Don Ramón, psicología laboral

Publicado el ramon_chaux

Cuando grande quiero ser jefe de RRHH

Un antecedente histórico

 Todos los seres vivos, sin excepción, deben gastar energía física para conseguir alimento y lograr subsistir. Mire por su ventana las pequeñas aves como madrugan a buscar agua, semillas e insectos para sobrevivir. Su jornada dura todo el día. De esta realidad se salvan los animales domésticos, unos dedicados a recibir y dar amor como único trabajo, otros cuidados y alimentados con esmero por los seres humanos pero únicamente para que sepan bien, o su ración sea más grande en el plato antes de ser devorados.

El asunto del trabajo exclusivo del hombre pues, es cuestionable y yo lo extendería a casi todo principio de vida. Si alguien quisiera escapar a esta norma orgánica tendría que huir a las montañas y aun así, ermitaño y recolector, terminaría entonces con la obligación de trabajar para sí mismo…

Los principios del trabajo humano

Escribo esto sin ningún apoyo de documentos o lecturas históricas, basado únicamente en una hipótesis o más bien una observación cuya realidad se mantiene hasta la fecha: Cuando el hombre empezó a usar las herramientas aparecieron unos individuos con una habilidad especial para una determinada tarea: Un sujeto dotado de una destreza que le permitía tallar hachas en piedra como ninguno y que además la usaba para cavar troncos y convertirlos en bonitas canoas. Este individuo pronto se volvió canoero de la comunidad y a cambio de sus hermosos vehículos acuáticos, recibía como paga vacas, frutas, la necesaria sal y además, conseguía esposa.

Había nacido el artesano: trabajo producto de una destreza y una habilidad o inclinación motivacional por una tarea específica.

Pero no solo canoas necesitaba la comunidad…

Bien, el canoero gozaba de ciertos privilegios y reconocimiento por su habilidad, pero las personas necesitaban de alguien que estuviera dispuesto a traer la necesaria sal: caminar 10 Km con una bolsa de cuero de 30 Kg a la espalda. Para ello no necesitaban a nadie con una habilidad especial, sólo alguien dispuesto y con la capacidad física de soportar horas de sufrimiento con la bolsa a la espalda, bajo sol, lluvia y frio, subiendo y bajando montañas. ¡Alguien tenía que hacerlo!

Tanto el canoero como el cargador de sal recibían su paga en especie por su trabajo. Pero el canoero, cuya habilidad no abundaba era más premiado y valorado que el cargador de sal. Varios se peleaban por ser cargadores de sal, ya que casi todos podían hacerlo, como única condición que estuvieran dispuestos a soportar los sufrimientos descritos. El hecho de que cualquiera pudiera hacerlo desvaloró un poco la percepción social de valía de ese importante aporte y por supuesto, disminuyó la paga.

Allí, se me antoja surgió el primer padre preocupado que dijo a su hijo: “ve a aprender del canoero, para que de grande no seas cargador de sal, como yo”. Y casi simultáneamente apareció el primer deseo lanzado a futuro por los niños de la época: “cuando grande quiero ser canoero”.

La psicología: mi experiencia personal

Cuando decidí que quería estudiar psicología, mi motivación era más filantrópica, más filosófica si se quiere: quería entender el alma humana, sus problemas y ayudar, sin ocultar que después descubriría que al primero que quería ayudar era a mí mismo. Mis clases en la universidad, casi todas, estaban orientadas a mi propósito inicial: neuroanatomía, percepción, motivación, psicopatología. Por razones de oferta, mi tesis y mis trabajos iniciales estuvieron orientados a la investigación de mercados. El tema nos lo propuso una multinacional: segmentar los consumidores a través de variables psicograficas. Allí el mercado, la oferta y la demanda, empezaron a moldear mis sueños de adolescente enfrentándolos con lo que realmente necesitaba la comunidad.

No creo que se trate de una situación personal específica puesto que no me pasó solamente a mí: varios de mis compañeros(as) de grado salieron a montar consultorios y pronto fracasaron debido a la falta de pacientes y al costo de consultorio, secretaria, etc. Muchos de ellos regresaron a la universidad para tomar materias de psicología organizacional y hoy en día no conozco ninguno que viva de la clínica y si a muchos que viven del trabajo organizacional.

Volviendo al hilo inicial de mi escrito, muchos “canoeros” de la psicología debieron abandonar sus motivaciones e intereses y sueños para hacer tareas mejor pagas e incluso no sólo mejor remuneradas sino necesarias para su subsistencia.

Así, nuestro trabajo dejó de parecerse tanto al canoero y empezó a tener más características del cargador de sal…

Queriendo retomar el rumbo

Estaba muy joven como profesional cuando en la empresa en la que trabajaba lanzó una campaña para generar ideas a cambio de premios en dinero. Curiosamente la campaña era lanzada desde RRHH. Se trataba de aportar ideas que generaran ahorro o mejoraran los procesos de la empresa. Yo lancé una, que resumo más o menos así:

Las empresas que se auto capacitan: en lugar de pagar proveedores de capacitación en Excel, ¿porque no usan a colaboradores que tienen esa habilidad para capacitar a sus compañeros? Argumentaba que eso aumentaría la motivación del “empleado profesor” quien lograba diversificar su monótono trabajo. Fomentaba la integración, el trabajo en equipo y lo mejor, a costo $0 para la empresa. Lo mismo sugerí para los cursos de inglés y en general para todos aquellos contenidos en donde la empresa contaba con personas hábiles (canoeros) y donde fuera deseable que compartieran su habilidad con beneficios para la organización.

Mi propuesta se extendía al área de bienestar: ¿Porque no usaban a ese empleado apasionado de la guitarra para dar clases a colaboradores como plan de bienestar? ¿Por qué en lugar de contratar un capacitador de culinaria no utilizaban la de contabilidad que había sido chef y que sabía preparar sabrosos platos de comida nacional e internacional?. ¿Por qué en lugar de contratar a una persona por tres millones de pesos (USD 1.500) para que cante en la ceremonia de quinquenios no invitan a la colaboradora de recepción que canta hermoso y su sueño es cantar y de hecho lo hace por fuera de la empresa? Para la capacitación en contabilidad, ¿porque no usan al colaborador mejor preparado para que explique las nuevas reglamentaciones contables a sus compañeros de trabajo?

Mi propuesta determinaba que los empleados tenían habilidades que podrían transmitir, a costo cero, con gran impacto en la motivación, el trabajo en equipo y el famoso balance entre el trabajo y la vida social.

Tengo que contarles que la propuesta ni siquiera pasó el primer filtro para ser considerada “propuesta viable”. Quien calificaba no vio en ese momento más que cargadores de sal en sus puestos y no creyó que un colaborador pudiera dejar de serlo para hacer algo más relacionado con sus destrezas, sus motivaciones y que genera más valoración social: enseñar.

La conclusión y el cierre

Sin propósito de herir a nadie, ¿Cuántos de nosotros aprendimos en la universidad los términos legales de la contratación y los despidos? ¿Aprendieron a manejar softwares de clima y de evaluación de desempeño? ¿Se imaginaron o recibieron, al estudiar psicología, clases sobre como conducir unos descargos y además a evaluar proveedores?

Quiero decir que, aunque no dudo que muchos amarán su trabajo voy a decir algo que levantará ampollas en muchos: sus tareas y actividades laborales como psicólogos(as) está dirigidas a cumplir con tareas administrativas donde no se usa, o al menos tiende a atrofiarse la riqueza y la variedad de conocimientos teóricos aprendidos. Las tareas diarias, las necesidades organizacionales han moldeado nuestras motivaciones y es posible que, en algunos casos, el amor que sentimos por nuestros puestos esté generado por el salario (de nuevo la sal…) y el nivel de vida que nos permite. Otro tanto por el poder que se adquiere, que siempre, aunque la mayoría de las veces oculto, es un factor altísimo de motivación.

Hemos aprendido a ser cargadores de sal. De nuestro propósito inicial filantrópico y curioso por el alma humana pasamos a un trabajo que no se alinea tanto con nuestras motivaciones: aprendimos a generar cartas de despido. Aprendimos a hacer una escala de salarios, a manejar softwares que nos roban la capacidad analítica como psicólogos. Nos metimos de lleno en las modas “psi”.

Todavía podemos darle un impulso creativo a nuestros puestos en RRHH. Desempolve sus libros de psicología social, recuerde sus clases de motivación. Usemos las técnicas de observación, las técnicas de conducción de grupo. Hagan un análisis casi clínico del comportamiento de sus colaboradores y propongan acciones que se salgan de las modas y de “lo que todas las empresas hacen”.

Lo que quiero decir es que abandonen la rutina cómoda del cargador de sal y afilen sus hachas y dejen salir la creatividad del constructor de canoas. No dejemos perder la creatividad y el impulso que nos puede proporcionar una profesión privilegiada que permite como ninguna otra entender el alma humana; no la cambiemos por una comodidad de confort que lleva a hacer siempre lo mismo. Propongo que detrás de esa cantidad de tareas administrativas que el mundo económico nos impone para subsistir, persista el ser inquieto(a), creativo(a), observador(a) y analítico(a) para enlazar mejor nuestra realización personal con las necesidades del mercado. Además, como responsables de recurso humano, tenemos la obligación de extender esa posibilidad a los colaboradores.

Sólo así podremos ganarnos un reconocimiento de verdad en la sociedad y que no nos vean como simples entrevistadores y aplicadores de pruebas.

Si cambiamos, a lo mejor un día, en algún lugar del mundo una niña o niño diga a sus padres:

“Papá: cuando crezca, quiero ser jefe de recursos humanos”.

¡Hasta pronto!

 Ramon Chaux

Psicólogo Organizacional freelance

[email protected]https://www.facebook.com/DonRamonPsicologiaLaboral

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