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Un nuevo contrato social para las empresas

Por Juana García Duque

Las empresas están llamadas a jugar un rol determinante en la construcción de paz en el país. Si bien son muchos los empresarios que durante años han trabajado de diversas formas (a través de participación en negociaciones de paz, creación de empleo, apoyo a procesos de reintegración de excombatientes, y generación de oportunidades para territorios marginados, entre otros), hoy el acuerdo de paz representa la posibilidad de un nuevo contrato social el cual demanda la adopción de una nueva postura por parte de empresas y empresarios.

Ese nuevo contrato social plantea serios desafíos al sector empresarial colombiano, ya que se espera que contribuyan significativamente en esta nueva etapa de posconflicto.

Históricamente algunas empresas colombianas han definido su participación en la construcción de paz a través de programas e iniciativas de innovación social centrándose en las causas del conflicto, como la desigualdad y el acceso a la educación, mientras que otras han priorizado las soluciones hacia consecuencias del conflicto, como la creación de oportunidades de empleo para las víctimas y los excombatientes. No obstante, pocas de estas iniciativas se han integrado en el núcleo del negocio de las empresas y esto lleva a tener iniciativas pequeñas o aisladas.

No obstante es claro que para los negocios la paz siempre será mejor que la guerra, pero para el empresariado construirla es un esfuerzo que genera interrogantes e incertidumbres.

Analizando los resultados de la última Encuesta Nacional de Paz hecha por la Cámara de Comercio de Bogotá (CCB) a nivel nacional en 2017, hemos encontrado datos interesantes que muestran justamente la disyuntiva de las empresas entre querer aportar a la construcción de paz, pero al mismo tiempo no saber cómo hacerlo.

La mayoría de las empresas independiente de su tamaño considera que es importante que el sector privado se vincule a la construcción de paz (en promedio 87%). Pero cuando se pregunta sobre la claridad de cómo hacerlo, el 46% de las grandes sabe cómo vincularse, mientras este porcentaje para las pymes es del 32%.

Cuando se pregunta por las razones para vincularse en la construcción de paz, la mayoría independiente de su tamaño (alrededor del 60%) lo atribuyen a razones morales mientras que las razones de mercado están en promedio en un 26%. Pero cuando se pregunta por la principal razón para no vincularse con la construcción de paz las respuestas varían entre las grandes y las pymes: las grandes atribuyen a que ya lo hacen a través de sus programas de responsabilidad social (39%) o a través de impuestos (35%), mientras las Pymes lo atribuyen a que ya se aporta suficiente con impuestos (47%) o que es responsabilidad del Estado (24%).

Teniendo en cuenta estas respuestas parecería que, aunque hay interés y no saben cómo hacerlo, también ponen el deber moral por encima de razones de mercado. Adicionalmente frente a no vincularse, se piensa que los programas de responsabilidad social y los impuestos ya son suficiente aporte y que también es responsabilidad del Estado. Estas respuestas parecerían cortas de visión empresarial.  Asumir su rol en la construcción de paz no es solo tema de responsabilidad y deber moral, sino también de beneficio para la empresa.

No todas las empresas han dimensionado la oportunidad que genera una etapa posconflicto. La posibilidad de crear un nuevo contrato social, en donde las empresas vean más allá de sus intereses económicos de corto plazo, está dada. Muchas empresas han sido temerosas, han visto el conflicto como espectadoras y salvo asumir costos y tratar de no estar en zonas en conflicto, no han dado pasos a una actitud más proactiva.

El nuevo contrato social pone a las empresas a tener un rol más protagónico en la sociedad, claro, buscando un beneficio económico, pero también con un sentido de aportar a la comunidad. Que su rol involucre discusiones de cómo vincular lo público con lo privado, cómo ser el actor que una lo económico y lo social, cómo ser el generador de confianza en los territorios, en las comunidades, con las autoridades locales, entre otros. Las empresas son capaces de innovar y de reinventarse y de buscar que las acciones en construcción de la paz, trasciendan las iniciativas de inversión social aislada, que puedan robustecer o apalancar el núcleo del negocio y que sean generadores de bienestar en los territorios. Las empresas tienen la posibilidad de aportar a la construcción de paz, desde lo que saben hacer, desde sus negocios.

Datos: Cámara de Comercio de Bogotá, Encuesta Empresarial Nacional de Paz, diciembre 2017

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