Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

“Efter någons död” : Un poema de Tomas Tranströmer

El día 10, sábado de esta semana, Tomas Tranströmer recibirá en Estocolmo el Premio Nobel de Literatura. Quiero dedicarle mi post de hoy narrando la accidentada historia de la traducción de uno de sus poemas, “Efter någons död”, título por completo homologable en todas las versiones a otros idiomas: “Tras una muerte”, “Nach einem Tod”, “After a Death”.

Este poema de Tomas Tranströmer se me quedó grabado al leerlo allá por 1980, cuando Akzente (la más importante revista literaria y cultural en todo el ámbito alemán) sacó una edición especial en siete tomos de todos sus ## desde 1954 a 1973, y la compré porque sabía que al hacerlo iba a comprar un tesoro: bastaba abrir el octavo tomo, adicional, con el índice onomástico completo de los autores publicados allí durante 20 años, para darse cuenta de que era la cueva de Alí Babá de la literatura universal contemporánea. Para que se hagan una idea: Cortázar ya fue publicado por Akzente en 1960, cuando nada más que lo conocía un pequeño círculo de iniciados.

Tranströmer, claro, también estaba allí y es allí donde lo descubrí, y ese poema me impresionó y se me quedó en la memoria sobre todo por dos imágenes, la de las hojas de los árboles y lo que el frío hace con ellas, y la del samurái.  Y por eso quise compartirlas con ustedes, traduciéndolo a partir de la versión alemana. Que dice así:

Es war einmal ein Schock
der einen langen, bleichschimmernden Kometenschweif hinterließ.
Wir wohnen in ihm. Die Fernsehbilder verschwimmen in ihm, und
er setzt sich als Eistropfen an der Überlandleitung ab.

In der Wintersonne kann man unaufhörlich auf Skiern gleiten,
zwischen Sträuchern, an denen das Laub von Vorjahr hängt.
Blättern ähnlich aus alten Telefonbüchern –
die Namen der Teilnehmer von der Kälte verschluckt.

Es ist noch immer schön, mein klopfendes Herz zu hören.
Aber manchmal ist der Schatten wirklicher als der Körper.
Der Samurai sieht unbedeutend aus
Neben seiner Rüstung aus schwarzen Drachenschuppen.

En mi aproximación al español, casi literal, se hubiera leído así:

Érase una vez un choque
que dejó una larga, pálida, refulgente cola de cometa.
En él vivimos. Las imágenes de la televisión se sumergen en él, que
pende como témpanos de hielo de los cables de alta tensión.

Cuando hay sol en invierno podemos esquiar sin pausa,
entre arbustos de los que cuelga la hojarasca del año anterior:
hojas como de viejas guías telefónicas
donde el frío hubiese absorbido los nombres de los abonados.

Hermoso sigue siendo oír los latidos de mi corazón.
Pero a veces la sombra es más real que el cuerpo.
El samurái parece un cero a la izquierda
junto a su armadura de escamas negras de dragón.

Pero a poco de hacer mi versión, encontré la de Anabel Torres, tampoco a partir del original, sino en este caso de la traducción inglesa:

Once there was a shock
that left behind a long, shimmering comet tail.
It keeps us inside. It makes the TV pictures snowy.
It settles in cold drops on the telephone wires.

One can still go slowly on skis in the winter sun
through brush where a few leaves hang on.
They resemble pages torn from old telephone directories.
Names swallowed by the cold.

It is still beautiful to hear the heart beat
but often the shadow seems more real than the body.
The samurai looks insignificant
beside his armor of black dragon scales. 

Anabel Torres tradujo de este modo:

Hubo una vez una onda expansiva
que dejó a su paso una cola larga, brillante de cometa.
Nos mantiene encerrados. Hace que las imágenes de la televisión parezcan nieve.
Se asienta en gotas frías sobre los cables de teléfono.

Uno todavía puede andar despacio en esquíes bajo el sol del invierno
atravesando matorrales de los que cuelgan unas cuantas hojas.
Parecen páginas arrancadas del directorio telefónico.
Nombres engullidos por el frío.

Todavía sigue siendo hermoso escuchar latir el corazón
pero la sombra parece ser más real que el cuerpo.
Poca cosa parece el samurai
junto a su armadura de escamas de dragón negro.

Después de lo cuál, tras haber visto esa traducción al inglés, y constatar las diferencias con la traducción alemana, no cejé hasta conseguir el original sueco:

Det var en gång en chock
Som lämnade efter sig en lång, blek skimrande kometsvans.
Den hyser oss. Den gör TV-bilderna suddiga.
Den avsätter sig som kalla droppar på luftledningarna.

Man kan fortfarande hasa fram på skidor i vintersolen
Mellan dungar där fjolårslöven hänger kvar.
De liknar blad rivna ur gamla telefonkataloger-
Abbonenternas namn uppslukade av kölden.

Det är fortfarande skönt att känna sitt hjärta bulta.
Men ofta känns skuggan verkligare än kroppen.
Samurajen ser obetydlig ut
Bredvid sin rustning av svarta drakfjäll.

Y una vez conseguido el original sueco le envié mi traducción de la versión alemana (la que ya inserté más arriba) a un profesor sueco de español, Gert Forsström; le rogué que me señalara en qué divergían el original y mi versión del alemán (que era prácticamente literal), y cuando recibí sus señalamientos me puse a trabajar con la ayuda de un diccionario sueco/español  hasta lograr la versión final, que es la que ahora les envío. Pero sólo después de que Gert Forsström me haya dado luz verde desde Flen, a 130 km de Estocolmo. Le agradezco públicamente su impagable ayuda, y ahora les dejo en compañía de su compatriota Nobel.

[Sólo una advertencia en relación con los dos versos finales. En el original dice «obetydlig», «insignificante», y las versiones alemana e inglesa lo siguen al pie de la letra –undebeutend, insignificant–, pero el propio Forsström me sugirió «de poca importancia / de poca monta», y eso me llevó a mantener lo del «cero a la izquierda» porque proporciona una imagen visual inmediata, al menos al lector de lengua española: diciendo que «el samurái parece un cero a la izquierda / junto a su armadura», en nuestra pantalla interior «vemos» la magnificencia, el esplendor de la armadura, y a su lado lo insignificante del hombre despojado de ella].

Tras una muerte

Érase una vez un choque
que dejó una larga, pálida, refulgente cola de cometa.
En él nos albergamos. Vuelve borrosas las imágenes de la televisión.
Se deposita como gotas frías en los cables de alta tensión.
 
Aún puede deslizarse uno esquiando bajo el sol del invierno
entre arboledas a las que se aferra la hojarasca del año anterior:
semejan hojas arrancadas de viejas guías telefónicas,
devorados por el frío los nombres de los abonados.
 
Hermoso sigue siendo oírse uno los latidos del corazón.
Pero a veces la sombra es más real que el cuerpo.
El samurái parece un cero a la izquierda
junto a su armadura de escamas negras de dragón.

**************************************************

Comentarios