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Sistemas de emprendimiento en lugares inesperados: de las empanadas a los emprendimientos de alto impacto

Veneta Andonova

Los ecosistemas de emprendimiento, un concepto que está ganando popularidad, son ecosistemas de negocio especialmente efectivos en apoyar la creación de nuevas empresas. El uso de la palabra ecosistema delata la importancia de las interdependencias entre varios actores empresariales, organizaciones públicas y privadas, y entes estatales. En particular, hay que reconocer la interacción entre empresas consolidadas y emprendimientos nacientes, pero también el papel de la financiación para emprendedores, los programas y políticas del sector público, la calidad de la investigación y transferencia tecnológica, la cultura empresarial y la infraestructura. Todo importa en un ecosistema de emprendimiento. Parafraseando a un premio Nobel de economía que hablaba sobre desarrollo económico, nosotros sabemos reconocer bien cuando hay un ecosistema de emprendimiento que funciona bien pero lo que no tenemos claro es cómo crear uno allí donde parece que hay poco o nada para empezar.

En mi reciente libro sobre sistemas de emprendimiento en lugares inesperados (Entrepreneurial Ecosystems in Unexpected Places: Examining the Success Factors of Regional Entrepreneurship, Palgrave Macmillan), junto con mis coautores, buscamos entender los mecanismos para crear un sistema de emprendimiento en lugares donde las debilidades son más que los factores a favor. Aún cuando nosotros revisamos la extraordinaria experiencia de países que parecen geográficamente muy lejanos, hay lecciones que aplican transversalmente y podemos imaginar sus implicaciones en el contexto colombiano.

En primer lugar, los sistemas de emprendimiento se basan en negocios de gran proyección, los así llamados emprendimientos de alto impacto, que tienen necesariamente un componente de innovación y tecnología en su esencia; cuyo crecimiento a partir de un punto crítico es exponencial; su alcance es global y la base de su ventaja competitiva no es geográficamente delimitada, así que es igual si están ubicados en Bogotá, Bangalore o Bruselas.

Los sistemas de emprendimiento no tienen que ver mucho con el negocio de las empanadas sino con personas altamente calificadas que en últimas son nómadas globales y pueden escoger donde quieren emprender. Además, los sistemas de emprendimiento se fortalecen por la diversidad en todos los sentidos y no son compatibles con sentimientos y retóricas nacionalistas.  Se necesita buena educación, excelentes universidades y centros de investigación conectados en redes con los centros lideres de conocimiento especializado y los lugares donde se concentra el capital riesgo.

El surgimiento de estos sistemas no necesariamente requiere de instituciones efectivas o políticos ilustres. La naturaleza de estos negocios, la complejidad de sus estrategias y propuestas de valor las hace relativamente inmunes a mecanismos burdos de extorsión y corrupción ya que muchas veces no hay un aspecto tangible o físico por el cual extorsionar. En palabras de algunos de los protagonistas de nuestro libro, los corruptos no son suficientemente inteligentes para idear los esquemas de extorsión para este tipo de emprendimientos.

Los sistemas de emprendimiento crean una subcultura de ayuda y solidaridad entre emprendedores que aspiran a cambiar el mundo. Esta cultura tiene elementos filantrópicos (inversionistas ángeles y mentores; activistas en ONGs), pero al mismo tiempo está orientada a crear impacto a gran escala, caracteriza una nueva clase de capitalistas que no se parecen a los dueños del mundo de antes y que no se identifican con las clases políticas tradicionales. De esta manera, los sistemas de emprendimiento transforman el panorama social y posiblemente en algunos lugares el panorama político, dando lugar a soplos de aire fresco en sociedades cuyo presente político da pocos motivos para el optimismo.

Los sistemas de emprendimiento son una gran apuesta a la transformación de la sociedad pero la verdad es que no sabemos suficiente sobre como crearlos en lugares donde nunca han existido y necesitamos urgentemente aprender. En Colombia el aíre fresco huele a empanadas solo si los pedimos por Rappi.

 

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