Dos meses antes de la tragedia de Armero, tuve la oportunidad de conocer este pueblo. Recuerdo que fuimos con mi madre a visitar a unos primos, una familia de cuatro personas, Lola era enfermera del hospital general y su esposo enfermero del hospital psiquiátrico, sus dos hijos tenían cada uno como de 14 o 15 años y eran adoptados, cosa que en esa época para mí era algo extraño. Cuando llegamos al pueblo hacía un calor infernal y la gente sentada en la calle nos miraba con gracia al vernos acalorados cargados de maletas y con cara de que no éramos de allá, una de esas que nos miraba era Lola Puentes, nos contaba con risas después que al vernos pensaba: este par de cachacos vienen a que los piquen los zancudos y a sudar la gota gorda. Esa noche nos quedamos a dormir en su casa, un lugar con un techo alto, con hamacas y con unas ventanas grandes que no se cerraban por el calor tan fuerte que hacía, nos acostamos y nos pusieron toldillo, pero yo no podía dormir al ver los murciélagos o chimbilás que volaban por el cuarto, después de alimentarse en el árbol de mango de la casa.
En la mañana después de una larga e insomne noche fuimos al hospital en el que trabajaba Lola, nos mostró todo lo que hacía y luego con uno de sus hijos llegamos al centro del pueblo donde había un mini zoológico, allí tenían varios micos, iguanas y caimanes, luego entramos a la iglesia, caminamos por las calles, lugares con mucho movimiento de gente, de jeeps que traían el café de otros pueblos, no quisimos recorrer mucho pues el calor nos ganaba.
Mientras descansaba en una silla con mi mamá le dije: Madre yo no quiero quedarme más en este pueblo, hace un calor infernal y fijo esos murciélagos me van a picar esta noche. Mi mamá me hizo cara de sí pero toca irnos diplomáticamente. Esa noche nos despedimos de nuestra familia y salimos rumbo al Líbano.
El 13 de noviembre de hace 32 años nos despertamos con la noticia de la tragedia, era aterrador todo lo que contaban, luego ver las imágenes en el los noticieros era algo de no creer, hombres y mujeres de barro con su caminar lento y pesado, vacas semihundidas, manos pidiendo auxilio,muerte, dolor, mucho dolor .
De mis familiares nunca se supo nada, todos murieron tapados por el lodo. De su casa no quedo rastro. Del zoológico y sus animalitos tampoco supe nada. Fui cuatro meses después a Armero y ver este pueblo completamente enterrado era algo aterrador, daba físico miedo caminar por allí. Destrucción total, especialmente cuando vi el hospital hundido en medio de una masa de barro, era inimaginable que este sitio tan próspero fuera borrado de la faz de la tierra.
Siempre pienso en lo que fue la muerte de Lola y su familia, estarían dormidos? se abrazarían todos? qué le puede pasar a uno por la cabeza ante una avalancha tan inmensa?
Son muchas preguntas que nunca serán resueltas.