los jugadores experimentar una vida llena de vicios y delincuencia, y muchas de las situaciones que se recrean en este juego se pueden realizar en la vida real.

Pero no solo por eso podemos concluir que la mayoría de los ciudadanos del mundo cuando optan por ir a donde las putas también contemplan con facilidad volverse asesinos. Y muchos menos se puede implementar una política pública que afecta a millones de personas por medio de los resultados que pueden surgir al jugar Grand Theft Auto.

Claro, es  mucho más fácil ser cruel e impactar vidas en mundo virtual que en la vida real. El peligro está cuando se pierde la capacidad de distinguir cuando está el Xbox prendido y cuando no. Al ser incapaz de dejar de jugar y de comportarse como un jugador con vidas infinitas, es fácil tomar decisiones arriesgadas y negligentes. El problema es que, en la economía, lo que está en juego son las vidas de toda una sociedad.

Existen varios ejemplos de economistas que no pueden dejar de jugar Grand Theft Auto. Por ejemplo, según la escuela de pensamiento neoclásica, el desempleo que se genera durante las crisis económicas es voluntario, se da porque los trabajadores no encuentran un trabajo que les guste y que prefieren mantenerse inactivos. Lo cual es llamado entre sus opositores como la Gran Vacación.

También sobresale que la teoría económica indica que por leyes de oferta y demanda, el salario mínimo no debería existir pues  genera ineficiencias, y se argumenta que esta es la causa de gran parte del desempleo que se aprecia. Lo problemático es que es un concepto que se ha creado para  una nación desarrollada y no para un país como Colombia.

Frente a esta política existen todo tipo de debates, algunos son bastante crueles, pero eso no es problema si el Xbox está prendido. Como anécdota personal puedo contar que durante mis primeras clases de economía se inició un debate sobre el salario mínimo en Colombia. Como es natural la discusión se centró en que el pago a los trabajadores no alcanza a suplir con las necesidades básicas en Colombia, una postura verídica porque la canasta básica mensual de una familia promedio cuesta $1’160.000, según el Dane, y el salario mínimo vigente es $644.350.

Pero de repente el profesor de turno silenció parcialmente el salón de clases por su contra-argumento. Según el PhD, si el salario mínimo no estuviera alineado con el mínimo vital, los más de 5 millones de personas que dependen de esta renta morirían en menos de un mes.  Además agregó que en los hogares del país por lo general cuentan con  más de una persona que trabaja, y aunque algunas veces sean  niños, la contribución acumulada ayuda a cubrir los $1’160,000 que cuesta el mercado.

El contra argumento silenció parcialmente al salón de clases por su contundencia, si el 10% de la población colombiana se muriera en menos de un mes todos lo notarían. Lo malo es que las consecuencias de la desigualdad y de la falta de dignidad humana se experimentan en la vida real, por personas reales. De manera que aunque para el economista sea fácil ser cruel si se olvida que está jugando, hay más de 5 millones de colombianos que viven está problemática en carne y hueso. El hambre es de verdad.

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